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Foto diario El País
Miles y miles de manifestantes marchando, fuego en las calles, saqueos y una Asamblea Legislativa a punto de ser tomada: Río de Janeiro fue por siete horas la ciudad de la furia, el epicentro del descontento social más airado que recuerde Brasil en décadas, fue el dramático relato expresado aquí en un despacho del corresponsal de la agencia francesa AfP.
“Sobre el final de la tarde del lunes – continúa el relato periodístico - , una multitud -100.000 personas según la policía militar- se apoderó del centro de una de las ciudades que por estos días acoge la Copa FIFA Confederaciones. Lejos de concitar el entusiasmo generalizado, el torneo se convirtió en uno de los blancos de la rabia y la frustración de sectores sociales que piden más inversiones en transporte, salud y educación. El millonario gasto en estadios como el Maracaná fueron para muchos la gota que colmó el vaso.
"Estamos muy molestos con Dilma (Rousseff), está acabando con el país y por eso el pueblo está en la calle. Se dio el lujo de invertir en un evento que va a acabar mientras aquí todo está mal", señaló a AFP Rosange Campos, esposa de un bombero. De todos los lados iban apareciendo jóvenes estudiantes, ancianos, empleados públicos, esposas de policías y de bomberos. Algunos llevaban los rostros pintados, otros iban envueltos en banderas, y no eran pocos los encapuchados. Todos protestaban.
Las consignas eran airadas y del más variado tipo. "No necesitamos Copa, queremos salud, educación, seguridad", gritaban al unísono los estudiantes. "¡Fuera Cabral!", se oía gritar desde otro punto de la protesta en referencia al gobernador de Rio de Janeiro, Sergio Cabral. Sobre las paredes de los edificios altos un proyector reflejaba el mismo pedido, mientras desde las ventanas caía papel picado al paso de la multitud. "Rio despertó, el pueblo apareció", rugía la multitud.
Conforme la marcha se acercó a la Asamblea Legislativa, se hizo evidente la fuerza de la protesta. La policía decidió rezagarse y en un momento sólo se veían manifestantes avanzando a paso firme hacia el punto donde ardía en llamas un auto. El edificio legislativo estaba rodeado de jóvenes enfurecidos. En varios metros a la redonda no se veía un uniformado, y grupos de encapuchados intentaban subir por las escaleras exteriores.
Un fotógrafo de AFP observó cuando desde la multitud eran arrojadas bombas molotov contra los policías que custodiaban el lugar. Al menos uno de ellos fue golpeado por varios manifestantes, mientras los demás agentes se atrincheraron dentro del edificio, 20 de ellos heridos, según la secretaría de Seguridad estatal. El centro de Rio de Janeiro parecía fuera de control.
Los estruendos de pólvora y de bombas lacrimógenas se multiplicaron, y generaron pequeñas estampidas que eran contenidas a los gritos de "no corran, no corran, somos más". "No sólo es el alza de la tarifa (del autobús) lo que nos tiene aquí. Es todo: es esta educación que no sirve... No hay calidad en servicios públicos", declaró a AFP Estevao Siffert, un estudiante de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
La llovizna que cayó sobre el final de la protesta desocupó una parte de la zona. Sin embargo, en una de las calles aledañas a la sede del legislativo el fuego empezaba a arder. Un grupo de encapuchados levantó una especie de barricada en llamas mientras otros la emprendieron a patadas contra las cortinas metálicas de varios comercios cerrados y entraron.
De lo oscuro fueron saliendo con ordenadores, sandalias y demás artículos, mientras del otro lado los manifestantes les gritaban "ladrones" y unos pocos intentaban detenerlos en su huida. Poco antes de la medianoche, un escuadrón del batallón de choque dispersó a los manifestantes con balas de goma y gases lacrimógenos. Los bomberos apagaron la hoguera y atendieron a los heridos, dos de bala.
Desde Ginebra piden moderación en Brasila
La alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, pidió hoy a las autoridades de Brasil que respondan con moderación a las protestas sociales que se han multiplicado en el país, al tiempo que instó a los manifestantes a prescindir de la violencia para hacerse escuchar.
Las manifestaciones que comenzaron la semana pasada en Sao Paulo contra el reajuste de las tarifas de transporte público se extendieron ayer a una veintena de ciudades del país.
La funcionaria de Naciones Unidas animó a las partes a entablar un diálogo abierto para encontrar soluciones a demandas sociales que consideró válidas.
"Con más protestas planificadas, nos preocupa que el uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas policiales pueda repetirse", señaló Pillay en una declaración escrita, tras recordar que se trata de las manifestaciones ciudadanas más importantes que se han visto en Brasil en los últimos veinte años.
Pillay felicitó a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, por sus comentarios reconociendo la legitimidad de las manifestaciones, así como el acuerdo en Sao Paolo de que la policía no utilizará balas de caucho.
Además del aumento del coste del transporte público, las protestas populares también reflejan el malestar de un sector de la población por las importantes inversiones públicas efectuadas para acoger el Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos dos años después.
Violencia en torno al Maracaná
Tres mil manifestantes, en su gran mayoría jóvenes, fueron rechazados la tarde de ayer con violencia por la fuerza de choque de la Policía Militar, cuando intentaron llegar al estadio de Maracaná en Río de Janeiro donde se estaba jugando el partido México-Italia de la Copa de las Confederaciones. Mientras los manifestantes gritaban “no a la violencia” y “preferimos educación y sanidad a la Copa”, la Fuerza de Choque con miedo a que los manifestantes pudieran llegar hasta las puertas del estadio, arremetieron con gases lacrimógenos, espray de pimienta, balas de goma y golpes de porra.
La policía estaba equipada con un helicóptero, perros y elementos a caballo. Aún sin datos oficiales, se sabe que hubo heridos y detenidos. Los manifestantes alzaban pancartas con los números de los miles de millones de reales que a Brasil le han costado la Copa de las Confederaciones y el Mundial.
Ante la violencia de las fuerzas del orden, los manifestantes corrieron hacia el Parque de Boa Vista donde fueron cercados para que no volvieran al estadio. En el parque había familias con niños y turistas que fueron alcanzados por los gases lacrimógenos.
Cuando los aficionados empezaron a salir del estadio, se cruzaron con grupos de manifestantes que huían del acoso de las fuerzas policiales.
Los manifestantes que ante los policías que les cargaban gritaban “No queremos violencia” -y hasta intentaron darles flores-, cuentan que en segundos se vieron envueltos como en una guerra.
Según contaron los reporteros del portal Terra, la tropa de Choque de la Policía Militar “actuó con violencia, demostrando una falta total de profesionalidad para lidiar con multitudes y críticas de la población”. Las protestas callejeras, cuyos manifestantes iniciaron en São Paulo reivindicando mejores servicios de transportes públicos y más baratos, ahora se están diversificando y concentrando en los gastos del Gobierno con los compromisos deportivos.
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