En los años 80, del recién pasado siglo, usando las metáforas de George Orwell en “Rebelión en la granja”: se abrieron las puertas del gallinero a los zorros. Es una manera frase usada para señalar que se abrió la economía pública al interés privado, a la propiedad privada, a la discreción de la forma privada de hacer y lucrar. Todo ello bajo la disculpa de que la economía debía ser puesta en manos de quienes saben hacer uso de ella, y que el Estado debía replegarse a, simplemente, administrar lo poco que los privados, con vocación de “rey Midas”, no se interesaran por absorber como tareas provechosas a sus intereses; intereses privados que, desde ahora, será traducido como el equivalente del interés general (por aquello que publicitaba el señor Rockefeller, de que lo que beneficia a la General Motors, beneficia a los Estados Unidos).
Esto pudo ser aceptado porque América Latina (y el mundo entero) estaba sumido en la segunda gran crisis del capitalismo mundial, durante el siglo XX; crisis, de la que estoy convencido, aún no tenemos esperanzas de salir.
El modelo en crisis era, en apariencias, el modelo económico keynesiano. Este modelo se empleó como herramienta para sacar al mundo de la primera crisis, la de 1929-30, cuyo sistema responsable era el liberal.
El modelo keynesiano de postguerra, tuvo buen éxito, pues relanzó hacia el crecimiento a elevadas tasas, a la economía mundial, por 50 años. Pero aunque no fue en realidad el modelo keynesiano el culpable de esta segunda crisis de los 70-80, de todos modos se cargó sobre sus hombros la responsabilidad.
Entonces se ofreció nuevamente como paradigma, para salir de la crisis, al modelo “chicaguista” o neoliberal. La derecha mundial, que había estado en el ostracismo ideológico desde 1930, vuelve a resurgir, desde la cenizas-cual ave Fénix- y eleva su discurso a las cátedras del mundo, retomando las tesis de la autorregulación equilibrada de la economía, mediante el expediente de dejar hacer y dejar pasar a los empresarios. Señalando que debía ser quitado el peso que sobre las empresas ejercía el Estado y su burocracia corrompida, inepta y belicosa.
El resultado, luego de 30 años de aplicación de este modelo neoliberal, en Occidente (tiempo suficiente para evaluar un modelo), se llega a la conclusión que los resultados han sido más que cuestionables:
a) No se logra retomar un crecimiento suficiente del PIB mundial, que llega a ser casi la mitad del que se dio en el tiempo de aplicación del modelo keynesiano.
b) No se logran tasas de inversión que permita auspiciar un crecimiento económico de largo plazo, a buen ritmo.
c) La especulación financiera ha reemplazado a la actividad industrial y productiva; de hecho el dinero ha llegado a circular a una velocidad que es 70 veces la de los bienes reales.
d) La industria inmobiliaria y armamentista han sido los soportes de la era productiva neoliberal, con el agravante que ambas son inversiones de reproducción del capital al corto plazo.
e) Si se resta de las cifras mundiales al mundo asiático, entonces la economía de Occidente queda al desnudo como una región en crisis severa. Las economías asiáticas crecen al triple de las occidentales, mantienen tasas de inversión que también casi triplican a Occidente y su comercio se expande a velocidad enorme. El problema para Occidente es que el modelo seguido por Asia no es el paradigma neoliberal sino el modelo neokeynesiano, que es muy diferente al que aplicamos en América Latina y en Occidente, en general.
f) Los niveles de desigualdad han llegado a ser escandalosamente “sauditas” y la marginación social se hace creciente y peligrosa.
Chile, que ha sido el modelo más publicitado de la aplicación casi religiosa de los dogmas neoliberales, es el país con una de las desigualdades más escandalosas del mundo. Chile, que antes del neoliberalismo fue un país de clase media y sobria en su estilo de vida, se expone hoy como una sociedad segmentada entre un 5% de gente rica y un 15 % de gente media y un 80% de gente que apenas sobrevive con sus ingresos.
El rendimiento económico, en términos de PIB, ha sido bastante mediocre. Durante el reinado de Pinochet el PIB creció 2,5% y 0,5 percápita. Es decir, un descalabro. Durante la Concertación, la única etapa de crecimiento cotizable fue entre 1993 y 1998, que se debió a la llegada de inversiones en la minería, la venta de activos públicos y el desarrollo inmobiliario. La inversión transnacional en la minería ha significado una pérdida vergonzante para Chile; un derroche de los más grandes de su historia, y parece que va por la senda de eternizarse. Luego de ese quinquenio de crecimiento, Chile ha tenido una media de crecimiento a largo plazo en los 90 y la primera década de este siglo que no logra superar el 4,5%.
Toda el área industrial moderna que se ha instalado en el área de Vespucio Norte y la carretera San Martí, corresponden a importadoras; ni siquiera armadurías o maquila; simplemente receptoras de productos “llave en mano”. Mientras que Cerrillos, la tradicional área industrial que rodeaba a Santiago, al igual que Vicuña Mackenna, conserva las ruinas de las edificaciones abandonadas. Gracias a esta desindustrialización neta, es que los empleos son escasos y mal remunerados en Chile.
Qué es lo que crece, entonces, cuando se habla del PIB de Chile: fundamentalmente la minería (gracias a los precios internacionales del cobre); la banca y sus complementos financieros, que obtiene ganancias asombrosas (pero no tributan en Chile); el área del consumo, de base sustancialmente externa (importada); algo la agricultura (por las exportaciones frutícolas); la llamada “industria inmobiliaria”, que todos sabemos que es de reproducción acotada del capital, aunque de hecho es creadora de actividad interna, por las demandas en las otras industrias nacionales y el alto uso de mano de obra.
Pero es en los servicios que antes cubría el Estado, donde los nuevos capitales se han ensañado para medrar económicamente. En el sector salud, educación, seguridad social, espectáculos y deportes, es donde las nuevas corrientes capitalistas, que provienen de la “revolución neoliberal”, chicaguista y pinochetista, vienen imponiendo sus intereses a sangre y fuego.
Hoy vivimos el escándalo del fútbol, donde se acusa la intervención del Presidente Piñera , y a su ministro de educación, señor Lavín, para definir la presidencia de la ANFP (Asociación de fútbol profesional) en cierto personaje y contra su rival. El Presidente es propietario de la mayoría de las acciones de Colo Colo y al parecer quieren dominar el fútbol con un determinado sesgo concentrador de recursos, contra los equipos menores; pero, de paso, se aprovechan de deshacer del Director Técnico de la selección nacional, quien tuvo gestos poco amistosos para con Piñera y muy obsequiosos con la ex presidenta Bachelet y, en política, las deudas se cobran, sobre todo tratándose de gente que actúa con la lógica de poder, (recordemos las vendettas de ciertos “capos “ de cine, actividad en la que no se pueden permitir ofensas ni debilidades al honor de los jefes, por simple cuestión de sobrevivencia del más fuerte, y ellos son darwinistas doctrinarios, no lo olvidemos.
Pero, todo lo que absorba renta en el campo del consumo popular y de los dineros sociales, está siendo absorbido por estas pocas manos que, cual pulpos, deslizan sus tentáculos en cada una y en todas las actividades que antes se consideraban “gastos”. Hoy, por arte de magia, se transforman estos gastos sociales en miel nutricia para los paladares de esta gente de empresa, que se las arregla para introducir tarifas exorbitantes y comisiones ingeniosas en todo pliegue de este tejido social, que cubre malamente las partes pudendas de nuestra precaria sociedad; pero obviamente, se las arreglan para aparecer como desinteresados “samaritanos”, y el Estado reconoce su labor bienhechora eximiéndoles de impuestos.
Así ocurre, por ejemplo, con la educación superior privada, donde el mismo ministro de educación actual es propietario de una lucrativa universidad privada; donde se negocian “carteras de estudiantes” como si fueran activos económicos. Lo que si no negocian cuando venden universidades, son los bienes inmuebles, pues esos son los activos que permiten obtener rentas enormes sin pagar impuestos. Es por ello que las universidades se han convertido en las inversiones más deseadas por los grupos económicos más poderosos, como el grupo Penta y el grupo Sahie (por nombrar sólo dos).
Ahí se blanquean ganancias y se elude el pago de impuestos, debidos al Fisco en las otras múltiples actividades donde también cosechan abundantes riquezas. Estos inversionistas no están interesados en la calidad ni la pertinencia de los programas educativos; viven expandiendo las infraestructuras universitarias, para de esta manera cobrar más dinero o justificar las transferencias que deben hacer las instituciones de pantalla, que son las universidades, las que deben pagar todos sus recursos a los propietarios de los inmuebles donde estas casas de estudio funcionan. Lo que debió ser una actividad educativa nacional, se ha convertido en el vaciadero de una actividad especulativa empresarial.
Lo mismo está sucediendo con el sector salud. Las clínicas privadas se vienen asociando con estas universidades privadas que instalan facultades de medicina, a $ 550.000 pesos mensuales la escolaridad por alumno. Así ha acontecido con la Fundación Clinica Alemana; con INDISA y con la Clinica Santa María. Ahora son copropietarias de las organizaciones inmobiliarias que arriendan a las universidades los inmuebles para obtener rentas exentas de pago de impuestos.
El Plan Auge, está transfiriendo cada año $ 500.000 millones de pesos a las clínicas privadas, y al parecer la cuenta seguirá subiendo. En estados Unidos, la aplicación del Medicare, similar a nuestro “Auge”, arruinó la salud pública, haciendo subir el gasto en el sector del 6% del PIB al 13,5% en una década. ¿Quién pagará esa cuenta en Chile?
Las concesiones hospitalarias públicas, al igual que las cárceles, se transforman en otro coto de ganancias a costa del erario público. De esa forma, son los privados de las mismas grandes agrupaciones de poder, los que terminan absorbiendo el mayor gasto público; gasto que se financia no con impuestos de las empresas, sino con impuestos de los mismos pobres y asalariados, más las rentas extraordinarias del cobre que llegan a través de CODELCO.
Toda actividad que emerja en Chile, llevará el signo de utilidad privada empresarial. Nada quedará entregado al azar. Chile es el país más “empresocéntrico” del mundo, puesto que todo ha sido industrializado, incluso, la muerte.