Venezuela
LOS POBRES DE SIEMPRE EN VENEZUELA Y A.L.
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Miro la situación de Venezuela y sufro de impotencia por decir tantas cosas que a uno se le vienen de golpe a la mente. Cosas muchas veces contradictorias, cosas puestas en ángulos diferentes y sin embargo confluyen a un centro existencial perdurable: las carencias que ahora sufren todas las clases sociales en Venezuela, la sufrió el pueblo siempre….y pocas veces ese pueblo se rebeló.
Pero esa necesidad que pasan las clases medias (las clases altas nunca han pasado necesidad, excepto en las guerras…y hasta por ahí), es una necesidad temporal; saben que por sus capacidades, que permanecen activas, por su mayor saber y cultura, pueden mañana forjarse otro destino. Pero el pueblo siempre será la gran víctima, pues pareciera que la sentencia evangélica, esa que predice: “siempre habrá pobres”, fuese la más permanente y determinante de las verdades ahí dichas.
No estoy avalando a un régimen que ha sido incapaz de sacar al país de la trampa petrolera ni del populismo necio. Pero debemos señalar también que el anterior régimen de Punto Fijo, igualmente es culpable de llevar al país a la ruina entre los años 70, 80 y 90. Ese régimen aceptó la corrupción con activo beneplácito; ese régimen profundizó la dependencia del petróleo cuando los más sabios de esa tierra advertían desde dos décadas antes que se debía crear otras riquezas para sustituir al petróleo, y no lo hicieron.
Nadie, desde hace mucho, que no habla de la necesidad de trabajar para generar riqueza, nadie desde hace mucho, habla de leyes que premien la iniciativa, la innovación, la creatividad y los cambios de visión del país. La revolución bolivariana cambió el destino de la riqueza (y sólo parcialmente, porque los financistas y plutócratas siguieron manteniendo sus tasas de ganancias durante Chávez), pero no cambió las bases del sistema rentista. Antes se acumulaba en las capas ricas, ahora se dirige mayor proporción a los pobres, eso es cierto; la capa corrupta de la burocracia se enriquece en ambos regímenes, instalados como una plaza de peaje.
Los pobres son como niños, reciben el chorreo miserable del régimen anterior y las dádivas caritativas de un régimen asistencialista como el actual. En ambos casos les toca recibir migajas inconsecuentes, y sus esperanzas permanecen bloqueadas, justamente porque antes se olvidaron que podían ganarse dignamente la vida y progresar usando sus capacidades, entregándoles simples y elementales consumos engañosos; ahora les entregan formas monetarias para sobrevivir, pero tampoco los tratan como personas que necesitan del trabajo para recuperar una valía personal. Se les transforma en elementos satélites que justifican al burócrata mediocre y fiel, ese que domina a través de la dádiva.
Ambos regímenes han podrido a ese pueblo, sumido en el atajo feroz de la delincuencia, en el infierno invasivo de la droga, en la descomposición por la pasividad resignada. Esclavo de la violencia, de la cuerda floja existencial, del borramiento del futuro para los hijos, sufriendo de las noches invadidas de pesadillas. En fin, ahí tenemos a las clases relativamente acomodadas de hace poco, sufriendo la precariedad que el pueblo soporta desde siempre, de generación tras generación.
La diferencia está en que las clases medias pueden partir y mostrar credenciales en otras tierras; pero el pueblo no tiene más remedio que aguantar, pues esa ha sido su historia y su destino.
La tristeza está en que los ricos siempre han chantajeado al pueblo advirtiendo que si no los dejan enriquecerse sin límites, entonces vendrá la ruina económica del país. Sin embargo, las más de las veces, la ruina de los países en América Latina es producto de ese enriquecimiento ilimitado de la casta privilegiada. La ruina en América Latina ha sido producto del esfuerzo centrípeto de las oligarquías que reniegan de otros intereses colectivos y terminan siendo, esas mismas castas, una carga por su incompetencia, pues frenan el crecimiento y frustran el desarrollo.
No se venga a decir que esas son las alternativas para los pueblos: la avaricia ruinosa de los ricos o el populismo dadivoso pero incompetente. No, porque hay países que progresan en armonía social y equidad económica. Esa debe ser la referencia y no esta conformidad de los necios, que nos amenaza desde hace un tiempo, con gran uso de parafernalia y de poderosos medios.
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