31-1-2014-KRADIARIO-885
MARADIAGA, EL ARIETE DE
FRANCISCO
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Por José Manuel Vidal (*)
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Es el cardenal del
Papa Francisco de máxima confianza. Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga,
moderador del G-8 cardenalicio, se ha convertido en una especie de alter ego de
Francisco. Valiente, decidido, seguro de sí mismo, no busca situarse ni medrar
en la institución. Es de los que mejor entiende la "primavera" de
Francisco y la defiende sin pelos en la lengua. De frente y a las claras.
Incluso frente al guardián de la ortodoxia, el prefecto de Doctrina de la Fe,
Gerhard Müller, al que le acaba de decir públicamente que "debería ser más
flexible".
Algunos se han escandalizado por el tirón de orejas
público de Maradiaga al Prefecto de la Fe. Y es que, desde hace 30 años, en la
Iglesia se impuso la norma de lo eclesialmente correcto, según la cual un
obispo o un cardenal no podía disentir públicamente de otro. Desde la
llegada de Francisco, esa dinámica se ha roto y la santa libertad de la
discrepancia (en lo accidental, por supuesto) está de vuelta. Como en los
tiempos del Concilio, cuando algunos padres conciliares (Lercaro, Alfrink,
Suenens...) discrepaban abiertamente del todopoderoso gaurdián de la ortodoxia,
cardenal Ottaviani.
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Con su petición pública a Müller de que sea flexible,
Maradiaga sólo le recuerda al alto clero que, en la era de Francisco, el
primado es el de la misericordia. O dicho de otra forma, primero el
Evangelio y después la doctrina. O más pastoral y menos doctrina, sabiendo que
la pastoral es el intento de comunicar la doctrina al hombre de hoy, teniendo
muy en cuenta los signos de los tiempos.
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Y eso, como recuerda Maradiaga, exige cambios.
De mentalidad, de estructuras y de personas. Porque, si la Iglesia no
cambia, no vive. Aunque el cambio en la Iglesia no sea ruptura, sino evolución.
Un cambio que, según apunta Maradiaga,
debe llegar también al ámbito de la moral. De ahí su petición de flexibilidad a
Müller sobre la cuestión del acceso a los sacramentos de los divorciados
vueltos a casar. Y en otros temas de moral sexual y familiar, que se abordarán
en el próximo Sínodo.
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La evolución, también en este ámbito, puede ser
similar a la que se vivió en la Iglesia después del Concilio con la aprobación
del documento sobre la libertad religiosa, poniendo el acento sobre
la libertad de conciencia de cada persona y no sobre la verdad objetiva.
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Maradiaga lo ha reclamado claramente frente a Müller.
Y frente a los más talibanes que Müller, que se resisten (por inercia o
convicción) al cambio de dinámica y de perspectiva. Cual Ottavianis redivivos.
Sin darse cuenta que Francisco ha vuelto a descongelar el espíritu y la
práctica del Concilio. Y, como dice Juan Mari Laboa, la minoría conciliar
que perdió el Concilio y gobernó el postconcilio, tiene que entregar la batuta
a la mayoría conciliar. Es hora de pasar el relevo. Sin acritud, con elegancia
y sin resistencias. Sabiendo que la mayoría suma, mientras la minoría se pasó
más de 30 años restando.
(*) Director de Religión Digital que es el principal portal de información
religiosa y valores en español del mundo.
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