Comentario internacional
EL
MUNDO PREOCUPADO LE DICE A TRUMP: “TE ESTOY MIRANDO”
Por Roberto Mejía Alarcón
Es casi seguro que hoy por hoy, el
personaje más popular del planeta tierra -aunque esto no conlleve admiración ni
aprecio- sea Donald Trump, el novísimo presidente de los Estados Unidos. Su
imagen y su palabra, llama la atención en todo el mundo. Hay expectativa por
escucharle, son muchísimos los que tratan de interpretar sus gestos. La
política, la economía, actividades de la agenda diaria del ser humano, están
pendientes de lo que diga quien tiene en sus manos el bastón de mando de la
primera potencia del globo.
Esa popularidad no tiene antecedentes
cercanos. Un poco más allá figuran Adolf Hitler y Benito Mussolini, dueños de
una singular oratoria, verbo y estilo peculiar, que llevaron a la humanidad a
una de sus peores tragedias. Pero ninguno de ellos, entre otros de la misma
especie, podría compararse con lo que significa en estos tiempos el
comportamiento, la expresión, el propósito de quien ha sido ungido mandatario
de una gran nación.
Trump puede estar orgulloso,
seguramente, de esa popularidad. Su ego debe estar satisfecho. Esto porque
grandes multitudes se dedican a hablar de su persona. Pero no para bien. Tan es
así que a pocas horas de haber recibido la investidura de mandatario, en las
más importantes ciudades de los Estados Unidos, se llevaron a cabo grandes
concentraciones de gente, de toda piel, de toda edad, de todo género. En París,
la famosa Torre Eiffel fue testigo de algo sorprendente pero esperado: miles
voces cantando “Lo estamos mirando señor Trump”; en Praga, en la Plaza
Wenceslao, otro tanto, con un mensaje sabio hacia el rubicundo millonario y a
su amigo, Vladimir Putin: “Esto es apenas el comienzo”; en Sydney, en el
concurrido Parque Hydede, dejando constancia humana que los “prejuicios y el
racismo no solo son problemas de Estados Unidos”; y en Buenos Aires, haciendo
recordar que “Trump ama el odio”. El mismo discurso, fue reiterado en
Estocolmo, Barcelona, Londres, Copenhague, Tel Aviv, Roma, Amsterdam,
Johannesburgo. En Lima… bueno, bien gracias.
¿Qué significado tienen estas grandes
concentraciones de gente, provista de pancartas y megáfonos? Muy grande, más
todavía cuando hay millones de personas y de pueblos enteros que sufren porque
hace falta un esfuerzo enorme para vertebrar un movimiento mundial hacia la
identificación y la proclamación de los derechos del ser humano, esfuerzo que
debe ser de los más relevantes para responder con eficacia a las exigencias
imprescindibles de la dignidad humana. El camino del progreso moral de la
humanidad aun está por construir. Y Trump no parece ser uno de los llamados a
cumplir con esa tarea. Él se exime de ello por adelantado.
Apreciar la grandeza social de las
concentraciones ciudadanas en todos los continentes, es labor que merece ser
tomada en cuenta. Hay coincidencia de voces y de voluntades. La humanidad
demanda un mundo mejor. El hecho de que la actriz Scarlett Johansson, expresara
en la “Marcha de las Mujeres”, en Washington: “Yo no te voté, Donald Trump,
pero respeto que seas nuestro presidente, quiero apoyarte, pero quiero que me
apoyes a mí, a mi hermana, a mi madre, a mis amigas, a todas las mujeres”, es
sobrecogedor. Penetra la epidermis de todos los sentimientos. Como así también
lo dejó notar Madonna al proclamar en voz alta y sincera: “Tengo rabia y estoy
indignada… Pero escojo el amor… El bien no ganó en estas elecciones, pero
ganará al final”.
Después de todo esto, pregunto:
¿Habrá un cambio de mentalidad y actitud en Trump? La interrogante es difícil
que tenga respuesta positiva. Tanto que hasta Jorge Mario Bergoglio, a quien
todos conocen como el Papa Francisco, ha dicho “veremos qué pasa”, agregando
con su palabra el deseo íntimo de que no hayan profetas de calamidades.
Expresión que nos hace tener presente que la fuente última de los derechos
humanos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, sino en el
hombre mismo… Ojalá Trump, que es un ser viviente más, deje de lado odios,
fobias, discriminaciones… Y entonces, sí diremos que los milagros existen.
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