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viernes, 28 de septiembre de 2012

LA IGLESIA Y LOS NUEVOS VIENTOS

Por Hugo Latorre Fuenzalida.

La Iglesia Católica de Chile comienza a sacar la voz, que no había alzado todavía. En otros tiempos una postura declarativa del Episcopado representaba una voz imposible de ignorar o aminorar. Hoy, con las circunstancias desfavorables que rodea al catolicismo militante, la voz puede ser escuchada pero no necesariamente acogida.

Es cierto que vivimos en una sociedad con menos preocupación religiosa, algunos llegan a denominarla “a-religiosa”, pero por sobre todo ha sido el Clero con su postura conservadora y sesgada hacia una clase social ultramontana y encumbrada en el poder, amén de los delitos sexuales innumerables, ocasionado contra menores, desde el cuerpo sacerdotal, lo que ha llevado a esta Iglesia a perder fuerza y ascendencia sobre la sociedad chilena.

El contundente pensamiento social de la Iglesia, esgrimido como falange de su apostolado, desde el Concilio Vaticano II, desarrollado por la Iglesia Latinoamericana de una manera especialmente imperativa y valiente, fue de pronto barrido de las aulas clericales, de las universidades y de los púlpitos. El pueblo esperanzado se encontró, de pronto, sin quién les defendiera, justamente en tiempos en que los poderes del mundo y de nuestra región, y de Chile en especial, se empeñaban en imponer modelos tremendamente lesivos, por lo antipopular y por lo represivo.

Se impuso un individualismo feroz, un régimen criminal y persecutor, un monolitismo ideológico y cultural que dio por prohibir todo pensamiento reivindicativo, toda identidad obrera, toda organización popular y cualquier lucha participativa.

En todo este tiempo la Iglesia Católica calló; fue cobardemente condescendiente con los poderes abusivos y las más de las veces la hemos visto en zalamera postura ante los ricos y sus trapacerías.

Esta postura impresentable, que no vino más que a negar la fuerza rebelde de la Iglesia de antaño, que renunció a su deber evangélico frente a la pobreza, para simplemente acomodarse en los salones de la riqueza, tiene su precio y está siendo pagado. Los pobres, pero sobre todo los pobres jóvenes, rechazan esta corriente religiosa como falsa profecía, y eso es tremendamente alto, como precio a pagar en la historia contemporánea.

Esto enseña, además, a los jóvenes que esta Iglesia no es infalible, que cometió errores enormes y que necesitará de todo el auxilio del “Espíritu Santo” para recuperarse.

Desde hace tiempo que no se veía desde el Episcopado una defensa de los viejos valores de justicia, democracia y obligaciones desde el poder temporal y político.

Pareciera, entonces que están soplando nuevos vientos; el mundo entero está sumido en crisis de legitimidad. Los políticos no dan con respuestas rectificadoras y los empresarios del mundo siguen aferrados ferozmente a una presa que está depositada en el borde oscilante del despeñadero.

Los dirigentes del mundo no muestran capacidad creativa, y eso habla de un entumecimiento espiritual e intelectual. Los economistas han agotado todo su arsenal de seducción para hacer creer que el “Mercado” sí funciona y que es el gran regulador. Los intelectuales venales, ya secaron sus fuentes de succión tarifaria para cantar loas a lo “insoslayable” del materialismo individualista que nos corroe y su promesa de crecimiento aspiracional para las masas decadentes.

Entonces vuelve el discurso reivindicativo de la Iglesia. Por ahora es sobre los grandes temas que ocupan a los más inquietos de la sociedad chilena: equidad, justicia, democracia, igualdad de oportunidades, derechos sociales, inviabilidad del individualismo, etc.

Esto es bastante por ahora, pero será insuficiente para el futuro próximo, pues las demandas se irán acrecentando y profundizando. Chile está en la antesala de su problemática de fondo. El escozor de la injusticia está empezando. La conciencia de la gran estafa está apenas permeando a las capas más sensibles de la sociedad; el sentimiento de ser ciudadanos y tener derechos, comienza recién a infectar a los sectores más atentos del país.

Pero el día en que la conciencia defraudada se haga mayoría; cuando las generaciones de viejas y fieles guardias del sistema se hayan disuelto en el llamado del destino final, entonces el grito que se elevará será de dimensiones telúricas, y Chile no ha guardado reserva económica ni ética, valórica ni de liderazgo para hacer frente a una realidad como esa.

Un alto representante del Vaticano, expuso su preocupación ante una selecta audiencia chilena en una sede episcopal local, por el hecho de que él no veía la formación de cuadros políticos de reemplazo a los actuales. Y en caso de llegar a un impasse, el país se encontraría sin caminos de salida.

Puede que la Iglesia haya puesto atención a esta advertencia de un presbítero italiano, ya que saben mucho de estos procesos históricos, dado su largo trajinar por los siglos agitados de la Europa antigua y moderna, donde la Iglesia tuvo siempre en medio del ojo del huracán.

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