LA DISPERSIÓN EN LOS ALTERNATIVOS.
Por Hugo Latorre Fuenzalida
¿Por qué, se pregunta la gente, los dirigentes llamados
alternativos de la “izquierda” no se reúnen y hacen sus primarias, para de esa
forma levantar un movimiento más macizo?
.
Es dable especular que los movimientos alternativos se reunieron antes en lo que se llamó “Juntos podemos”, encabezado por el Partido Comunista y el Humanista. En esos tiempos se lograba alcanzar el 3% al 5% del electorado. Luego se produjo el fenómeno Enriquez Ominami, en que éste capta los votos del descontento, pero un descontento con la Concertación, pero de cuño antiderechista, porque el descontento ambivalente se lo llevó Piñera. No se trataba de un voto con tendencias objetivas precisas, ya que el candidato díscolo no exhibía más que una propuesta ambigua, contradictoria e improvisada. Pero ya eran tiempos en que la Concertación estaba en deflación. La izquierda, propiamente tal, no superó el 5 %.
.
Sin embargo, el proceso estudiantil del 2011 y la llegada al gobierno por parte de la derecha, con Piñera, cambiaron los referentes políticos y sus posibilidades. Chile despertó a una nueva categoría de sociedad, pasando desde el quietismo a la inquietud, de la indiferencia a la incidencia, desde la conformidad hacia el inconformismo, del fatalismo de las cosas como son al sueño de una nueva realidad.
.
Con todo, la izquierda al perder el paraguas del PC como gran aglutinador, se ha desenfrenado en diversas tendencias en competencia. Es el fenómeno de las estrategias de empoderamiento que desarrollan los “cachorros” cuando les va llegando la edad de los desafíos y el paters familias les ha abandonado; todos luchan por prevalecer y se distraen en luchas menores sin darse cuenta que el jefe de la manada ya no está. Entonces su ofuscamiento individual no les permite asociarse para desplazar a la autoridad desfalleciente y persisten en exhibir sus incipientes virtudes de luchador amateur.
.
En conclusión, solo cabe esperar una etapa de superación del síndrome del cachorro que no sabemos cuánto ha de demorar, pero que tendrá que llegar. Mientras observaremos estos torneos de la izquierda, donde uno de ellos puede que logre desarrollar sus potencialidades y obtener la preeminencia del liderazgo futuro.
.
Es dable especular que los movimientos alternativos se reunieron antes en lo que se llamó “Juntos podemos”, encabezado por el Partido Comunista y el Humanista. En esos tiempos se lograba alcanzar el 3% al 5% del electorado. Luego se produjo el fenómeno Enriquez Ominami, en que éste capta los votos del descontento, pero un descontento con la Concertación, pero de cuño antiderechista, porque el descontento ambivalente se lo llevó Piñera. No se trataba de un voto con tendencias objetivas precisas, ya que el candidato díscolo no exhibía más que una propuesta ambigua, contradictoria e improvisada. Pero ya eran tiempos en que la Concertación estaba en deflación. La izquierda, propiamente tal, no superó el 5 %.
.
Sin embargo, el proceso estudiantil del 2011 y la llegada al gobierno por parte de la derecha, con Piñera, cambiaron los referentes políticos y sus posibilidades. Chile despertó a una nueva categoría de sociedad, pasando desde el quietismo a la inquietud, de la indiferencia a la incidencia, desde la conformidad hacia el inconformismo, del fatalismo de las cosas como son al sueño de una nueva realidad.
.
Con todo, la izquierda al perder el paraguas del PC como gran aglutinador, se ha desenfrenado en diversas tendencias en competencia. Es el fenómeno de las estrategias de empoderamiento que desarrollan los “cachorros” cuando les va llegando la edad de los desafíos y el paters familias les ha abandonado; todos luchan por prevalecer y se distraen en luchas menores sin darse cuenta que el jefe de la manada ya no está. Entonces su ofuscamiento individual no les permite asociarse para desplazar a la autoridad desfalleciente y persisten en exhibir sus incipientes virtudes de luchador amateur.
.
En conclusión, solo cabe esperar una etapa de superación del síndrome del cachorro que no sabemos cuánto ha de demorar, pero que tendrá que llegar. Mientras observaremos estos torneos de la izquierda, donde uno de ellos puede que logre desarrollar sus potencialidades y obtener la preeminencia del liderazgo futuro.
¿Pero qué es lo que llamamos izquierda hoy?
La izquierda de
hoy ya no es obrera, es ciudadana; ya no es la que milita en disciplinados
cuadros de masas, sino en agrupaciones autonómicas y tremendamente celosas de
su libertad de acción; sus autonomías encierran un compromiso central: los
intereses sociales que el sistema oligárquico y plutocrático ha despreciado y
pisoteado. Por compromiso social se entiende toda acción a favor de los
desprotegidos y de los abusados: las minorías sexuales y raciales o étnicas,
las mujeres, los niños, el medio ambiente, los recursos del planeta, los
derechos violados de educación, salud y vivienda; de territorios y tierras, de
pluralismo informativo, de cultura y conocimiento, de justicia, de religión y
de pensamiento.
.
La izquierda de hoy no es dócil a la conducción de políticos de aparatos; es, más bien, anárquica e individual, es autonómica y solidaria; es desobediente y auténticamente rebelde.
.
Sin embargo busca desatar cambios de estructuras; de aquellas que entiende injustas, absurdas, inconvenientes. Busca, a través de una dinámica de ejercicio activista, forzar descontentos que “desestructuren” normas instaladas y faciliten la práctica de novedosas actitudes y conductas rebeldes y protestatarias que lleven a estructurarlas en normas vigilantes y democratizadoras.
.
La izquierda de hoy no es dócil a la conducción de políticos de aparatos; es, más bien, anárquica e individual, es autonómica y solidaria; es desobediente y auténticamente rebelde.
.
Sin embargo busca desatar cambios de estructuras; de aquellas que entiende injustas, absurdas, inconvenientes. Busca, a través de una dinámica de ejercicio activista, forzar descontentos que “desestructuren” normas instaladas y faciliten la práctica de novedosas actitudes y conductas rebeldes y protestatarias que lleven a estructurarlas en normas vigilantes y democratizadoras.
Esta estructuración democratizadora no tiene objetivos de
alcanzar poder por sí misma. Más bien levanta los vientos que derrumban y
ofrece las brisas de reconstrucción de un nuevo proyecto, pero no se apropia ni
compromete en ningún poder, pues cree en los cambios permanentes. No soporta lo
instalado, lo suyo es el transitar, la encrucijada, el nuevo paisaje.
Ni es una izquierda peligrosa, pues es más bien alegre;
no cree en los discursos tremebundos y categóricos, ya que relativiza el tiempo
de pertinencia de toda vocería social. No toma en serio las promesas
escatológicas, ya que al hombre le basta la tarea de soñar una noche y esperar
el sueño del siguiente día.
.
Puede que esté ahí la respuesta al por qué no se unen los diversos grupos de la izquierda; es porque prevalece el espíritu de autonomía, el de independencia y el de celo identitario.
.
Puede que esté ahí la respuesta al por qué no se unen los diversos grupos de la izquierda; es porque prevalece el espíritu de autonomía, el de independencia y el de celo identitario.
Sin embargo, son movimientos políticos y deben tener un
instinto de poder más desarrollado, lo que implica trazar estrategias de
viabilidad más razonables que las actuales, que más parecen antojos pueriles.
.
Sugiero una especie de torneo, en que los distintos grupos vayan compitiendo y luego de cada elección hagan el esfuerzo de agrupar fuerzas en torno a los más votados, sin que esta agrupación signifique anular los esfuerzos propios por prevalecer. Lo cierto es que la unión hace la fuerza, pero no una unión que anule las identidades ni los empeños por emerger y crecer. Creo que es la única forma razonable u viable de alcanzar un peso específico que los separe de la marginalidad impotente.
.
Sugiero una especie de torneo, en que los distintos grupos vayan compitiendo y luego de cada elección hagan el esfuerzo de agrupar fuerzas en torno a los más votados, sin que esta agrupación signifique anular los esfuerzos propios por prevalecer. Lo cierto es que la unión hace la fuerza, pero no una unión que anule las identidades ni los empeños por emerger y crecer. Creo que es la única forma razonable u viable de alcanzar un peso específico que los separe de la marginalidad impotente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario