OPINIÓN-TAPIA-KRADIARIO
EN UN MAR DE DUDAS
Por
Wilson Tapia Villalobos
Pese al cambio de gabinete, el ambiente
político sigue turbio. Y, en algunos
ámbitos, han surgido nuevas interrogantes. Resulta obvio que no se podía
esperar que la solución viniera de la mano del reemplazo de los ministros. Sin
embargo, el trueque deja sacar conclusiones que hasta ahora no permitían las
palabras oficiales. Pero si bien surgen pistas respecto a la visión que La
Moneda tiene del problema político, el clima que viven los chilenos es
enrarecido por elementos que van más allá de la orientación que pueda animar a
una administración. Hasta es posible que la propia ciudadanía no comprenda
cabalmente que su malestar no se resuelve con medidas cosméticas. Y que, por lo tanto, las verdaderas
soluciones tendrían que salir de la mano de reformas estructurales que, en
algunos casos, provocarán tensiones adicionales.
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Revisando
someramente los cambios ministeriales más significativos, es posible concluir
que la presidenta Bachelet parece haber optado por bajar las tensiones con la
oposición. La presencia del democratacristiano Jorge Burgos como jefe del
gabinete, parece anunciar la vuelta de la democracia de los acuerdos en todo su
esplendor. Y ello significaría claramente que las promesas más emblemáticas del
programa presidencial quedarían solo en eso. Esta idea se vería refrendada por
los estrechos lazos que dos de los nuevos ministros -Marcelo Díaz y Jorge
Insunza- tienen con el lobista y ex ministro Enrique Correa. Definitivamente,
la retroexcavadora que debía sentar las bases a una nueva institucionalidad en
Chile habría quedado entre los trastos políticos viejos y herrumbrosos.
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Es
posible que en un país en que el poder económico domina sin contrapeso la
prensa, los cambios que se avizoran la hagan menos punzante con la coalición de
gobierno. Pero eso no bastará para
calmar el descontento de la ciudadanía. Finalmente, la gente se siente incómoda
porque vive en medio de una sociedad en la que su pensamiento, su bienestar,
siente que pesan poco. Y en la que, además, quienes manejan el poder político
no son más que una caja de resonancia para los que tienen el control de la
economía.
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El
gran empresariado parece encontrarse satisfecho con el cambio de ministro de
Hacienda. El ex jefe de esa cartera, Alberto Arenas, no llevó a cabo cambios
radicales. Es más, la reforma tributaria
fue severamente transformada en el Senado y salió bastante cercana a lo que
querían los empresarios. Pero Arenas parece no haber sido un hombre obsecuente,
ni con la identidad que el poder económico está acostumbrado a tener en esa
cartera fundamental. De allí que un personaje influyente en el sector empresarial,
como Bernardo Larraín Matte, presidente de Colbún -sector energético- y
vicepresidente del Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas
(ICARE), se muestre optimista.
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Larraín cree que el nuevo equipo que hoy
encabeza el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés, será capaz de poner en el centro
de la preocupación oficial el crecimiento, la productividad y la inversión. En
una interesante entrevista concedida al diario El Mercurio, Larraín sostiene
que su posición “no significa que haya que dejar de lado los desafíos para
enfrentar la desigualdad de oportunidades y de acceso a los bienes públicos
como la educación y la salud”. Más
adelante agrega: “Chile no es un país corrupto. Ni en la política ni en la
empresa la corrupción es un problema global. No por eso, debemos minimizar un
problema que es serio”. Cree que la situación se arregla con que el mundo
político reconozca la verdad de los hechos. En la extensa entrevista no hay una
sola mención a que el papel del Estado debe ser realzado para que sea un freno
a los excesos. Ni tampoco que asuma un rol preponderante en educación y salud.
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Es
evidente que para los empresarios chilenos el macizo esquema neoliberal
impuesto en el país es una fórmula insuperable. A veces, mal manejada, pero insuperable. Aparentemente, en eso no
conocen o no desean reconocer el sentir ciudadano. En un sistema en que el
objetivo final es solamente competir para ganar la mayor cantidad de dinero
posible, la ambición es la que impone las reglas. Y tales reglas invariablemente benefician a
quienes manejan mayores cuotas de poder.
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Inmersos en esta realidad, parece lícito
preguntarse si será posible cambiar los marcos de referencias centrales que
determinan la convivencia en Chile. Hasta ahora, nos hemos regido por una Constitución
Política creada por la dictadura del general Pinochet. En ella, el derecho de propiedad exhibe
mayores resguardos que el derecho a la vida.
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Y en esta última semana hemos tenido la
experiencia dramática de lo que puede ser una sociedad enferma. Dos jóvenes estudiantes fueron asesinados en
Valparaíso, en medio de una manifestación que exigía mejoras para la educación
nacional. Exequiel Barborán y Diego Guzmán, son los nuevos mártires que cayeron
bajo las balas asesinas de un desquiciado que sintió amenazada la fachada de su
propiedad.
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