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lunes, 17 de junio de 2013

17-6-13-N°858
Ponce, Lorca y Lagos


Por Camilo Escalona

En la segunda quincena de junio de 1975, la dictadura que imperaba en Chile, que ciertos actores políticos llaman hipócritamente gobierno militar, llevó adelante una cruenta ofensiva represiva contra los militantes del Partido Socialista de Chile, que sobrevivían en muy precaria situación después de haber sido sistemáticamente perseguidos durante casi dos años, desde el golpe de Estado del once de septiembre de 1973.

No era un régimen amenazado, tampoco existía ningún peligro de guerra civil o confrontación armada; simplemente fue una acción criminal que desarticuló al núcleo de la dirección política socialista que se había constituido en la clandestinidad. Fueron apresados y nunca más se supo del paradero de Exequiel Ponce, Carlos Lorca y Ricardo Lagos Salinas, miembros de la Comisión Política, que lideraban una organización fuertemente debilitada por una represión sistemática.

Sin embargo, a pesar de ser detenidos desaparecidos, el legado de Ponce, Lorca y Lagos perdura hasta hoy. Su convocatoria al entendimiento entre el centro y la izquierda, entre el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, para reconquistar la democracia en Chile, pasó a constituirse en la clave del proceso político chileno de las últimas décadas.

Seguramente el brazo represivo de la dictadura, la DINA, los persiguió con la saña y alevosía con que lo hizo, precisamente para impedir que se avanzara en la configuración de la alternativa política, capaz de ofrecer una salida viable al momento del reemplazo del régimen militar. La división extenuaba a la oposición a Pinochet. Impidiendo la unidad democrática y nacional que se necesitaba se alargaba artificialmente la duración de la dictadura.

Ahora que entramos en el período de campaña presidencial, me permito reivindicar ese legado, el de Ponce, Lorca y Lagos, como precursores de la unidad democrática que abrió paso a una nueva realidad para Chile.

Comprendo que existen personas que subvaloran la importancia de ese acuerdo estratégico, han llegado hace poco a la lucha política o sufren de amnesia. Piensan que alcanzar una sociedad democrática con justicia social es cuestión de simple voluntad.

Que los deseos pidiéndolos vehementemente se harán realidad. Se trata de un error muy antiguo, creer que la transformación social es muchísimo más simple y fácil de lo que efectivamente resulta ser.

Lamentablemente, en la memoria histórica tiende a desdibujarse el período dictatorial, los sufrimientos y penurias que bajo su arbitrio se generaron; los tormentos que se sufrieron y los padecimientos que se vivieron hasta recuperar la democracia.

Sin embargo, para la nación chilena la unidad de los demócratas ha tenido un valor esencial. Recuperar la democracia que se había destruido con tanto esmero durante más de diecisiete años no podía hacerlo una minoría, por iluminada que fuere. Reinstalar el horizonte de una democracia solida, robusta solo iba a ser posible desde la acción y la capacidad de una mayoría nacional que así lo llevara adelante.

El esfuerzo que costó la vida a Ponce, Lorca y Lagos no fue sólo un testimonio de lucha heroica; tampoco simplemente una consecuencia política sin límites, junto a ello, a su arrojo increíble y su voluntad indomable, lo que ellos forjaron y anticiparon es un patrimonio moral y político que hoy menos que nunca puede desecharse.

Su sacrificio no fue en vano. No olvidemos que la roja bandera del Partido Socialista de Chile lleva una cuota de su sangre.

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