Por Wilson Tapia Villalobos
El diputado Patricio Hales acaba de anunciar una decisión que representa un primer paso. Negarse a postular a una quinta reelección en 2013, es una actitud que debe medirse por las razones que esgrime para adoptarla. Y éstas están determinadas, afirma, por la necesidad de acercar la coherencia a la acción política. Él rechaza la institucionalidad que rige la elección de autoridades del Poder Legislativo. Específicamente el sistema binominal, que asegura a dos coaliciones mantener el dominio de la democracia representativa nacional. Es conciente que debe producirse un cambio en los liderazgos. Es lo que plantea desde su Partido Por la Democracia (PPD). Y termina la explicación de su actitud llamando a que es esencial cuadrarse detrás de la candidatura presidencial de la ex presidenta Michelle Bachelet.
Encomiable la decisión de Hales. Demuestra convicción y seguramente le aligera el alma. Pero está lejos de resolver el grave problema que aqueja a la política chilena. Él debe saber que el recambio no se resuelve con medidas parciales. O se llevan a cabo mutaciones estructurales al costo que sea necesario o los esfuerzos se pierden bajo la presión del poder que hoy impera. Y eso es lo que, en cierta medida, él plantea al mostrar como única solución a la ex mandataria. Puede que sea la única carta salvadora para el conglomerado de que él forma parte. Pero nada hace presumir que la señora Bachelet vaya a cambiar las estructuras en educación, en salud, en el control estatal sobre la actuación de los privados. Entre otras razones, porque no lo hizo en el pasado y hoy no se conoce lo que piensa al respecto. A excepción, es cierto, de algunas declaraciones incluidas en cartas a Partidos como el del diputado Hales. Tales afirmaciones, sin embargo, están lejos de constituir un esquema programático.
La propuesta de Hales -en la que es apoyado por numerosas voces de la Concertación- suena más bien a una solución coyuntural algo desesperada. Eso hace que el problema persista. Si bien se acerca una elección presidencial, el problema es mucho más de fondo. Chile sigue siendo un país cuya estructura democrática fue diseñada por una dictadura. Y pese a lo que hayan dicho y digan los cuatro presidente concertacionistas -Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet- el sistema que convirtió a Chile en el primer laboratorio neoliberal del mundo, sigue intacto.
No se puede pensar que tal estado de cosas vaya a cambiarlo la derecha. Tal vez pueda pedírsele un poco de decoro. Y que sus ministros, como el ex de Justicia, Teodoro Ribera, den ejemplos de decencia administrativa. Hoy el presidente de la República, Sebastián Piñera, le pidió la renuncia al cargo. Pero su caso es uno más en la administración actual, en que los conflictos de intereses han escalado hasta el propio Piñera.
Hoy parece claro que las instituciones no funcionan tan eficientemente como se ufanaba el ex presidente Lagos. La ciudadanía lo ha percibido y su molestia se hace evidente en la condena a la política en general, y a los líderes políticos en particular. Es cierto que de tal juicio negativo escapa con holgura Bachelet. Pero eso es más bien una manifestación de afecto, que un reconocimiento a la eficiencia o a una visión política de largo plazo. Con seguridad, ella constituye la única respuesta a la crisis que viven los partidos de la Concertación. Pero, insisto, el problema de fondo persiste. Ella puede ser la solución al 2013. ¿Y después? La respuesta seguramente va a ser: Ya se verá.
Por lo que hoy se ve, las alternativas no abundan. Ni en la derecha, ni en la Concertación. La creación de líderes políticos no es algo que se produzca de manera acelerada. Y si aparece alguno espontáneamente, la historia demuestra que el desarrollo del proceso posterior de crecimiento de ese líder estará plagado de dolorosas experiencias para su pueblo.
En la Concertación, la falta de renovación en los liderazgos es dramática. Y aquellos dirigentes que han aparecido encabezando movimientos sociales están muy lejos de querer transformarse en referente de una coalición que les ha vuelto la espalda…o los ha traicionado. En la derecha, la búsqueda de la Unión Demócrata Independiente (UDI), más que cuidadosa, ha sido oportunista. Laurence Golborne es un tecnócrata que de política sabe poco. Alcanzó popularidad gracias a la exposición mediática que le permitieron los mineros enterrados en la mina San José. Renovación Nacional debió inclinarse por Andrés Allamand. Se trata de un dirigente que espera su oportunidad desde hace tiempo. Pero justo es reconocer que su accionar no ha estado marcado por una estrella que alumbre su creatividad.
La dirigencia política parece ciega a los signos que muestran los tiempos. Los ocho millones de chilenos que se negaron a votar en las municipales ¿irán ahora a las urnas? Nada asegura que las elecciones legislativas y presidenciales les parezcan más atractivas. Sobre todo en un país que da muestras a cada momento de una segregación social aberrante. Con un per capita cercano a los US$ 19.000, Chile encabeza la bonanza en América Latina. Sin embargo, un 14% de sus ciudadanos sigue sumergido en la pobreza. Y hasta el Estado se encarga de marcar diferencias. Los trabajadores de Codelco Chuquicamata recibirán un bono de $16 millones 800 mil, un préstamo blando de $3 millones, más un reajuste de 7,5% de sus remuneraciones por un nuevo acuerdo salarial. Mientras tanto, los funcionarios fiscales deben presionar con anuncios de paros para lograr un aumento de 5% en sus más bien magros sueldos. Y lo que está ocurriendo en el ámbito privado de la educación, de la salud, del retail, de los bancos, es simplemente vergonzoso. Los únicos perjudicados son los ciudadanos.
Es evidente que los problemas fundamentales de Chile no han sido resueltos ni sus soluciones se encuentran en camino. Pero por lo menos alguien ha dado un paso que lo acerca a una política ejercida con decencia.
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