Por Hugo Latorre Fuenzalida
En tiempos electorales se ha dado en “discutir” el tema de la indexación que regula todo el mercado nacional en el índice UF (Unidades de Fomento).
Como el nombre lo dice, la Unidad de Fomento, busca
efectivamente resguardar, proteger e incentivar la inversión del capital en la
actividad económica, tanto productiva como financiera.
Todo esto parece una política muy atendible, las cosas en
la economía capitalista funcionan en torno al provecho, a la ganancia, a la
utilidad garantizada. Esto se ha entendido así desde que el capitalismo es
capitalismo y en Chile se ha aplicado desde que se creó esta Unidad de Fomento
por allá por 1967, durante el gobierno de don Eduardo Frei Montalva.
Se hizo, entonces, porque se buscaba resguardar de la
inflación (que fluctuaba por sobre el 30%), y contribuir al ahorro de capitales
(muy escaso en ese entonces), pero iba dirigido hacia un mecanismo específico
de ahorro, incentivado para la construcción de viviendas mediante otras
instancias creadas para ese fin, cuales eran las asociaciones de ahorro y
préstamo.
Como se puede apreciar, esta indexación se establecía
sobre políticas de ahorro de capital, pero instaladas sobre un incentivo
inmediato de beneficio concreto para los ahorristas, como era el de obtener el
beneficio de la adquisición de una vivienda. Esto se hizo, o se trató de hacer,
junto a otras medidas de ahorro, como era el de que los reajustes de salarios
se hicieran, en parte, como un sistema de capitalización compartida en una
cuenta de ahorro de cada trabajador y administrada de manera colectiva. Este
ahorro también se destinaria a evitar el ciclo realimentado de la inflación y
al mismo tiempo crear incentivos sociales de ahorro para un bien tan escaso y
difícil de obtener como es la vivienda. Esto no llegó a buen puerto porque en
el Congreso ni siquiera se aceptó discutir esa medida.
Bueno, eso es muy distinto a lo que tenemos hoy, puesto que la Unidad de Fomento actual se generaliza para estimular el beneficio del capital en general, sin un objetivo específico de resguardo del ahorro interno, sino del resguardo de todo el ahorro, sea productivo, especulativo, financiero o rentista. En consecuencia, vemos ahora que todo el mundo del trabajo está soportando la seguridad monetaria del mundo del capital, sin discriminación. Esta generalización de la indexación fue impuesta durante la dictadura, en las reformas estructurales de 1975 en adelante.
¿Cuál ha sido el resultado?
Lógicamente, en una discriminación tan marcada en favor
del resguardo del capital, que por cierto en una economía capitalista
subdesarrollada y con inflación totalmente controlada, es indispensable para
que funcione; pero lo que sucede cuando hay mayor crecimiento de los valores de
renta del capital, que lo que acontece con los valores de remuneración del
trabajo, se va generando una brecha que de perseverar en su ampliación genera
conflictos de desigualdad en la distribución del ingreso y de las cargas para
viabilizar al sistema en su totalidad.
Es lo que ha venido sucediendo en el Chile de los últimos
50 años, cosa que ha sido aplacada porque un 50% aproximado de la población ha
tenido acceso a un ingreso mayor, lo que le ha permitido encubrir su
pérdida de efectividad del salario en varios servicios y consumos clave,
justamente mediante indexación del salario (por pertenecer a la economía
formal) y el complemento del acceso a los servicios de uso de ahorro a través
de un crédito, también indexado en UF (Unidades de Fomento), lo que finalmente
termina haciendo un rizo mayor en la espiral inflacionaria para el mismo sector
que ostenta esa cota o su nivel de ingresos.
Pero también acontece en este sistema, que de ese 50% más
integrado al sistema formal de la economía, también reciben estímulos por sus
activos de ahorro, lo que permite neutralizar los efectos regresivos
pertinentes al factor salario.
Pero el otro gran sector de la economía no formal, del
autoempleo o del empleo irregular, inestable o semi-formal, va quedando
replegado respecto a las indexaciones del consumo, del financiamiento de toda
la amplia gama de oferta que proviene de la economía formal e indexada.
Y ese es el problema mayor en la actualidad, porque la UF
del 2019 ($ 28.000), salta a casi $ 40.000, en la actualidad, es decir sube en
un 60% en 5 años, mientras que la reajustabilidad del salario mínimo, en
términos nominales ha sido ligeramente superior (65%). El 40% de ese reajuste
de la UF se debió a la alta inflación del 2022 (12,8%).
Estos números no están mal para los trabajadores de la
economía formal, en cuanto a la correlación valor de la UF y aumento del
salario o ingreso del trabajador, pero cuando esto se saca de los promedios
nacionales y registramos el ingreso per cápita de un chileno por
decil (cada 10% de nivel o escala de ingresos), nos encontramos que
el 1er decil (ingresos màs bajos), alcanza los $ 115.229 per càpita; el 2º
decil sube a$332. 800.
Pero esto es dentro del empleo que se reporta recibiendo
ingresos; en cambio al pasar a otros sectores como los pensionados (más de 7
millones), los autoempleados, los desempleados (casi 10%), las mujeres que ni
siquiera aspiran a un trabajo, nos encontramos que nos acercamos al 50% de la
población que queda expuesta a una indexación sobre la cual no tiene ajustes, y
si los hay, van muy por atrás de la Unidad de Fomento.
No por casualidad la apropiación del ingreso por el 1% de
la población ha subido del 33% en el 2005 al 50% en el 2025. Esta concentración
tan extraordinaria se debe necesariamente a que el sector capital está sobre
protegido por el sistema de indexación, mientras que el sector asalariado es
apenas el 50% el que se sujeta a algún grado de reajuste o indexación, pero no
asì la otra mitad de los trabajadores del país, que necesariamente serán
segregados y castigados por el modelo capitalista de acumulación.
¿Cómo resolver un tema de esta complejidad?
1) Si analizamos el problema
central de la indexación capitalista es el problema de la inflación. Si la
inflación se aproximara a cero no sería necesario indexar la economía, solo se
pasa la tasa de interés asignada al valor del dinero en los créditos de plazo
mediano a largo. Pero nuestras economías inmaduras y de capitalismo salvaje, no
alcanzan los equilibrios que prometen por doctrina. En consecuencia, el capital
se protege y el trabajo se desprotege, en buena parte de la población.
2)
EEste reclamo sobre las UF, es un síntoma más de la gran desigualdad estructural que afecta a Chile. Pero uno ve la discusión en los medios que se deslizan por la pura consigna, sin ahondar en las razones profundas que vienen golpeando a las clases trabajadoras y media, que no encuentra manera de contrarrestar esta asimetría entre las ganancias aseguradas del capital y los perjuicios a los intereses del trabajo que genera la arbitrariedad envuelta en ropaje de ciencia; de esta manera se pontifica que no hay alternativa más que obedecer a los que saben, los que deciden y los que instalan la desigualdad como norma divina. En Resumen, son dos grandes estructuras de desigualdad ligadas a la indexación capitalista que se encarnan en el modelo neoliberal chileno: 1) La gran masa de chilenos que queda a el campo de discreción de los intereses indexados del capital, sin contar con herramientas para tratar de emparejar el campo de juego de los intereses: trabajadores informales, jubilados, jóvenes, desempleados, empleo parcial, amas de casa, etc. 2) El mundo del trabajo formal, que es quien aporta el capital administrado por los empresarios y que no cuenta con ninguna herramienta que permita determinar sus propios intereses en ese juego desigual de los derechos de protección, más allá de los reajustes por ley, en sus salarios. Este es el dilema, este es el problema central que aqueja al Chile de hoy. No se resuelve con slogans ni con dogmas pontificados en los medios. Se debe buscar una solución estructural, que las hay.
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