Por Enrique Fernández

Cuando el ingeniero comercial Miguel Mellado Suazo activó la grabadora de su celular, puso en marcha uno de los procedimientos tecnológicos que utilizan los periodistas. Por algo, antes de ser diputado de Renovación Nacional fue director de Extensión y Comunicaciones de la Universidad Autónoma de Temuco.

Y antes, bajo la primera administración del presidente Sebastián Piñera, fue gobernador de la provincia de Cautín, en la región de la Araucanía a la que ahora representa en el Parlamento. Por esa investidura, junto a otros parlamentarios, fue invitado a una reunión privada con el Presidente de la República para analizar los problemas de la Araucanía..  

– Espero que no me estén grabando –dijo el Presidente Gabriel Boric al comenzar la reunión. El mandatario no sabía que uno de sus invitados traicionaría su buena fe. Y el Honorable Diputado tampoco sabía que, al grabar esa conversación privada, cometía un delito que puede ser castigado hasta con cinco años de cárcel y 500 UTM  (más de 30 millones de pesos). Los periodistas sí lo saben, porque así lo dispone el Código Penal en su artículo 161 A, que señala:

“Se castigará con la pena de reclusión menor en cualquiera de sus grados y multa de 50 a 500 Unidades Tributarias Mensuales al que, en recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al público, sin autorización del afectado y por cualquier medio, grabe, capte, intercepte o reproduzca conversaciones o comunicaciones de carácter privado”.

Si los tribunales aplican esta disposición, Mellado perderá su fuero parlamentario y comparecerá como autor de un delito. Por cierto, no sería su primer conflicto con la justicia. Cuando dejó su cargo como gobernador provincial de Cautín, hace una década, Radio Biobío reveló que tenía 23 querellas por giro doloso de cheques.

Del mismo modo que ahora, el exgobernador no admitió inicialmente sus faltas, pero terminó confesando que “fue una situación realmente lamentable para mí”. “Aprendí muchísimo, maduré montones”, aseguró.

“Cualquier persona puede caerse en la vida y lo importante es levantarse”, dijo en ese entonces. Y Mellado se levantó. Llegó al Parlamento, primero en marzo de 2018 y luego en marzo de 2022, para un segundo período como diputado.

Y cuando la tarde del jueves se filtró la conversación entre el Presidente y sus invitados, el parlamentario no sólo guardó silencio, como hace algunos años, sino que condenó la filtración. Así fue: Condenó la filtración…

“Es lamentable y se quiebran las confianzas con esta filtración”, afirmó en tono severo, sin el menor asomo de pudor.

Pero con el paso de las horas, vio que su intento de ejercer el periodismo había desencadenado un escándalo de proporciones. Los medios de comunicación difundieron el audio que él les envió y desde todos los sectores repudiaron la filtración. Unos y otros se preguntaban quién era el desubicado que cometió tan grave delito.

Sólo entonces el diputado admitió ser el autor de la grabación. Explicó que ignoraba que no debía grabar las palabras del Presidente, cuando Boric se manifestó dispuesto a enfrentar “sin tapujos” el “terrorismo” en la Araucanía. Eso era lo que a Mellado le interesaba difundir.

“Si alguno se sintió ofendido, pido disculpas a todos los involucrados, al Presidente, a los ministros y a los parlamentarios”, declaró, en un mensaje por las redes sociales.

Su “mea culpa” no convenció sin embargo a todo el mundo. El exministro del Interior Jorge Burgos se mostró escéptico. Estimó que “probablemente realizó esta declaración porque lo tenían pillado, no se explica de otra forma”. “Es de las cosas más ordinarias que he visto en la política”, agregó.

Al día siguiente –viernes-, la actitud del diputado filtrador volvió a experimentar un cambio. Con el apoyo de algunos de sus colegas de la derecha opositora, optó por aplicar aquella sentencia popular según la cual “la mejor defensa es el ataque”.

“No siento vergüenza”, dijo, tal como lo hizo años atrás cuando fue acusado de falsificar cheques y estuvo prófugo de la justicia. “Lo que sí, hay –admitió- es un tema que. mirado al día de hoy, es un tema de ética”.

Y ése es el punto, porque en muchas ocasiones los mandatos de la ética y las normas legales se encuentran y son similares. Es lo que sucede con el uso de la grabadora, como bien lo expuso el periodista y escritor Gabriel García Márquez, en una conferencia ante la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), el 10 de octubre de 1996.

“El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventarse”, advirtió el intelectual colombiano, (Premio Nobel de Literatura en 1982). Este pequeño artefacto. que ahora se oculta en un celular, no es un substituto de la memoria sino una evolución tecnológica que reemplaza a la modesta libreta de apuntes. Y García Márquez, en una de sus habituales genialidades, proclamó esta enseñanza para los jóvenes periodistas (o viejos diputados):

“La grabadora oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón”.