kradiario.cl

viernes, 28 de junio de 2013

28-6-2013-Edición 859

EL CAOS POLÍTICO Y SOCIAL QUE AFECTA A CHILE
Por Walter Krohne 
La semana que  termina estuvo caracterizada por el desalojo, la destrucción, el pillaje y la decadencia de la política chilena, una vez más. El operativo policial realizado antenoche y de madrugada fue perfecto desde el punto de vista técnico-militar. No hubo fallas ni tampoco podría haberlas habido porque éste fue preparado acuciosamente con anticipación entre La Moneda y  Carabineros. Ya una o dos semanas antes la decisión del desalojo estaba tomada y se sabía lo que iba a ocurrir, tema que se mantuvo en el más completo secreto entre las cuatro paredes del Palacio Presidencial.
Fue un operativo en el cual se utilizó, por una parte, la planificación gerencial que caracteriza el modus operandis del actual Gobierno y, por otro, el tecnicismo militar de las Fuerzas Especiales de la policía uniformada, que esta vez tuvo si un importante ingrediente como fueron las carabineras que pusieron el tono femenino amable y protector que hizo que los estudiantes fueran menos violentos, especialmente en los colegios de mujeres.
La decisión del desalojo era el único camino que veía el Gobierno para resolver la encrucijada que significaba tener tomados los liceos que estaban destinados a ser locales de votación en las primarias del domingo.
Todo lo demás es historia, incluyendo los “diálogos” que los alcaldes de la oposición tuvieron con  el Ministerio del Interior y el Servel, contactos que al Gobierno le sirvieron sólo para ganar tiempo y poder efectuar el desalojo como quería el Presidente. No eran pertinentes las propuestas pacificadoras que planteaban los ediles opositores, especialmente las alcaldesas Carolina Tohá y Josefa Errázuriz y Santiago Rebolledo, porque al no desalojar y esperar que los alumnos entregarán libremente los establecimientos, hubiese significado una muy notoria pérdida de autoridad, aparte de que no era completamente seguro que el diálogo funcionara.
Es por esta razón que el Ministerio del Interior no esperó para actuar hasta ayer al mediodía, como se había comprometido con los ediles,  sino realizó su plan justamente la noche antes. Tampoco podía permitir el Gobierno que se designaran nuevos locales paralelos, mientras los oficialmente seleccionados iban a seguir tomados, lo que hubiese dejado en ridículo a quienes tienen el poder total. En este caso, lo que se hubiese dicho es que no fue el Gobierno el que resolvió las tomas, sino los alcaldes opositores.
Carabineros eligió la noche para actuar. Así se evitó que llegaran a los colegios grupos de simpatizantes del movimiento estudiantil, lo que hubiese dificultado la labor policial. Sin embargo, el desalojo no estuvo libre de violencia, que en algunos casos fue extrema. Hubo más de un centenar de detenidos y algunos heridos.
Sin embargo, el punto negro en todo este panorama fue el balance de destrucción con el que fueron entregados los colegios y liceos, acciones que indudablemente afectarán la imagen del movimiento estudiantil, porque con la destrucción de las instalaciones actualmente existentes en los establecimientos educacionales no se va a lograr que se acabe el lucro, que se mejore la educación o que se logre la gratuidad. Entonces muchos se preguntan ¿por qué luchan los estudiantes si en vez de construir algo nuevo destruyen sin razón lo que aún está en pie?
Pienso que el movimiento estudiantil debe plantearse y replantearse estas interrogantes y sus objetivos para ir avanzando en la dirección correcta. Hoy se ve en todo el mundo un descontento globalizado, con posiciones y técnicas similares de lucha, debido a la existencia de un sistema capitalista extremo que se caracteriza por grandes injusticias que impiden el desarrollo y la felicidad del ser humano, dos aspectos que deben ser los objetivos centrales de una sociedad y no una que esté noche y día  concentrada en  el crecimiento del PIB. Si en Chile el 5 por ciento de los ricos capta el 70% de las riquezas del país, jamás podremos salir de la profunda desigualdad económica y social que nos afecta y que con mucha razón somos un país criticado por los organismos internacionales como la OCDE en París.
Vemos hoy protestas en Europa de los indignados, también en Estados Unidos, en Brasil y en otras naciones donde la gente no está dispuesta a tener que seguir trabajando para los empresarios o quienes controlan las bolsas de comercio y el mercado financiero global. Lo poco que se ha podido conseguir frente al poder que tienen los ricos se le debe a la actividad de los movimientos sociales que son muy importantes como herramientas del cambio que viene para terminar con la crisis que vive la humanidad.
En Chile también son importantes, pero debe evitarse la violencia extrema que vimos en la marcha por la Alameda el miércoles pasado, con encapuchados y delincuentes que arrasaron con tiendas establecidas perteneciente, muchas de ellas a comerciantes esforzados o emprendedores, donde se utilizó el pillaje y el fuego para incendiar locales comerciales.
Es cierto que han pasado ya siete u ocho años de este movimiento que en un principio fue tenue e inofensivo, pero hoy ha pasado a altos grados de violencia con participación de “delincuentes profesionales” que se aprovechan de la situación, frente a los cuales las autoridades hacen la vista gorda. Son siete u ocho años en que ni el gobierno de Michelle Bachelet ni el actual han dado soluciones concretas a las demandas sociales y educacionales. Y en este momento, en víspera de elecciones, este país está inserto en una gran crisis político-social, con soluciones que no se vislumbran o se ven sumamente difíciles y lejanas.
Todo esto nos ha llevado a una decadencia política de proporciones en un país donde son muy pocos lo que  creen en los partidos y movimientos políticos, mientras que los actores de la política han perdido todo respeto, credibilidad y son vistos como “engañifas” que defienden su crecida dieta que le paga el Estado por discutir leyes que después, por intereses personales, grupos económicos o el lobby, simplemente no se aprueban o son completamente modificadas hasta el punto de que no le sirven al pueblo ni al país para su desarrollo objetivo. Los políticos forman una “casta social”  con muchos privilegios, que promete, promete y no cumple. Frente a esto, el ciudadano ha crecido, conoce a los mentirosos y es hoy un personaje empoderado.
Ojalá que el candidato presidencial que llegue al poder en noviembre se fije muy bien lo que dice y lo que promete porque el nuevo ciudadano le va a cobrar la palabra y lo hará en la calle integrando nuevos y masivos movimientos sociales. El período que viene será mucho más difícil que el actual.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario