Por Walter Krohne
La falta de diálogo a todo nivel es el mayor déficit que
tiene este gobierno. Los problemas crecen más de la cuenta y se complican,
porque las autoridades no están dispuestas a conversar y a resolverlos o, al menos, buscar
acercamientos a través del intercambio de ideas o puntos de vista.
Sorprendió hoy el ministro de educación, Harald Beyer, cuando
acusó a los estudiantes de no tener interés de dialogar con el Ministerio a su
cargo, olvidándose completamente que las
negativas a la conversación y las indiferencias han venido generalmente de la autoridad
educacional y no del movimiento estudiantil. En varias ocasiones sus dirigentes
han expresado la necesidad urgente de entablar un diálogo para terminar o
reducir las protestas callejeras, pero el Ministerio ni siquiera contesta.
Beyer habla sólo cuando las cosas se complican, como lo que ocurre ahora, que estamos en la víspera de una nueva movilización estudiantil que se hará con o sin
permiso de la Intendencia. "Esto no tiene sentido. Las
puertas del Ministerio siempre han estado abiertas, pero ellos no manifiestan
ninguna voluntad de dialogo real. Así no podemos cambiar", señaló el
ministro.
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Pero el ejemplo más claro es cuando se quiere discutir la cuestión del lucro en las universidades, donde las partes chocan contra un sólido muro de hormigón. El Ministerio aparenta no darle importancia a este "delito" (porque lo es), los estudiantes rechazan tajantemente el lucro, los diputados investigan y resuelven que en siete universidades chilenas efectivamente hay lucro y la Fiscalía que investiga señala abiertamente que se ha violado la Ley porque ciertamente se lucra, especialmente en la Universidad del Mar.
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Lo peor que pueden hacer las autoridades es no tomar en
cuenta a quienes protestan en favor de cambios que beneficiarán a todo Chile,
como es el tema del mejoramiento de la educación que incluye necesariamente poner
fin a la municipalización y al lucro. Sin embargo, a esta inquietud Beyer responde que
en este asunto ya hay un proyecto en
el Congreso. Nadie discute esto último, pero lo lógico sería que todas las
partes implicadas conocieran a fondo y discutieran conjuntamente dicho proyecto.
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Pero no sólo en el sector estudiantil el diálogo o las ofertas para conversar las iniciativas es escaso o nulo por parte de La Moneda. Ciertamente el Gobierno escucha a solas y actúa también a solas. Supo de la necesidad de que había que mejorar la educación mucho después de haber asumido el poder y lo supo por los estudiantes que lo alertaron y le dijeron que el sistema educacional chileno no daba para más. Sin embargo, nunca buscó un acercamiento perdiendo la oportunidad de haber hecho de este Gobierno el de la gran reforma educacional, con lo cual se hubiese lucido, como lo hizo en su época y condiciones diferentes el educador y Presidente Pedro Aguirre Cerda.
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El Gobierno escucha, realiza consultas entre los suyos a cuatro paredes, como son las ahora denominadas “cumbres de La Moneda”, y luego envía proyectos al Congreso, que a veces se alejan bastante o nada tienen que ver con las propuestas realizadas por los involucrados. Para explicar esta falta de diálogo se recurre a veces a mecanismos de una guerra fría ya desaparecidos, como se pueden interpretar las palabras del Presidente Piñera recientemente en México: “El movimiento estudiantil en Chile está manejado e influido por dirigentes comunistas, y existe una profunda diferencia ideológica con mi gobierno, ante ideas que son equivocadas". Acaso ¿no se puede dialogar con los comunistas o no hay capacidad para hacerlo?
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Pero esto no sólo ocurre en la educación. Tampoco vimos diálogo en la cuestión del salario mínimo ni en la reforma tributaria, mejor dicho ajuste impositivo; sólo hemos visto imposición con amenazas. Imponer reglas e ideas que surgen en La Moneda parece ser la tónica. Si los proyectos no son aceptados por la oposición, se le acusa a ésta de estar causándole un tremendo daño al país. Es decir el hecho de tener una visión distinta de los problemas significa ¿estar dañando al país?
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Tampoco hay diálogo con los trabajadores. La muestra clara es la toma ayer efectuada por los empleados fiscales en el Ministerio de Hacienda. Estos trabajadores alegan que no son escuchados. En el ámbito de los derechos laborales también es urgente abrir espacios de entendimiento, pero las fuerzas políticas que tiene el poder siguen sordas.
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Pero no sólo en el sector estudiantil el diálogo o las ofertas para conversar las iniciativas es escaso o nulo por parte de La Moneda. Ciertamente el Gobierno escucha a solas y actúa también a solas. Supo de la necesidad de que había que mejorar la educación mucho después de haber asumido el poder y lo supo por los estudiantes que lo alertaron y le dijeron que el sistema educacional chileno no daba para más. Sin embargo, nunca buscó un acercamiento perdiendo la oportunidad de haber hecho de este Gobierno el de la gran reforma educacional, con lo cual se hubiese lucido, como lo hizo en su época y condiciones diferentes el educador y Presidente Pedro Aguirre Cerda.
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El Gobierno escucha, realiza consultas entre los suyos a cuatro paredes, como son las ahora denominadas “cumbres de La Moneda”, y luego envía proyectos al Congreso, que a veces se alejan bastante o nada tienen que ver con las propuestas realizadas por los involucrados. Para explicar esta falta de diálogo se recurre a veces a mecanismos de una guerra fría ya desaparecidos, como se pueden interpretar las palabras del Presidente Piñera recientemente en México: “El movimiento estudiantil en Chile está manejado e influido por dirigentes comunistas, y existe una profunda diferencia ideológica con mi gobierno, ante ideas que son equivocadas". Acaso ¿no se puede dialogar con los comunistas o no hay capacidad para hacerlo?
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Pero esto no sólo ocurre en la educación. Tampoco vimos diálogo en la cuestión del salario mínimo ni en la reforma tributaria, mejor dicho ajuste impositivo; sólo hemos visto imposición con amenazas. Imponer reglas e ideas que surgen en La Moneda parece ser la tónica. Si los proyectos no son aceptados por la oposición, se le acusa a ésta de estar causándole un tremendo daño al país. Es decir el hecho de tener una visión distinta de los problemas significa ¿estar dañando al país?
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Tampoco hay diálogo con los trabajadores. La muestra clara es la toma ayer efectuada por los empleados fiscales en el Ministerio de Hacienda. Estos trabajadores alegan que no son escuchados. En el ámbito de los derechos laborales también es urgente abrir espacios de entendimiento, pero las fuerzas políticas que tiene el poder siguen sordas.
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Hacia dónde uno mire se aprecia una profunda falta de diálogo o de negociación, mecanismo que es parte esencial de un buen sistema democrático. En materia de reformas políticas hay aún menos diálogo porque para la UDI es mejor mantener el binominal, a pesar de ser un sistema electoral antidemocrático, antes de arriesgarse a tener que perder un puñado de parlamentarios.
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El presidente de la FEUC, Noam Titelman, emplazó públicamente al ministro Beyer la semana pasada para que se hiciera cargo, según dijo, "de los temas que hemos planteado" en vez de "escudarse en números manipulados para aparentar el éxito", refiriéndose a la reforma tributaria con la cual el gobierno pretende financiar la educación con lo que recaude en impuestos, aunque sea mucho menos de lo que realmente necesita.
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Para el presidente del Senado, Camilo Escalona, fue un asombro cuando el Gobierno sin mayores explicaciones no le dio mayor importancia a una oferta de diálogo con la oposición en un momento crucial en que se discutía el salario mínimo y entrando al horno estaba el proyecto de la reforma tributaria. “Es una decisión de la autoridad que resulta increíble", dijo. "Carece de respaldo para licitar riquezas nacionales tan significativas como el litio y no dialoga”, agregó Escalona. ¿Qué ocurre con la energía? Tampoco se dialoga ni siquiera se intenta.
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La verdad es que la impresión que deja este Gobierno es que el Presidente está completamente cautivo del principal partido político que lo respalda, la UDI, lo que parece más que un Gobierno democrático, una dictadura de un solo partido que tiene todas las posibilidades de imponer su voluntad sin contrapesos como consecuencia de tener una organización fuerte de años y mucha disciplina que partió en el régimen militar. Como dijo también Escalona, “al país se le impone el criterio estrechamente corporativo de la cúpula del partido patrón en el poder”.
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No es ésta la nueva forma de gobernar que ofreció al país el Presidente Sebastián Piñera durante su campaña electoral en el 2009 o ¿es equivocado lo que estoy diciendo?.
Hacia dónde uno mire se aprecia una profunda falta de diálogo o de negociación, mecanismo que es parte esencial de un buen sistema democrático. En materia de reformas políticas hay aún menos diálogo porque para la UDI es mejor mantener el binominal, a pesar de ser un sistema electoral antidemocrático, antes de arriesgarse a tener que perder un puñado de parlamentarios.
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El presidente de la FEUC, Noam Titelman, emplazó públicamente al ministro Beyer la semana pasada para que se hiciera cargo, según dijo, "de los temas que hemos planteado" en vez de "escudarse en números manipulados para aparentar el éxito", refiriéndose a la reforma tributaria con la cual el gobierno pretende financiar la educación con lo que recaude en impuestos, aunque sea mucho menos de lo que realmente necesita.
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Para el presidente del Senado, Camilo Escalona, fue un asombro cuando el Gobierno sin mayores explicaciones no le dio mayor importancia a una oferta de diálogo con la oposición en un momento crucial en que se discutía el salario mínimo y entrando al horno estaba el proyecto de la reforma tributaria. “Es una decisión de la autoridad que resulta increíble", dijo. "Carece de respaldo para licitar riquezas nacionales tan significativas como el litio y no dialoga”, agregó Escalona. ¿Qué ocurre con la energía? Tampoco se dialoga ni siquiera se intenta.
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La verdad es que la impresión que deja este Gobierno es que el Presidente está completamente cautivo del principal partido político que lo respalda, la UDI, lo que parece más que un Gobierno democrático, una dictadura de un solo partido que tiene todas las posibilidades de imponer su voluntad sin contrapesos como consecuencia de tener una organización fuerte de años y mucha disciplina que partió en el régimen militar. Como dijo también Escalona, “al país se le impone el criterio estrechamente corporativo de la cúpula del partido patrón en el poder”.
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No es ésta la nueva forma de gobernar que ofreció al país el Presidente Sebastián Piñera durante su campaña electoral en el 2009 o ¿es equivocado lo que estoy diciendo?.
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