LA HAYA-CHILE-BOLIVIA-KRADIARIO
DEMANDA DE BOLIVIA CONTRA CHILE EN EL TRIBUNAL DE LA HAYA
EL PEOR DE LOS MUNDOS POSIBLES
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
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La guerra del salitre, (1879-1883), no es un episodio
histórico que se ha extinguido con el pasar del tiempo, por el contrario, las
consecuencias de cesiones territoriales, en
los Tratados de 1904, con Bolivia, y
de 1929, con Perú, se mantienen hasta nuestros días. En el caso de
Bolivia, se pensó en poner en cuestión la validez del Tratado de 1904
sosteniendo que, en su época, el gobierno de La Paz fue presionado por Chile,
no sólo para que lo firmara, sino también para que lo ratificara el Congreso.
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Es evidente que ambos gobiernos – de Morales y Piñera,
respectivamente – recurren al chauvinismo para afirmar su posición en el
conflicto político interno; en el caso del Presidente chileno, se sabe muy bien
que los dos candidatos de su conglomerado están derrotados de antemano, y el
único argumento que les resta el
exacerbado nacionalismo que, a su vez, pretenden transmitir al
electorado. En el caso del Presidente Morales, el despertar del nacionalismo
produce muchos réditos en el pueblo boliviano; en este plano, ha llegado a excesos tales como reivindicar la soberanía
de Antofagasta y Calama.
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Aún no conocemos el contenido del documento que presentará (esta semana) Bolivia ante el Tribunal de la Haya, pero se presume que planteará un término
jurídico referido al derecho a las “expectativas”, es decir, que Chile ha
ofrecido, en reiteradas ocasiones, entrega territorial con soberanía a Bolivia,
como son los casos del Presidente Domingo Santamaría, que ya en el siglo XIX
ofreció Tacna y Arica, antes de que fueran repartidas, en 1929, la primera para
Perú y la segunda, para Bolivia. Durante el gobierno de Gabriel González
Videla, en 1948, se planteó la entrega de una franja soberana, a cambio del aporte energético por
parte de Bolivia. En 1975, en acuerdo las dos dictaduras militares – de Bánzer
y Pinochet – Chile entregaría una franja territorial en una línea cercana a la
actual frontera con Perú. Por último, la “hoja de ruta”, de trece puntos, que
establecieron los gobiernos de Michelle Bachelet y Evo Morales, que incluía el
tema de una salida al mar para Bolivia, negociación estancada por el gobierno
de Sebastián Piñera.
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En el plano de las expectativas, el gobierno boliviano reclama
por haber sido engañado con promesas que nunca se llevaron a la práctica, sin
considerar que la oposición de Perú hizo
imposible que el acuerdo de Charaña se llevara a cabo, recurriendo al
Tratado de 1929 que señala que toda cesión territorial, cercana a la línea de
La Concordia, debe ser acordada entre los dos países – Perú y Chile -.
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Nuestro país podría rechazar la jurisdicción del Tribunal de
La Haya en la demanda boliviana, pero esta acción sería sumamente riesgosa,
pues el Tribunal continuaría tratando el conflicto sin la presencia de uno de
los litigantes. Otra posibilidad es que la demanda boliviana se base en el
incumplimiento del Tratado de 1904; en este plano, el Tribunal, eventualmente,
podría exigir a Chile el cumplimiento de aquellos aspectos del Tratado no
efectuado, pero en ningún caso podría
anular el Tratado mismo.
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La perspectiva de anular los Tratados, vía Tribunal
Internacional, provocaría, tanto en Europa, como en América, un verdadero caos, pues dejaría
nulas todas las cesiones de territorio producto de conflictos bélicos
internacionales. Me parecería difícil que Bolivia planteara en el documento una
anulación completa del Tratado.
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Dejando de lado el aspecto jurídico, estamos en el peor de
los escenarios posibles en las relaciones
con los países hermanos de Perú y Bolivia, con los cuales, si se
restablecieran las relaciones de buen vecino, podríamos construir un polo
cultural, económico y político de gran poder en América Latina, capaz de
profundizar la necesaria unidad de los países del Cono Sur. La política de
nuestra Cancillería, hoy dirigida por la derecha nacionalista, no puede ser más
funesta.
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