EN EL MES DEL MAR-KRADIARIO
DESAFÍO TECNOLÓGICO EN EL MAR
Por Martín Poblete
Cundo los jefes del Almirantazgo Británico decidieron equipar el acorazado Dreadnought, entonces un proyecto secreto cuidadosamente protegido, con turbinas de vapor, dejaron parte de su propia Marina obsoleta y las de otras potencias navales de la época aún mas caducas. El lanzamiento del Dreadnought en octubre de 1906 marcó un importante acontecimiento, la construcción de un barco de guerra capital propulsado por turbinas de vapor, entonces en la fronteras de la tecnología.
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Las nuevas tecnologías encontraron rápidas aplicaciones a la construcción de naves mercantes y de pasajeros, las turbinas permitían a los barcos alcanzar velocidades muy superiores a las de cualesquiera otra forma de propulsión, haciéndolas atractivas a pesar de su costo para las grandes empresas de transporte marítimo comercial de la época, CUNARD y White Star, para las cuales velocidad implicaba dinero; en otra variable, anunciada por el arquitecto y diseñador naval Vittorio Cuniberti en artículo publicado en Londres en 1903, la turbinas fueron factor importante en la construcción de navíos comerciales de dimensiones impensadas apenas unos pocos años antes.
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El progreso tecnológico naval vino acompañado de significativos aumentos del costo de construir barcos, especialmente los de guerra. Para un país como Chile, en la periferia del desarrollo, el aumento del gasto de mantenerse al día en las nuevas tecnologías navales sería gradualmente prohibitivo con el correr del Siglo XX, hasta poner fuera de su alcance financiero los barcos capitales.
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La Segunda Guerra Mundial en el Pacífico dejó al portaviones en calidad de pieza central de una Marina de guerra, su costo de construcción, mantención y operación totalmente fuera de las posibilidades de financiamiento de países sudamericanos por mas treinta años.
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Almirantes y estrategas navales por estos lados habrían de sufrir un nuevo golpe a sus planes de actualización y modernización, con la construcción del submarino de propulsión nuclear Nautilus en 1954, este cambio revolucionario quedaría imitado solo a los países capaces de construir y desarrollar esa nueva tecnología de enorme costo; cuatro años mas tarde, la construcción en 1958 del primer portaviones nuclear, Enterprise, volvió a colocar distancias cada vez mas inalcanzables, si bien dejando detrás una considerable cantidad de cacharrería obsoleta para los periféricos interesados dispuestos a pagar.
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Algunos cayeron en la tentación de soñar poderío naval comprando cacharros de propulsión convencional y diseño largamente superado. La guerra de las Falklands trajo un rudo despertar, dos submarinos nucleares ingleses del tipo "hunter killer" bastaron para obligar a la marina de guerra de Argentina, incluyendo el portaviones 25 de Mayo, a buscar la protección de sus puertos, resignándose a contemplar el conflicto desde segura distancia.
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El progreso tecnológico naval vino acompañado de significativos aumentos del costo de construir barcos, especialmente los de guerra. Para un país como Chile, en la periferia del desarrollo, el aumento del gasto de mantenerse al día en las nuevas tecnologías navales sería gradualmente prohibitivo con el correr del Siglo XX, hasta poner fuera de su alcance financiero los barcos capitales.
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La Segunda Guerra Mundial en el Pacífico dejó al portaviones en calidad de pieza central de una Marina de guerra, su costo de construcción, mantención y operación totalmente fuera de las posibilidades de financiamiento de países sudamericanos por mas treinta años.
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Almirantes y estrategas navales por estos lados habrían de sufrir un nuevo golpe a sus planes de actualización y modernización, con la construcción del submarino de propulsión nuclear Nautilus en 1954, este cambio revolucionario quedaría imitado solo a los países capaces de construir y desarrollar esa nueva tecnología de enorme costo; cuatro años mas tarde, la construcción en 1958 del primer portaviones nuclear, Enterprise, volvió a colocar distancias cada vez mas inalcanzables, si bien dejando detrás una considerable cantidad de cacharrería obsoleta para los periféricos interesados dispuestos a pagar.
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Algunos cayeron en la tentación de soñar poderío naval comprando cacharros de propulsión convencional y diseño largamente superado. La guerra de las Falklands trajo un rudo despertar, dos submarinos nucleares ingleses del tipo "hunter killer" bastaron para obligar a la marina de guerra de Argentina, incluyendo el portaviones 25 de Mayo, a buscar la protección de sus puertos, resignándose a contemplar el conflicto desde segura distancia.
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En nuestro Mes del Mar, recordando la gesta heroica de Arturo Prat, conviene darle un vistazo a nuestra realidad naval. Nuestra Marina parece haber alcanzado control de las ilusiones, debiera ser del todo posible mantener en buen orden de servicio cuanto se tiene, el astillero y maestranza navales en Talcahuano parecen equipados para cubrir todas las necesidades de mantención y operación. Las adquisiciones navales, siempre de alto costo, centrarlas en garantizar nuestra reforzada presencia en Antártica, de vital importancia por el futuro previsible
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