El primer discurso de José Antonio Kast como presidente electo de Chile dejó varias frases que muestran un intento por moderar las expectativas de lo que será su mandato, que comienza el 11 de marzo de 2026.
"No nos pidan milagros", "esto no es magia" y "los resultados no se verán al día siguiente" son conceptos que chocan con los de la campaña, donde acusaba generalmente a falta de voluntad de las autoridades gobernantes para hacer las cosas. De pronto, la altisonancia dio paso a la ponderación.
"Kast necesita bajar las expectativas, pues la población busca soluciones rápidas a temas como la delincuencia, la migración y la creación de empleos, problemas estructurales que no se pueden resolver en el corto plazo", dice a DW, la directora de la oficina en Chile de la fundaciónm alemana Heinrich Böll, vinculada en Alemania a "Los Verdes", Gitte Cullmann.
"Habrá un choque entre lo que espera la gente y la capacidad de resolución de problemas complejos", explica.
"Kast
es un político tradicional y comprende la necesidad de administrar la
esperanza. Durante la campaña formuló promesas y sabe que la ciudadanía,
legítimamente, espera que estas se cumplan", apunta Mario Álvarez, doctor
en Estudios de la Comunicación de la Universidad de Leeds y académico de la
Universidad de la Frontera.
Para
Álvarez, el estilo de hacer política de Kast "se basa menos en una
propuesta programática y más en una forma particular de comunicación: la
destrucción del diálogo". Sin embargo, apunta el experto, "esta
estrategia conversacional es difícil de sostener cuando se gobierna en
democracia. Su discurso de la noche del triunfo da la impresión de que Kast
reconoce las limitaciones de esta forma de comunicar sin dialogar y, en
consecuencia, intenta bajar las expectativas".
El peligro de despertar la
calle
Además
de lo anterior, Kast también "tropezará con dificultades institucionales
para realizar los cambios que busca hacer con el llamado ‘gobierno de
emergencia'", explica Cullmann. La llamada "luna de miel" de los
nuevos gobiernos, que es el lapso en el que la ciudadanía perdona errores o
acepta demoras, es cada vez más breve. La paciencia tiende a agotarse con
facilidad y pronto las encuestas muestran descensos en la popularidad de los
recién asumidos. Por eso es esencial comenzar el Gobierno con rapidez,
mostrando eficiencia y proactividad.
El
punto, dice Cullmann, es que si se concretan "recortes fiscales y los
derechos sociales adquiridos” se ven en riesgo, Kast "encontrará
resistencia en la sociedad".
Sin
embargo, apunta Álvarez, el presidente electo tiene a favor esta vez que la
movilización social se encuentra en un punto muy bajo. "Hace unas semanas,
la Coordinadora Feminista 8M llamó a una marcha para contrarrestar el avance de
la ultraderecha, pero la asistencia estuvo muy por debajo de lo que se
congregaba hace cinco o seis años. Algo similar ocurre con los movimientos
ambientalistas e indigenistas. El fracaso del proceso constituyente que
lideraron aún resuena, y a eso se sumaron procesos de inflación y un aumento de
la delincuencia que desplazaron el foco de atención hacia problemas de otro
tipo", sostiene Álvarez.
La
oposición política con representación en el Congreso, en cambio, sí podría
convertirse en una fuerza relevante, apunta Cullmann. "La izquierda tuvo el peor resultado desde
el retorno de la democracia, pero no alcanza a ser una debacle, porque está por
sobre el 40 por ciento y con más de cinco millones de votos a su favor".
Eso sí, agrega, "deberá apoyarse en la institucionalidad para hacer una
oposición en defensa de los derechos y las libertades".
"La
línea definida por la candidata Jeannette Jara es la que se debiera
concretar", dice a DW Francisco Vidal, exministro de Defensa durante
el Gobierno de Michelle Bachelet y uno
de los voceros de la campaña de la derrotada aspirante comunista. "Tiene
que ser una oposición que tenga líneas rojas en el Parlamento y el debate
público, y estas son rechazar cualquier retroceso en los derechos sociales ya
ganados. Me refiero al salario mínimo, la jornada laboral de 40 horas, la reforma
previsional, el fin del copago cero, la Ley de Royalty Minero", enumera.
Desafíos de gobernabilidad
Kast llegó a la presidencia arropado por el Partido Republicano, la formación que él mismo creó en 2019 junto a antiguos militantes de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y otros sectores de la ultraderecha. Sin embargo, para llenar los cargos del Estado y conformar un equipo que dé gobernabilidad al país necesitará sí o sí del respaldo de la derecha tradicional.
Para
ello tiene dos caminos, dice Cullmann: "Puede construir una coalición
amplia de casi toda la derecha bajo la hegemonía del Partido Republicano, o
limitarse a acuerdos más específicos con los que comparten sus valores".
Agrega, sin embargo, que "es difícil que ceda en lo valórico", uno de
los temas que Kast intentó dejar de lado durante la campaña, dadas sus posturas
ultraconservadoras. "Los que se sumen, tendrán que adoptar su
ideario", estima la representante en Chile de la fundación Heinrich Böll.
Para
Vidal, el apoyo de la centroderecha es ya un hecho. Pero más lo será a la hora
de presentar leyes, porque "toda la derecha, desde Demócratas hasta los
libertarios, logra reunir 76 votos en la Cámara de Diputados. Pero la mayoría
absoluta son 78, y para las reformas sustantivas son 89, o sea está a años luz,
y en el Senado es peor para el futuro mandatario, porque tiene un empate”. Por
lo mismo, será imposible para él gobernar sin el respaldo de otros sectores.
Álvarez,
por su parte, llama la atención sobre un aspecto del que se ha hablado poco en
estos días, pero que ronda en el ambiente. "En términos de una oposición
realmente fuerte, esta podría provenir de la propia derecha. Sebastián Piñera ya vivió algo
similar al tener que lidiar con la UDI, y en este caso Kast enfrenta un desafío
más complejo: a su derecha emerge un movimiento libertario que puede dificultar
la gobernabilidad. Este grupo podría presionar por una mayor radicalización en
caso de que Kast intente pactar con la derecha tradicional". Por tanto,
afirma el académico, el principal desafío "será administrar ese delicado
equilibrio entre la ultraderecha y la derecha tradicional".
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