Por Martín Poblete Pujol
El ataque combinado (drones, cohetería táctica, misiles) iraní a Israel, frustrado merced a la operación conjunta de las defensas electrónicas israelíes apoyadas por Estados Unidos desde el superportaviones Eisenhower en el Golfo Pérsico, y una fuerza de tarea naval en el Mediterráneo oriental, además de Gran Bretaña con aviones de tecnología vigente desde la base aeronaval británica en Akrotiri, Chipre, ha dejado un cuadro de variados enfoques desde gobiernos, así como también institutos especializados en universidades y entidades privadas dedicadas a los asuntos internacionales.
Un detalle importante fue la decisión del Reino Hachemita de Jordania de impedir el uso de su espacio aéreo soberano por fuerzas de una potencia regional, Irán, en el ataque a una tercera parte, Israel; Jordania mandó un mensaje significativo, su espacio aéreo no está ni estará disponible, para ser usado en operaciones militares de las cuales el Reino y sus gobernantes no son parte.
De los sucesos recientes, puede inferirse que Irán, en solitario, no está en condiciones de lanzar un ataque significativo contra Israel; sus drones, si bien parecen estar teniendo algún impacto en la guerra de Ucrania, no lograron llegar a territorio israelí; su cohetería y misiles, construídos con tecnología norcoreana y rusa, tampoco lograron llegar al objetivo.
Las operaciones militares extraterritoriales iraníes fueron ejecutadas por una unidad especial excéntrica respecto del Estado Mayor, la División Quds, creada por el asesinado General Qassem Suleimani, un táctico brillante; la capacidad de los Guardias Revolucionarios por ahora una incógnita. Al final, debemos admitir que poco sabemos de la forma como los altos mandos militares iraníes analizan y evalúan estos asuntos; cultural y étnicamente, los iraníes no son árabes, tienen una variable del Islam distinta de la Suní; la iglesia musulmana Chía en Irán con jerarquía de muftíes, mullahs, y ayatolas, su lectura del Corán y de la palabra del Profeta es distinta, otra lógica otra teología.
Curiosamente, en solitario, el Estado de Israel tampoco puede lanzar un ataque aéreo decisivo contra Irán. Ambos países están separados por una distancia de aproximadamente mil ochocientos noventa kilómetros en línea recta, de conseguir negociar permiso de pasada con Jordania y Arabia Saudita. La otra alternativa es usar el espacio aéreo de Siria e Irak, lo cual extiende la distancia por volar a largo más de dos mil kilómetros; el primer país, si bien militarmente diezmado por su prolongada guerra civil, sería hostil a la empresa; Irak, dónde aún queda influencia americana, tampoco estaría dispuesto a permitir una operación que tendría el serio riesgo de generar repercusiones internas de difícil control, entre grupos étnicos y religiosos de su población alineados con Irán. Una tercera opción sería operar desde Turquía usando el complejo aéreo-militar americano de Incirlik, asunto de dudosa negociación con el Presidente Erdogan y su gobierno. En cualesquiera de las tres opciones delineadas, el apoyo logístico masivo de Estados Unidos es indispensable, además del diplomático y político.
Vista en un contexto global, la Fuerza Aérea israelí es pequeña. Sus aviones de combate son americanos, F-15, F-16, F-18, y algunos F-35 de reciente entrega, solamente los F-18 y F-35 pueden transportar bombas atómicas tipo Hiroshima, todos ellos necesitan reaprovisionamiento de combustible en vuelo a la ida para permitir margen de maniobra en la aproximación a los objetivos, en jerga aeronáutica "loitering time", y por supuesto al regreso.
Todo lo anterior, asumiendo que la superioridad tecnológica permita que los F-15 y F-16 puedan eliminar, rápido, la segura resistencia de la Fuerza Aérea iraní y sus defensas antiaéreas. Cualquiera sea el enfoque analítico, una operación de alta complejidad, como no se ha visto desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
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