EL CASO RUBY
Por Camilo Escalona
El Tribunal de la ciudad de Milán, Italia, condenó a
siete años de cárcel e inhabilitación perpetua para el ejercicio de un cargo
público al ex primer ministro, Silvio Berlusconi, en una resolución que
proseguirá litigándose en las instancias de apelación, pero que amenaza
seriamente con romper la larga, espectacular y también increíble, trayectoria
de absoluciones del ex premier. Para muchos un caso único de concentración de
poder, tratándose de un mega empresario, jefe de coalición política,
controlador televisivo y “dirigente deportivo”.
Pocos pueden llegar a tan altas cúspides, de manera que
el stress ocasionado por tan disimiles ocupaciones, hubo de ser factor decisivo
en sus afanes de usufructuar de un “sistema de prostitución montado para
satisfacerlo sexualmente”, según señala la acusación de la Fiscalía, que logró
esta primera etapa condenatoria.
Como ha dicho, tan versátil hombre público ha logrado
eludir las acusaciones de soborno a la policía financiera en 1994, de
falsificación de cuentas o caja negra para la compra del famoso futbolista
Gianluigi Lentini; en 1995 de fraude fiscal en la adquisición de una mansión
cerca de la ciudad de Milán ese mismo año; de falsificación de balance para la
compra de la empresa cinematográfica Medusa en 1997; de financiación ilegal al
Partido Socialista italiano en 1998 a través de una empresa Off-shore (de las
que también se usan en estos pagos), de corrupción por la disputa de una
empresa agroalimentaria en 1998; de compra fraudulenta de derechos televisivos
para su cadena Mediaset en el 2012; de violación del secreto de instrucción por
la compra del Banco Unipol en el 2013, y de compra de votos para censurar al
gobierno estando en la oposición.
Lo penoso es que estas maestras “jugadas” judiciales
fueron posibles con leyes aprobadas en el parlamento en el cual contaba con
mayoría,por ejemplo la despenalización de la falsificación de cuentas; en otros
casos se benefició de la prescripción.
Como se ve un verdadero león, un “libero” inagotable.
Seguramente por semejante imagen de gladiador incansable, uno de los líderes de
la fuerza política creada por Berlusconi, Fabrizio Cichito, declaró
enfáticamente que se trata de “una sentencia muy grave y arrasa con el estado
de derecho”. Es común ese pensamiento de abuso tan ancestral en la derecha, más
allá de las latitudes en que se encuentre; los cancerberos de “la moral y las
buenas costumbres”, no admiten que tan rígidos preceptos se apliquen también a
su vida privada.
Según sus defensores, las meretrices de lujosos atuendos
y escasa edad que engalanaban sus fiestas íntimas no eran más que invitadas
elegantes a sus cenas. Entre ellas estaba Ruby, la adolescente proveniente de
Marruecos que tanto desvelaba al premier, como para llamar y demandar su
libertad a la policía luego de una detención. Se confirma en tan “viril” gesto
que no hay barreras etarias para el apetito sexual.
Tanto poder le llevó a entender la corrupción como parte
de las relaciones internacionales, según estimara abiertamente en diversas
ocasiones, de lo contrario sus empresas se condenarían a perder
“competitividad”, por ello decía inequívocamente: “el soborno es un fenómeno
que existe y es inútil ignorar la realidad” y para convencer remarcaba: “no
podremos competir en el exterior, nos hemos convertido en masoquistas”.
Cuan profundamente corrompe el poder no es algo que tenga
respuesta idéntica en cada país, en cada fuerza política o en cada líder
político; pero de lo que no cabe la menor duda es que la concentración de tanto
poder, tanto tiempo, significa un agente corrosivo que va socavando
irremisiblemente, la conciencia y las conductas de las personas.
El que se siente dueño del mundo puede terminar abusando
sexualmente de menores. Los hombres poderosos que busquen aplauso a cada rato y
en todo momento, quienes caen en los brazos embriagadores del mesianismo
dotados de una autoridad incontrarrestable, los que buscan aplastar a los que
piensan distinto, son un factor de riesgo para la vida democrática de una
nación.
De manera que cuantos controles existan y más
transparencia se consiga en las tareas y deberes de quienes son servidores
públicos pasa a convertirse en aspecto central y determinante de la fortaleza y
estabilidad democrática de una nación. En muchos estados la honradez y la
austeridad de los gobernantes es un tema esencial. Más aún, en este período de
cuestionamiento global a las instituciones políticas.
Deseo remarcar que en ocasiones desde la opinión pública
se pifia con demasiada facilidad y en otras ocasiones se aplaude sin mayor
justificación, en uno u otro caso, el valor del ejercicio ciudadano es
descubrir y establecer si aquello que los gobernantes realizan es en provecho
propio o si es en el bien de la comunidad en su conjunto.
En el ensalzamiento que hacen muchas figuras políticas de
si mismas, puede estar el inicio del riesgoso camino del subjetivismo y la
autocomplacencia, lugar donde comienza lo más peligroso, un estado emocional
tal de exaltación, que les hace sentirse dueños exclusivos de la verdad. El
valor de la política es que ello no ocurra, que no se imponga el populismo y la
codicia.
Cuando más desigualdad exista, más son los abusos que se
pueden cometer. La compra y venta de conciencias ocurre y se extiende en medio
de la pobreza y la marginalidad, por eso, afianzar y robustecer la estabilidad
democrática para impedir los abusos de poder y las malas prácticas es una
contribución esencial contra el desencanto y el descredito de la política.
Los males de la democracia se sanan con más democracia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario