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jueves, 3 de enero de 2013

BACHELET PARECE QUE ESTUVIESE CORRIENDO SOLA, PERO SI GANA, SE ENFRENTARÍA A UN GOBIERNO INCIERTO, SOLITARIO Y DIFÍCIL

Por Walter Krohne

La encuesta CEP conocida hoy en Santiago es un documento serio que revela las perspectivas electorales actuales de Chile. Hemos confirmado una vez más que la figura política de máxima influencia en el electorado chileno sigue siendo la ex Presidenta Michelle Bachelet, ubicándose en una posición que parece tener pocas posibilidades de variaciones en los 302 días que quedan para la elección presidencial. Estamos hablando de un 75% de evaluación positiva, que es lo que le asignaron los encuestados, contra un 51% para el candidato de la derecha mejor ubicado, el ex ministro de Obras Públicas Laurence Golborne. Si nos guiamos por la intención de voto y si la elección fuera el próximo domingo, Bachelet obtendría un 54% de las preferencias contra un 15 por ciento de Golborne, 8 por ciento de Marco Enríquez-Ominami y 7% de Andrés Allamand.


La carta Bachelet aparece hoy como segura. Sin embargo, sus partidarios no deberían jugar al triunfalismo, menos en política donde siempre pueden darse sorpresas o situaciones inesperadas. En todo caso, ella puede darse el lujo de regresar a Chile en mayo o junio, si así lo desea, porque como se puede ver su fuerza electoral parece imparable. Bachelet anula a todos los otros candidatos de la oposición y también a los de la derecha, al parecer sin mayores complicaciones.


Como se puede apreciar, la derecha la tiene muy difícil, no tanto por los candidatos, sino por la falta de conexión entre “el supuesto legado” del Gobierno de Sebastián Piñera y los dos presidencialistas de la Coalición por el Cambio, lo que se debe principalmente a su imagen personal mala o muy mala que le dio en la encuesta: un 51% de desaprobación, un 63 por ciento de desconfianza y lo presenta como un mandatario que le es lejano al 72% de los chilenos. Ya lo dijo el vicepresidente de Renovación Nacional,  Manuel José Ossandon: "Es un fracaso tremendo”.


Estos tres antecedentes tienen pocas posibilidades de sufrir cambios o de mejorar en los días que faltan para la elección por dos razones fundamentales: 1.- las comunicaciones de La Moneda son y han sido malas o muy malas desde que asumió el gobierno de Piñera en marzo de 2010 careciendo sus voceros de la capacidad para explicar sin rodeos lo que hace el Gobierno y por qué lo hace. Ejemplos hay muchos, como el conflicto mapuche, Freirina, la decisiones ecológicas tomadas entre cuatro paredes, la dilatación innecesaria de los conflictos, la no solución de los problemas que pide la gente o las acusaciones judiciales que han significado para el Ejecutivo trastornos y rotundos fracasos. 2.- La desconfianza de los chilenos hacia el Presidente tiene una explicación: su condición de empresario, término que en Chile se ha transformando en un concepto negativo, especialmente por la falta de cercanía que tienen los representantes del empresariado con los sectores más populares como también con los trabajadores. Ser empresario en Chile es como jugar al borde de la legalidad y con el único objetivo de duplicar o triplicar las ganancias personales. Desde un comienzo Piñera tuvo problemas por su condición de empresario y controlador de empresas lo que lo obligó a vender parte de sus inversiones, entre otras las que tenía en Lan Chile y también en Colo Colo.


Así, esta realidad encuesteril parece estar indicándonos que la derecha tendría poco que hacer en esta elección presidencial, especialmente cuando el candidato con las mayores posibilidades, Golborne, es también representante del empresariado, aunque él se esfuerce en presentarse como un ciudadano de la clase media, aunque proviene de una familia en la cual su padre era dueño de una ferretería en Maipú, es decir un miniempresario.


Pero Bachelet no está sólo dejando fuera de competencia a la derecha sino también a los propios partidos de la Concertación y de la oposición en general que también tienen aspiraciones presidenciales.

En otras palabras, la ex Presidenta está corriendo casi sola por el momento con grandes posibilidades de triunfo. Sólo falta un programa, que ya lo han estructurado en el fondo los movimientos sociales.


Pero el problema no está resuelto, porque si Bachelet llegara a ser nuevamente Presidenta de Chile, recién allí comenzarían sus problemas reales. Los viajes por el mundo y sus discursos en conferencias internacionales de la ONU pasarán al olvido para comenzar a vivir un agitado nuevo período en un país en que las exigencias populares de movimientos organizados se multiplican cada vez más. Los estudiantes comenzaron las protestas callejeras precisamente durante su gobierno, luego con Piñera continuaron pero con el apoyo de otros gremios que también piden cambios profundos. La izquierda dura, que se organiza más rápidamente de lo que parece, no perdonará ni dejará pasar una nueva oportunidad vinculada al poder sin demandar puntos contundentes de cambio como son una nueva Constitución, una reforma educacional en serio, una reforma laboral amplia y contundente, una nueva reforma tributaria amplia y seria,  y la apertura de nuevas vías de participación popular en las decisiones del Estado.


Para enfrentar este desafío, Bachelet requerirá de un equipo humano y político nuevo, fuerte y sabio, del cual carece actualmente y no le será fácil encontrar.


¿Qué salida tiene entonces?

Todavía tiene la posibilidad de rechazar la candidatura, pero para ello necesitará una buena excusa.

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