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viernes, 3 de agosto de 2012

MUCHAS CUMBRES PERO "POCAS NUECES" EN EL CONFLICTO MAPUCHE

 LA GUERRA ESTÁ DECLARADA 

Por Walter Krohne

El nuevo sistema para resolver los problemas más cruciales de Chile es hoy a través de las llamadas “cumbres” de La Moneda. Esta nueva modalidad tiene lados buenos y malos,  como casi todas las cosas.
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Los buenos son la creación de grupos de diálogo, aunque los participantes, invitados generalmente por el Presidente de la República o por el ministro de Interior, tienen una posibilidad casi mínima de imponer alguna idea o punto de vista, porque la verdad es que ya todo está prácticamente decidido  o “cocinado”, para decirlo en buen chileno,  desde mucho antes del comienzo de este tipo de encuentros "deliberatorios"..
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Estas cumbres se inician con una pauta rígida,  de antemano ya estudiada y redactada, la que al final de cuentas se convierte en la declaración final del encuentro. Quien resuelve lo que se hace o no, es el Presidente, previa consulta a los partidos de la coalición, especialmente a la UDI.
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El tema mapuche ha sido abordado ya en dos de estas cumbres que se han efectuado en diez días con resultados buenos o malos, pero, más que destacar el tenor del diálogo, el énfasis está más bien en la difusión del encuentro con material audiovisual incluido.
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Estas cumbres son parecidas a las comisiones que nombraba la Presidenta Michelle Bachelet para abordar temas difíciles como la educación, la discriminación o asuntos relativos a la salud. La diferencia entonces era que estas comisiones tenían muchos integrantes, todos sabios o semisabios que venían de distintos sectores académicos, intelectuales y/o políticos,  que tras deliberar por varias semanas redactaban  volúmenes con recomendaciones que,  como formato de libros, pasaban luego a decorar los libreros de las oficinas públicas. Hasta donde podemos recordar,  nunca se resolvió en forma clara, precisa y amplia, como corresponde,  algunos de los problemas tratados en  estas comisiones.
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Hoy pasa algo parecido. La primera cumbre de seguridad sobre los mapuches, el martes 24 de julio,  aprobó nueve medidas “cautelares” para la Araucanía, de las cuales seis son absolutamente represivas. El aumento de la dotación de Carabineros y de la PDI que comenzaron a operar en la región afectada por diversas olas de violencia, fue la principal característica del resultado de esta primera cumbre. Al parecer a ninguno de los participantes en el diálogo se le ocurrió insistir en que la solución del tema mapuche no iba por ese camino, porque la violencia, si se responde en la misma forma, el resultado final es la guerra.
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Desde ya, con la colaboración de la Iglesia Católica, se han realizado unos sesenta encuentros en la  llamada  Mesa de Diálogo, que comenzó en el Cerro Nielol en Temuco, con resultados que no han sido exitosos como los que se esperaban, porque la prueba está a la vista: la violencia continúa en la Araucanía, quizá peor que antes de este diálogo.
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Hoy, en una segunda cumbre, se aprobaron las medidas del llamado Plan de la Araucanía: Creación de un liceo de excelencia en Ercilla; Aumento a 18 mil las becas mapuches; Enseñanza del mapudungun a 20 mil estudiantes; Hospitales en Padre Las Casas, Lautaro, Angol, Pitrufquén y Carahue; Creación de un plan Auge Mapuche; Fortalecimiento del rol de Indap; Priorización del ingreso ético familiar en La Araucanía; Administración de mapuches de zonas turísticas; Ayuda a víctimas de atentados; y llamado a los empresarios chilenos a invertir en la Araucanía.
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El plan no deja de ser interesante pero es injusto, porque aborda los mismos problemas que también  tienen muchas otras regiones no mapuches del país. Por lo tanto no es posible ofrecer este mundo y el otro a un pueblo originario, por muy histórico que sea, en desmedro del resto de la población pobre y desigual. La pobreza y desigualdad no pertenecen sólo a la Araucanía. Son males que están en todo Chile. Esto significa que  los problemas no pueden  resolverse a medida que vayan surgiendo focos de violencia o levantamientos populares, porque el remedio propuesto podría ser más perjudicial que la misma enfermedad, y el Gobierno podría ser calificado nuevamente de  populista en su grado máximo. Desde ya nadie sabe cuantos años se va a necesitar para poner en marcha todas las medidas aprobadas hoy en La Moneda.
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La guerra ya declarada entre el pueblo mapuche y las fuerzas represivas chilenas parece no tener una solución a corto plazo, porque los problemas son mucho más profundos de lo que considera este gobierno y también lo que han considerado los gobiernos  anteriores.  La verdad es que las autoridades, a pesar que tratan de mostrarse como “hombres buenos”,  condenan, sin embargo, muchas veces  como terrorista a un proceso social muy complejo que no han sabido resolver como corresponde.
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No hay voluntad política ni tampoco el necesario "desinterés económico" para reconocer a los mapuches como una nación distinta a la nación chilena, situación que debería quedar estampada en nuestra Constitución como reconocimiento de un Chile multicultural. El único Presidente que estaba dispuesto a hacerlo fue el Presidente Patricio Aylwin, pero se encontró con la  gruesa muralla de la extrema derecha. No se puede pretender que los mapuches, con el Plan de la Araucanía, lleguen a integrarse a Chile cuando han pasado 200 años sin que esto haya ocurrido.

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