Por Ricardo Israel
¿Qué viene después del término de los alegatos? ¿Cómo Chile y Perú tienen las mejores relaciones posibles? ¿Cómo construir futuro y no seguir hurgando con y sin obsesión en el pasado? ¿Cuáles son las lecciones y aprendizajes?
En primer lugar, las respuestas a estas preguntas van a quedar condicionadas a lo que se haga entre el término de los alegatos y el fallo de la Corte. Los gobiernos deben dar todas las señales posibles, partiendo por las seguridades más absolutas de respeto a la sentencia, cualquiera que esta sea.
En segundo lugar, aceptar que este fallo va a tener un impacto en la política interna de ambos países y actuar consecuentemente. Es así que en Perú existe una fuerte presencia del nacionalismo político (importante en la propia elección del Presidente Humala), a diferencia de Chile donde ha sido prácticamente inexistente como fuerza política o al menos de escasa relevancia en el siglo XXI. Sin embargo para Chile, el fallo va a llegar en plena campaña presidencial, por lo que indudablemente va a tener un fuerte impacto.
En tercer lugar, por lo anterior, sería útil que en vez de lanzar acusaciones unos a otros, como país se obtuvieran las lecciones correspondientes.
a) La primera es pasar a conformar un Estado con capacidad estratégica de la cual carecemos, lo que se demuestra no sólo en ciertos elementos de política exterior, sino también en la incapacidad de abordar situaciones de verdadera seguridad nacional tales como el hecho de que la población apenas se esté reproduciendo, la previsible escasez de energía, una obsoleta estructura centralista en perjuicio de las regiones y los gobiernos locales, y varios similares. Ello incluye la necesidad de un proceso de toma de decisiones más integrado.
b) Se debe enfrentar el hecho que nuestras diferencias con los vecinos no son primordial ni exclusivamente jurídicas como siempre hemos actuado, sino están fuertemente enraizadas en la historia, por lo que un fallo no va a poner fin a los conflictos. Ello incluye también en el Perú una memoria selectiva que pone acento en la Guerra del Pacífico. Es en ese sentido, que mucho se debe hacer en la forma como se educan las nuevas generaciones.
c) Entender que las relaciones entre los países no son sólo ni exclusivamente económicas, sino que están fuertemente influenciadas y hasta determinadas por una variedad de elementos.
d) Con la tranquilidad que se puede descartar un escenario bélico, Chile debe actuar en forma más proactiva y no reactiva como lo ha estado haciendo desde hace demasiado tiempo. Ello pasa por un acción más enérgica en lo político, donde sin complejos se exponga nuestra posición ante el mundo, incluyendo organismos internacionales.
e) Chile debe actuar en la forma más conveniente a sus intereses, incluyendo mucha coherencia con lo que señalamos en La Haya y la forma como se vota en las Naciones Unidas y otras organizaciones, cuando el tema que discuten otros países tiene que ver con elementos similares (aunque no iguales) de territorios, fronteras y paz.
En cuarto lugar, las lecciones no son sólo para el Estado sino para toda la sociedad, ya que si algo diferencia a nuestros vecinos de Chile, es que al norte del país existe una muy acabada internacionalización de su visión de la historia de la cual carecen los chilenos. Lo anterior no es extraño, ya que es habitual que el pasado se sienta distinto entre ganadores y perdedores de guerras. Sin embargo, en Chile se debe hacer un esfuerzo a un doble nivel: sistema educacional y medios de comunicación. En este último caso, el pobre resultado en rating de quienes han transmitido en directo los alegatos es una clarinada de alerta, ya que en el fondo, es una prueba de lo anterior, desde el momento que no es simple para una población numerosa ser sometida de repente a una temática poco conocida, con una puesta en escena de difícil comprensión.
En quinto lugar, Chile ha gozado siempre de una unidad política en estos temas, pero al mismo tiempo hay un exceso de secretismo, casi impropio de una sociedad democrática de las características del país. En efecto, son pocas personas las que participan en el proceso de toma de decisiones, y hay un insuficiente debate público y político, demostrado por la total ausencia de esta temática en las últimas campañas presidenciales, situación que ojala sea corregida en la que se avecina.
En sexto lugar, Perú posee claridad en sus definiciones estratégicas, y por lo tanto, mucho ayudarían dos declaraciones que debieran contar con la mayor solemnidad y visibilidad: que este fallo de La Haya sería la última reclamación del país del norte, no existiendo ninguna pendiente. La segunda declaración necesaria es la que proporcione seguridad de que Perú no interferiría y daría apoyo a todo acuerdo pacífico y bilateral entre Chile y Bolivia, ya que en el pasado siempre ha sido un objetivo del más alto interés nacional de Perú el tener frontera con nuestro país y no exclusivamente con Bolivia en el sur de su país. Por cierto Perú tiene sus propias peticiones, pero como tienen mucha claridad acerca de sus intereses y su defensa, seguramente no van a tener problemas para explicitarlas.
Chile ha actuado bajo una ilusión, la de ser más queridos que respetados, lo que no ha dado los resultados esperados.
En resumen, la idea es como tener las mejores relaciones posibles. Por cierto, las económicas son las mejores de nuestra historia, y las militares y policiales han sido más estables, con menores vaivenes que las políticas y las diplomáticas. Pienso que ayuda mucho la claridad y ello pasa por un Chile más activo que reactivo y con visión estratégica de lo que haga y deje de hacer.
Una mirada estratégica de nuestras relaciones y una claridad total de nuestras posiciones, es decir, que todo otro país sepa cuáles son nuestros declarados intereses, está lejos de perjudicar y solo puede ayudar a tener mejores relaciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario