kradiario.cl

martes, 7 de agosto de 2012



HACIA UNA SOCIEDAD SEMIBÁRBARA

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Los bárbaros eran las tribus europeas del norte que cercaron poco a poco al Imperio Romano. Eran pueblos semi-nómades que carecían de estructuras institucionales y por tanto de un orden y cultura que pudiera asimilarse  a los latinos.
.
Poco a poco, cuando cae el imperio en manos de estos bárbaros, las costumbres de los latinos se van barbarizando y la de los bárbaros se  fueron latinizando.
.
La Iglesia católica y la de oriente sirvieron de puente en este tránsito, pues debieron armar sus estructuras apostólico-clericales a través de todo el imperio y darle cuerpo cultural y doctrinario a algo que ya no existía desde lo político-militar.
.
Europa formó, entonces, su cultura desde esta mixtura cultural, pero alimentada desde el absolutismo religioso que llevó a las Iglesias de Oriente y Occidente a entablar pleitos sangrientos y pactos poco duraderos durante casi un milenio, donde se incorporaron luego los bárbaros del mundo islámico (que resultaron ser tal vez menos bárbaros), pero que por los occidentales serán juzgados como enemigos de la cultura latina y cristiana, por tanto infiel, en consecuencia: bárbaros.
.
Desde que Ortega y Gasset escribiera su imperecedera obra “La rebelión de las masas”, por 1928, se ha instalado lo que podría llamarse la tribu de los bárbaros internos. En las tesis de Splenger y Toynbee, los bárbaros  son generalmente externos; pero en las sociedades modernas la barbarie ha asumido también una estructura interior, conocida como sociedad de masas.  

Las masas son esa capa de la población que el desarrollo de la ciencia y la industria ha colocado en posición de acceder a ciertos derechos que ante gozaban sólo las aristocracias, pero que no sienten los deberes de los aristócratas, pero sí sus derechos. Son como el niño mimado, de impulsos puramente orales (consumo) pero cuya cultura no establece exigencias de superación y de integración espiritual.
.
El problema es que en una sociedad de consumo, las masas comienzan a conducir las preferencias de la inversión cultural, entonces la cultura se barbariza, se hace, además de mediocre, vulgar, chabacana. Los filtros culturales, que antaño representó la Iglesia naciente de Occidente, ya no están en la cultura moderna, por tanto los bárbaros del consumo avanzan sin  resistencia.
.
Pero no sólo en las masas están los bárbaros modernos, también la barbarie se aloja en un empresariado iletrado, inculto y puramente técnico, materialista y utilitario.
.
Para ellos la cultura es un “bien de consumo”, por tanto si da réditos, es  negociable; si no da réditos en las masas, entonces no merece existir.
.
No debemos extrañarnos de estos resultados que vemos si tomamos nota que de los estudios mundiales sobre calificación de la capa empresarial, Chile tiene bajo nota 5 en el 60% de sus empresarios y cerca del 65% no es capaz de entender los elementos instructivos tecnológicos modernos.
.
Pero como la cabra tira para el monte, los empresarios  giran en torno a la orbita del consumo popular de las masas para ordenar los programas culturales en sus financiamientos. Así tenemos que el Estado dejó de cumplir una función preponderante-ni siquiera mínima- en el ámbito de la cultura. Es por eso que podemos explicar una televisión escandalosamente vulgar, sesgada, promiscua y amarillenta. Chile, reino del libre mercado, se ha transformado también en la arena donde la “cultura” bárbara se exhibe cada día en pantalla chica.
.
La ciudadanía que conoció otro Estado y otra cultura, también otra televisión, hoy se encuentra desarmada ante tanta impudicia, pelotudez y degeneración de los gustos y valores.
.

Y esto por otro error de juicio monumental respecto a la economía de la cultura, ya que no son los empresarios quienes financian de hecho a las televisoras, son en verdad los consumidores, es decir todos los chilenos. Pero estos aliados de los bárbaros, que son los empresarios del corto plazo, actúan como reales financistas, cuando en verdad son meros intermediarios del financiamiento. Usted está consciente que los costos de publicidad los empresarios los trasladan a los productos, entonces quien paga finalmente el precio de la televisión somos todos los consumidores, pues a los empresarios no les cuesta un centavo.
.
En consecuencia, estaríamos, todos los chilenos, a través de la estructura del Estado, en derecho de exigir que los programas de televisión sean supervisados en un orden jerárquico de prioridades culturales, como por demás se hace en todos los países que han alcanzado niveles elevados de cultura general.
.
Esta política “barbárica”, de que las masas mandan en la cultura, impone un declive de la  formación de un espíritu de excelencia, que es el ideal de toda humana postura frente a lo ontológico y lo sociológico. La postura vigente es la negación misma del progreso, progreso del  que tanto se ufana el sistema como logro y destino.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario