Trump en la filosofía de Heidegger
"VERWINDUNG" Y POSMODERNIDAD O POR QUÉ TRUMP ES POSIBLE
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Heidegger usaba este término,
“verwindung”, para señalar que de toda la ideología que dominó la modernidad,
la nueva era debía deshacerse de ella, como quien se recupera de una
enfermedad. No se puede superar la ideología de la modernidad como una
sustitución, porque eso sería entrar en la lógica de la modernidad, como
tampoco se pude hacer por el pensamiento dialéctico, pues es también propio de
la modernidad. Ya sabemos que la modernidad se caracterizó por la noción del
cambio universal y permanente, donde el concepto del “progreso” se ubica en el
centro de su mecanismo y la dialéctica le acompañaba fielmente, como una
comadrona.
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Toda idea nueva viene destinada a reemplazar a otra más antigua, que decae. La sociedad de consumo es propia también de esta lógica del reemplazo novedoso de lo viejo. Entonces, en esta filosofía propuesta por Heidegger, no hay sustitución ideológica o filosófica, hay simplemente una convalecencia, un reponerse de una enfermedad, enfermedad que deja sus marcas, sus signos, como las pestes en la piel, que nos recuerda que la padecimos y que nos acompañará por el resto de nuestra existencia. No la sustituiremos, sino que queda integrada a nuestra historia de vida y puede remitir, pero también puede rebrotar. Está ahí, no la hemos dejado atrás de forma definitiva. En definitiva, no hay reemplazo posmoderno, sino que se pasa a otra realidad, una especie de “auferstehung” (resurrección)que mira siempre las huellas de la anterior etapa, como una cicatriz que nos identifica y nos limita, como un espíritu que emerge en otra dimensión del ser, pero que no borra la otra experiencia del ser anterior.
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Toda idea nueva viene destinada a reemplazar a otra más antigua, que decae. La sociedad de consumo es propia también de esta lógica del reemplazo novedoso de lo viejo. Entonces, en esta filosofía propuesta por Heidegger, no hay sustitución ideológica o filosófica, hay simplemente una convalecencia, un reponerse de una enfermedad, enfermedad que deja sus marcas, sus signos, como las pestes en la piel, que nos recuerda que la padecimos y que nos acompañará por el resto de nuestra existencia. No la sustituiremos, sino que queda integrada a nuestra historia de vida y puede remitir, pero también puede rebrotar. Está ahí, no la hemos dejado atrás de forma definitiva. En definitiva, no hay reemplazo posmoderno, sino que se pasa a otra realidad, una especie de “auferstehung” (resurrección)que mira siempre las huellas de la anterior etapa, como una cicatriz que nos identifica y nos limita, como un espíritu que emerge en otra dimensión del ser, pero que no borra la otra experiencia del ser anterior.
Todo este discurso heideggeriano tiene
un inspirador, una especie de precursor: nada más y nada menos que Nietzsche,
para quien la historia carecía de finalidad; el hombre no tiene destino
histórico, tampoco caminos; sólo se dirige a la X, es decir a la incógnita de
la ecuación. Por lo tanto, se pierde el tiempo cuando se trata de buscarle
significado a los tiempos históricos, pues no hay parusías ni escatologías
posibles (todos conceptos derivados de la mitología o la religión)…es decir,
pura metafísica….,o dicho en el lenguaje prosaico chilensis: una volada
de la buena.
Por lo tanto, decía Nietzsche, no se
debe tratar de repetir la historia, porque es irrepetible, menos reproducible.
A la historia, cuando mucho, se la puede revisitar, como cuando se visita un
museo. De esa forma se aprende lo que fue ese tiempo, pero es necesariamente un
tiempo muerto.
Todo este dislate, tiene como finalidad
plantear que un fenómeno como el de Trump es posible sólo en tiempos
posmodernos, cuando toda lógica queda restringida a los guetos, no al universo
de la humanidad, como fue en la ideología iluminista de la modernidad. Trump
habla al gueto norteamericano, no a la humanidad. Trump vela por los intereses
de su círculo, no por la otra idea de América y su destino de libertad humana
para ser irradiada al mundo.
Habermas
se enfrenta a los posmodernos, acusándoles de borrar el sentido humano
universal, de cortar los vínculos humanos necesarios para coexistir en un mismo
ambiente universal. Los acusa, finalmente, de intentar un verdadero terrorismo
de las minorías privilegiadas del mundo. Recordemos que Vattimo acusa a la
modernidad de terminar imponiendo un terrorismo de Estado, ya sea por las
bombas atómicas, las guerras mundiales, las invasiones imperiales, los
holocaustos, etc.
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Trump es una mezcla de todo; el arte posmoderno también. Todos los estilos caben en una misma construcción. Lo importante es que funcione por un tiempo; no se pide mediano y largo plazo; sólo el tiempo corto de los instantes que puedan ser legítimamente funcionales a la efímera permanencia del gueto. En la posmodernidad no hay grandes relatos aceptables, pues eso genera autoritarismos; el ser de todos debe ser “adelgazado” a su mínimo posible, pues el hombre es de tal naturaleza que, si se le da espacio, tiende a ilimitar su poder sobre los otros. Por tanto, nada de lazos fuertes o extensos; solo rayos de acción cortos, como los de una rueda, que le permitan la función de rodar por caminos familiares, conocidos y circunscritos. No hay grandes viajes, pues siempre se vuelve a Itaca, es decir al nido originario del gueto. Se puede vivir la aventura de un Ulises homérico y de Joyce, en las aguas amenazantes del Egeo o en las ciudades capitales de la especulación financiera mundial, pero siempre se reduce la historia a una aventura y referencia local.
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Trump es una mezcla de todo; el arte posmoderno también. Todos los estilos caben en una misma construcción. Lo importante es que funcione por un tiempo; no se pide mediano y largo plazo; sólo el tiempo corto de los instantes que puedan ser legítimamente funcionales a la efímera permanencia del gueto. En la posmodernidad no hay grandes relatos aceptables, pues eso genera autoritarismos; el ser de todos debe ser “adelgazado” a su mínimo posible, pues el hombre es de tal naturaleza que, si se le da espacio, tiende a ilimitar su poder sobre los otros. Por tanto, nada de lazos fuertes o extensos; solo rayos de acción cortos, como los de una rueda, que le permitan la función de rodar por caminos familiares, conocidos y circunscritos. No hay grandes viajes, pues siempre se vuelve a Itaca, es decir al nido originario del gueto. Se puede vivir la aventura de un Ulises homérico y de Joyce, en las aguas amenazantes del Egeo o en las ciudades capitales de la especulación financiera mundial, pero siempre se reduce la historia a una aventura y referencia local.
La lógica del gueto no busca reconocimiento universal, ni en teorías ni en acciones. Por eso la extravagancia puede ser parte de su naturaleza cotidiana; las contradicciones ya las reveló Daniel Bell en su “ Las contradicciones culturales del capitalismo”, donde expone que el sistema racionalismo para gestionar las operaciones más complejas de su expansionismo capitalista requiere aplicar cada vez un sistema más extenso y sofisticado de y segmentadas de hedonismo, la gratificación personal e irracionalismo en su productivo, pero, al mismo tiempo, difunde éticas particularistas, individuales sistema cultural emocional, que se opone a la vieja ética puritana del trabajo, el ahorro y el sacrificio, es decir un racionalismo constrictivo.
La lógica racional obliga al capitalismo a ser universal, para viabilizar su progreso (así lo comprendió Wallerstein en su teoría del “nuevo sistema mundo capitalista” y de la “economía mundo”, pero, sin embargo, culturalmente segrega a ricos de pobres de manera que abre un abismo cada vez más (opuesto a la teoría de que el capitalismo suprimirá todos los espacios mayor. Es decir que la “arena exterior” del capitalismo universal se extiende exteriores para fagocitarlos), mientras que el centro se condensa cada los más ricos y para los más ricos, es decir un absoluto mundo de guetos. vez más y de manera exclusiva. Todo esto inviabiliza el concepto de sistema mundo, dejando sólo espacio al capitalismo 5 estrellas, de los más ricos, por El gueto posmoderno se hace entonces exclusivista e indiferente, es “ombliguista”, autocentrado, autorreferente y excluyente.
Trump es un digno ejemplar icónico de esta personalidad posmoderna. Ya que el rendir cuentas (pasotismo) ni reconocer obligaciones. (la antigua nobleza asumía varias obligaciones: “nobleza obliga”….reza el dicho). Es por eso que corremos el riesgo de llegar a transmutar el “terrorismo de Estado” que nos dejó la modernidad, por el “terrorismo de los guetos”, que nos promete la posmodernidad. Reclama todos lo posmoderno busca cruzar caminos, mezclar sin ordenar, traspasar lo de otros sin Es por eso que corremos el riesgo de llegar a transmutar el “terrorismo de derechos (como la vieja nobleza), pero no reconoce ninguna obligación (la
antigua nobleza asumía varias obligaciones: “nobleza obliga”….reza el dicho).Es por eso que corremos el
riesgo de llegar a transmutar el “terrorismo de Estado” que nos dejó la
modernidad, por el “terrorismo de los guetos”, que nos promete la posmodernidad.
Necesitamos de otro VERWINDUNG, para recuperarnos de esta otra enfermedad, sin quedar lisiados.
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