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lunes, 24 de septiembre de 2012

LEALTAD MAL ENTENDIDA

Por Abraham Santibañez

“Lealtad”, según el diccionario de la Real Academia Española, es el “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”. Un valor, en pocas palabras. Pero hay veces en que este valor, opuesto a otros, deja de serlo y se convierte en una falacia.
En algunos sectores chilenos esta lealtad mal entendida parece haber calado hondo. Lo acaba de demostrar el desafortunado incidente protagonizado por un jugador de fútbol profesional, sorprendido mientras manejaba un vehículo en estado de ebriedad.
Su falta, aunque grave según la actual legislación, podría haber sido minimizada en el contexto de las Fiestas Patrias. Y así sucedió inicialmente:  al jugador en cuestión se le miró incluso con simpatía. Pero cuando se descubrió que ya había causado la muerte de una persona en parecidas circunstancias, cambió drásticamente la opinión. Y lo peor vino después, cuando surgieron las dudas acerca del origen de una segunda licencia de conducir, conseguida aparentemente en condiciones irregulares.

¿Cómo se explica entonces que el director técnico del equipo, sus compañeros jugadores y buen número de hinchas todavía solidaricen con Johnny Herrera?
 ¿Lealtad? ¿Simpatía? ¿Aprecio por su calidad como futbolista?
Ninguno de estos valores o méritos permite pasar por alto una conducta inequívocamente irresponsable y reprochable.
Nada aminora la gravedad del primer accidente. Pero, como se ha dicho, aceptemos que nadie está exento de cometer un error. Cometida la falta y sometido a juicio, una figura pública, que naturalmente concita la admiración de jóvenes y niños, debería haber enmendado su conducta. No solo no lo hizo. Aprovechó de manera irregular su imagen pública para eludir la parte más incómoda del castigo.
Es obvio que ahora debe pagar por ello.

Lo que resulta incomprensible es que en su entorno sigan minimizando su falta. No es lo mismo darle apoyo en un momento difícil a quien comete una falta que ignorarla. La lealtad no se puede estirar como un chicle.

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