EL NAUFRAGIO DE LA CONCERTACIÓN
Por Hugo Latorre Fuenzalida
En política no se debe ser incoherente, tampoco
contradictorio y menos irresoluto. Pero la Concertación está demostrando sufrir
de esos tres vicios. La división de los votos para enfrentar el tema de la
llamada “reforma tributaria”, así lo reveló
Esta “reforma tributaria” no pasa de ser, finalmente, una
parodia. No hubo ni habrá intención seria de cambiar las cosas en el orden
contributivo. Sabemos que la derecha política es militantemente contraria al
Estado regulador, menos al interventor y menos aún al Estado inversor, por
tanto la educación es un bien de consumo y debe ser financiado por los
privados. Ese es el corolario de toda la historia de la derecha contemporánea
en Chile. Por tanto, lo hemos señalado, la derecha no estará nunca disponible
para transferir nuevos recursos desde el sector empresarial al Estado.
¿Entonces, si esto es sabido incluso para legos, por qué la
Concertación insiste en legislar sobre estas materias en una “entente” con la
derecha?
Al parecer se trata de intereses particulares de ciertos
políticos que miran hacia sus carreras personales a futuro. Por ejemplo, ahora
que Escalona es presidente del Senado, quiere parecer el hombre de confianza
para entenderse con la derecha si es que Bachelet regresara al poder. Su deseo es
ser ministro del interior o de relaciones exteriores y desea contar con el
beneplácito de le derecha y entenderse bien con este sector. Tiene la ilusión
de que las cosas volverán a las políticas de “consenso” que tantas
oportunidades le han abierto a los concertacionistas afines a los buenos
provechos mutuos.
Otros concertacionistas, también juegan sus pequeñas
partidas y buscan mantener el vínculo amistoso con una derecha que necesita, a
su vez, de estos personajes con apetito
de seguir siendo.
¿Entonces, este barco a la deriva, que es la Concertación,
cómo pretende tener la unidad, la claridad y la coherencia necesaria para
volver a gobernar en Chile?
No la tiene ni la tendrá, pues ya hace tiempo que se inició
la diáspora de los concertacionistas; ya hace tiempo que no hay un liderazgo de
unidad y que fije rutas; la realidad se le escapó de las manos, incluso cuando
eligieron a Bachelet. La última demostración de su desnudez quedó expresada en
el acuerdo por la LEGE con la derecha, donde la tomada de manos en el Congreso
representó la bofetada más formidable a la historia; pero la misma historia se
está encargando de devolver esa bofetada: desde el 2010 con la derrota
electoral y con los movimientos estudiantiles, que han regresado por sus fueros
y derechos.
Esa incoherencia se paga con desunión, con dispersión, con
indisciplina y con decaimiento del ánimo. Se puede engañar a muchos por un
tiempo, pero no a todos y todo el tiempo, reza el dicho, y en este caso se está
haciendo plenamente realidad.
Por eso se dan estas salidas que chocan a la lógica básica.
Apoyar a una pseudo reforma que no resuelve nada, sólo agrava las cosas, es de
una incomprensión total. No se puede explicar, no tiene justificación posible.
¿Qué en el próximo gobierno la mejorarán y profundizarán? Es
otra gran mentira, pues no contarán con los votos en el Congreso para
hacerlo….Y eso lo saben, pero mienten igual. La derecha desde la oposición
jamás aportará los votos para una medida
de este tipo, por tanto se quedarán esgrimiendo justificaciones, como siempre
lo hicieron durante los cuatro períodos
que gobernaron de manera intrascendente.
Pero esto que aprobaron ahora no es una “reforma” progresiva
dirigida a ayudar al tema de la educación;
es una contrarreforma, es regresiva y favorece, nuevamente, a los que más
tienen, dejando las cosas, para los que tienen menos, en igualdad de
condiciones. Lo mismo pasó con el Royalty, donde terminaron favoreciendo más a
las empresas extranjeras en vez de
incrementar sus tributos.
¿Entonces, se puede tener esperanzas en Bachelet y en la
Concertación?
Obviamente que no, pero este país no cuenta con la masa
crítica de sentido crítico-valga la redundancia-, por lo que es probable que
sigan votando por los poderes de siempre y estos se las arreglen para seguir
seduciendo a esa clase media que no logra despertar de sus sueños de
integración, a un modelo que es absolutamente marginador, concentrador y
excluyente.
No hay reforma, no habrá educación gratuita y tampoco
incremento de impuesto a los ricos. De no retirar las normas que permiten la elusión, pueden
subir los impuestos al infinito y será
igualmente inútil e inefectivo. Así es que los concertacionistas seguirán
sufriendo este síndrome de incoherencia, este simulacro de cambio; se
dividirán, se anularán, se pulverizarán en el altar del modelo empresarial. Ese
es su destino.
Es por eso que las esperanzas puestas en Bachelet son
igualmente fatuas, retrógradas e insinceras. Nada podrá hacer este
organismo en ruinas, que es los que
queda de la Concertación; no podrá dar un paso aunque los chilenos le
pavimenten el camino a la presidencia a Michell, por segunda vez.
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