Perú actual
CADA VEZ SE SIENTEN MÁS
LOS SÍNTOMAS DE DEPRESIÓN CIUDADANA
Por Roberto Mejía Alarcón
Las
decepciones entre otras causas, como los contratiempos y los retos, llevan a la
persona hacia el mundo de la tristeza. Se producen bajas en el estado de ánimo,
surgen sentimientos constantes de desesperanza, a tal punto que quien sufre el
mal siente que la derrota consume todos los aspectos de su existencia. Llega a
la depresión total, su vida va cuesta abajo y puede ocasionar el final de su
tránsito por el espacio terrenal.
.
A decir de los especialistas la depresión avanza en la medida en que se
suman una serie de factores que pueden ser, además de los genéticos, los de
orden físico que se advierten con la desregulación del estado de ánimo, el
pensamiento, el sueño, el apetito y el comportamiento; o también los de orden
ambiental, ocasionados por la pérdida de un ser querido u otro motivo
estresante, siempre que no cuente con un sistema de apoyo sólido, al igual que
los llamados factores de riesgo, los mismos que se exteriorizan en casos de
carencia de apoyo social, abuso de alcohol u otras drogas, dificultades
financieras, victimización de abuso, despojo de bienes y asesinato, entre
otros.
Si observamos lo que está ocurriendo con la población peruana, sumergida
en un medio cargado de inseguridad física, aislamiento social, arrebatos
emocionales, incapacidad para cumplir con los deberes ciudadanos o para adoptar
buenas decisiones, síntomas de desesperanza e impotencia, ira, estado de ánimo
ansioso, irritabilidad, tristeza colectiva, falta de empleo decoroso, podría
afirmarse que está afrontando un cuadro preocupante de depresión.
Pero ¿quién o quiénes son los responsables de esta situación mental que
afecta en su conjunto a nuestra colectividad? Todos, absolutamente todos,
tenemos una cuota de culpabilidad y en ese todos, se encuentran en primera fila
quienes han ejercido o ejercen cargos de responsabilidad en los poderes del
Estado. Por una razón sencilla, ellos están investidos de autoridad pública y
por eso deben de presidir y gobernar una sana concepción del bien común,
concepción que se concreta “en el conjunto de las condiciones sociales que
permiten y favorecen en los seres humanos el desarrollo integral de la
persona”.
Ese señalamiento se evidencia palpando el sentimiento ciudadano. Este en
estos momentos no expresa mayor simpatía por el presidente Kuczynski. Tan es
así que la desaprobación del jefe de Estado ha aumentado 9 puntos respecto a diciembre
último, pero lo mismo se puede decir de Luz Salgado, presidenta del Congreso de
la República, que suma en contra un 42 por ciento de desaprobación, 2 puntos
más de lo registrado en el último mes del año pasado. Bien se sabe, sin
embargo, que a espaldas de dicha funcionaria, se esconde el perfil manipulador
de Keiko Fujimori, quien en la práctica oficia de presidenta de la bancada con
el mayor número de representantes y a cuya voz se encuentra supeditado el
comportamiento, la palabra, el gesto de Galarreta, Becerril, Torres, Salaverry,
etc. Keiko tampoco es bien vista por el ciudadano común y corriente, que con un
contundente 53 por ciento desaprueba su desempeño político. Otro tanto se debe
decir respecto a Verónika Mendoza, lideresa de Frente Amplio, colectivo de
izquierda, enfrascado en disputas internas, quien a la fecha tiene una
desaprobación del 59 por ciento, porcentaje alto sin lugar a dudas.
En pocas palabras existen quienes contribuyen a la actual crisis
depresiva del pueblo. Tal el caso del gobierno que no pasa del 39 por ciento de
aprobación y suma solamente 50 de respaldo a favor. Igualmente el Congreso que
va de mal en peor. Tiene un 61 por ciento de desaprobación y un preocupante 29
por ciento de quienes aun confían en su labor. Otro tanto en lo que respecta al
Poder Judicial que posee un elevado 64 por ciento que lo censura y un escaso 25
por ciento de aprobación. Así las cosas, me pregunto ¿Qué pasará más adelante
con estos funcionarios y poderes del Estado? Un adelanto de lo que viene lo ha
dado a conocer el fujimorista Miguel Torres, presidente de la Comisión de
Constitución del Poder Legislativo, quien, con una sonrisa en los labios, ha
citado la voluntad de traerse abajo el lote de 112 decretos legislativos dados
por el Ejecutivo y destinados a modernizar el Estado, siempre y cuando no
coincidan con los criterios técnicos de su bancada.
Por lo demás la corrupción imperante en la administración de los bienes
del Estado debe considerarse como una causal de la situación anímica de la población.
Cómo no sentir tristeza, cuando la posta de la corrupción iniciada por Alberto
Fujimori, hoy en prisión, pasó a la de Alan García, luego a la de Alejandro
Toledo, para llegar donde Ollanta Humala y Nadine Heredia, todos involucrados
en los sobornos millonarios institucionalizados por la empresa del brasileño
Marcelo Odebrecht. Cómo no caer en el desaliento, cuando el ex primer ministro
y hoy congresista Jorge del Castillo, declara con cinismo: “de la etapa aprista
hay sospechas; de las otras hay certezas”. Cómo no comprender el desencanto
ciudadano, cuando se entera por boca de Pedro Cateriano, el ex primer ministro
de Humala, que ha caído en el olvido los sobornos que se dieron cuando el
expresidente Fujimori y su asesor Montesinos compraban armas a Moshe
Rothschild. Cómo no sentirse impotentes cuando se ve que el juez mixto de
Tocache, Gilberto Cáceres, da un fallo para favorecer a quien como Miguel
Arévalo Ramírez, está siendo objeto de investigaciones que lo relacionan con el
narcotráfico en Perú y con carteles de la droga del extranjero. En fin, cómo no
sentir irritabilidad, cuando simultáneamente al anuncio de una “lucha frontal
contra la corrupción” de parte del Duberlí Rodríguez, nuevo presidente de la
Corte Suprema, se da a conocer que éste ha nombrado como miembros de las Salas
que resolverán en última instancia los procesos judiciales del país, a
magistrados como Samuel Sánchez Melgarejo y Carlos Ventura Cueva, cuestionados
por su desempeño en la Corte de Justicia del Santa y en la Sala Penal de Reos
en Cárcel de Lima, respectivamente.
¿El pueblo, nuestra ciudadanía, logrará salir de este estado de
depresión? Apostemos por la fe en el mañana mejor. Para ello no basta con
llamar la atención sobre la obligación de afianzar la responsabilidad que
tenemos, como personas y como miembros de la misma sociedad. Hay que hacer un
inventario de los aspectos negativos que nos tienen postrados anímicamente y de
las principales dificultades que habrá que tropezar para provocar un verdadero
cambio que nos saque de la incertidumbre del futuro. El pueblo no está vencido.
La justicia de su causa es superior.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario