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jueves, 2 de febrero de 2017

Opinión internacional

HISTORIA CON PROYECCIONES AL PRESENTE: EL CASO TRUMP

Por Martín Poblete (*)

La tésis fundamental del Profesor estadounidense Dr. Walter Russell Mead postula un cambio sustancial en la comprensión del drama mundial por quien ha sido elegido Presidente de Estados Unidos. Efectivamente, por primera vez en setenta años los electores han llevado a la Casa Blanca a un hombre imbuído de profundo desprecio  por las ideas, las políticas, y muy especialmente por las instituciones al centro de la política internacional de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. 
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Nadie sabe como el Presidente Donald Trump dará forma a sus preferencias y prioridades, poco se sabe de ellas, ni cómo podrían cambiar según vaya encontrando el torrente de crisis y eventos  lanzados a su paso por la Globalización y los desafíos geopolíticos en pleno desarrollo,  pero desde los tiempos del Presidente Franklin Delano Roosevelt no se presentaban debates ni disyuntivas tan fundamentales a la política exterior americana.

Tomando base en la historia, el Dr. Russell Mead distingue dos principales escuelas de pensamiento elaborando la gran estrategia de la post-guerra, ambas enfocadas en construir un sistema internacional estable con Estados Unidos al centro.  

Los "hamiltonianos", por Alexander Hamilton, el gran ministro de hacienda de George Washington, creían en el mejor interés de Estados Unidos sustituir al Reino Unido como el "giróscopo del orden mundial (Coronel Edward House, consejero del Presidente Woodrow Wilson)", poniendo en su lugar una arquitectura financiera y de seguridad nacional capaz de reactivar la economía después de la Segunda Guerra Mundial, avanzar los intereses de Estados Unidos, y "contener la conducta y designios de la Unión Soviética (George Kennan, The Sources of Soviet Conduct, Foreign Affairs, julio de 1947)".   Cuando se produjo el colapso de la Unión Soviética y la derrota final del comunismo soviético, los hamiltonianos respondieron tratando de crear un orden liberal global entendido preferentemente en términos económicos y financieros.

De otra parte, los "wilsonianos", por el Presidente Woodrow Wilson, si bien compartían con los hamiltonianos la creación de un orden mundial liberal como primordial para Estados Unidos, concebían el esfuerzo priorizando los valores de la democracia por sobre los económicos y financieros.  En esa línea de pensamiento, los wilsonianos  propiciaban la paz a través de la promoción de los derechos humanos, de gobiernos democráticos, y del imperio de la ley en un estado de derecho; este enfoque tuvo su mejor expresión en el gobierno del Presidente Jimmy Carter, con la creación del cargo de Secretario de Estado Adjunto para Derechos Humanos, si bien el sucesor, Ronald Reagan, estuvo adverso a la propuesta durante la campaña, eventualmente se convenció, o fue convencido por su segundo Secretario de Estado George Shultz, de las bondades de poner los derechos humanos en la formulación de la diplomacia.

En la fase final de la Guerra Fría, los wilsonianos se dividieron en dos campos vigorosamente opuestos; los institucionalistas liberales en su mayoría en el Partido Demócrata, enfatizaron la promoción de las instituciones internacionales en busca de una cada vez mayor integración mundial;  del otro lado, los neoconservadores en su mayoría en el Partido Republicano, procuraban avanzar la agenda liberal mediante iniciativas unilaterales del gobierno americano.   Las disputas entre ambas corrientes de pensamiento fueron intensas y consecuenciales, se dieron en los medios, en los institutos y centros de estudios internacionales, y las mas prestigiosas universidades, siempre respetando el marco del compromiso con un proyecto común de orden mundial.   Sin embargo, la creciente percepción de público desencanto con los costosos fracasos, posteriores al fin de la Guerra Fría,  del proyecto de construir un orden global bajo un modelo americano occidental, estimuló la crítica no solo de los resultados empíricos sino también del marco teórico  vigente por siete décadas.

Entremos en escena a Donald Trump, quien comprendió lo que sus adversarios no fueron capaces de advertir, la fuerza emergente de un nacionalismo populista, de rasgos singularmente americanos.  En la interpretación del profesor Russell Mead,  esta fuerza emergente tendría sus raíces en las ideas del primer populista llevado a la presidencia de Estados Unidos, Andrew Jackson (1828-1836);  para los "jacksonianos" formando  el tronco de la fervorosa base de apoyo social del Presidente Trump,  los Estados Unidos no son una entidad política creada por un conjunto de proposiciones intelectuales orientadas al cumplimiento de una misión universal, más bien son el estado-nación del pueblo americano  y su principal misión está en su propio país.  

En este sentido, los jacksonianos entienden el excepcionalismo  americano como una fuerza enraizada en el singular compromiso con la igualdad y la dignidad de los ciudadanos; en este cuadro, el rol del gobierno, y del Estado, es cumplir los destinos del país preocupándose  del bienestar económico y de la seguridad física del pueblo en su propio territorio, haciéndolo interfiriendo lo menos posible con la libertad individual que hace único al país.  En esta línea de pensamiento, se argumenta por reducir los costos y riesgos implícitos en política internacional, procuran definir el rol global de Estados Unidos de manera estrecha, segura en lo posible, al mas bajo costo aceptable.

Este populismo nacionalista de los jacksonianos se preocupa de manera intermitente de los asuntos de política exterior, su foco va por los asuntos mas inmediatos y próximos; su movilización en el actual ciclo electoral tuvo lugar bajo el estímulo de  particulares combinaciones de fuerzas y tendencias, de preferencia enfocadas en la situación interna, identificadas por la mayoría de comentaristas y encuestadores de variados pelajes como los bajos salarios, la pérdida de buenos empleos para trabajadores sin formación técnico-profesional, la vulgaridad de la vida urbana. 

En lo fundamental, las cuestiones de identidad y cultura jugaron un rol clave, los jacksonianos se sintieron sitiados, sus valores  atacados y su futuro amenazado por elites político-sociales ajenas y distantes, percibidas entre la perversión y la traición; la escena urbana contemporánea repleta de movimientos celebrando variadas demandas de reconocimiento por afroamericanos, hispanos,   mujeres, feministas, homosexuales y lesbianas, mas un largo etcétera, con ninguno de los cuales los jacksonianos establecen lazos ni reconocen identidad.   Los jacksonianos desconfían de los acuerdos de libre comercio no porque los entiendan en su vasta complejidad, sino porque intuitivamente los perciben adversos a sus intereses, así como adversos a como entienden los intereses de los Estados Unidos;  para ellos, el liderazgo es una cuestión de confianza como lo fue con Franklin Delano Roosevelt,  en cierta medida también con el General Dwight Eisenhower, de modo un tanto mas distante con Ronald Reagan, y como podría serlo con Donald Trump.   Todos estos factores ayudan a entender el nombramiento del  Juez Federal del 10º Circuito de Apelaciones, Neil Gorsuch, 49 años de edad, joven para la promoción, a Juez de la Corte Suprema; el Juez Gorsuch es un hombre del Medio Oeste nacido en Denver, Colorado, educado en Columbia University, Escuela de Derecho de Harvard University, estudios post doctorales (filosofía del derecho) en Saint Anthony`s College de Oxford University, esta breve cita de uno de sus fallos ahorra comentarios:  "La Constitución separa cuidadosamente los poderes legislativo y judicial.  Por diseño constitucional, la separación de poderes está entre los mas importantes  instrumentos protectores de la libertad de los ciudadanos."

Ahora, terminemos con una breve vuelta a la manivela de la historia.
En su tiempo, historiadores y cronistas no fueron amables con Andrew Jackson, la documentación legada permite verificar críticas despiadadas de la persona y del político, siendo descrito invariablemente como un "bárbaro despreciativo / a disparaging barbarian", cuya elección había sido "un descomunal error", y cuyas políticas y propuestas en su conjunto eran "deplorables" (Current, Williams & Freidel, Survey of American History, A. Knopf, Nueva York 1975).   Cualesquiera coincidencia no es mera casualidad.

(*) - El Dr. Walter Russell Mead, Profesor James Clarke Chace de Estudios Internacionales y Humanidades en Bard College, y Académico Distinguido del

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