Opinión internacional
HISTORIA CON PROYECCIONES AL PRESENTE:
EL CASO TRUMP
Por Martín Poblete (*)
La tésis fundamental del Profesor
estadounidense Dr. Walter Russell Mead postula un cambio sustancial en la
comprensión del drama mundial por quien ha sido elegido Presidente de Estados
Unidos. Efectivamente, por primera vez en setenta años los electores han
llevado a la Casa Blanca a un hombre imbuído de profundo desprecio por
las ideas, las políticas, y muy especialmente por las instituciones al centro
de la política internacional de Estados Unidos después de la Segunda Guerra
Mundial.
.
Nadie sabe como el Presidente Donald Trump
dará forma a sus preferencias y prioridades, poco se sabe de ellas, ni cómo
podrían cambiar según vaya encontrando el torrente de crisis
y eventos lanzados a su paso por la Globalización y los desafíos
geopolíticos en pleno desarrollo, pero desde los tiempos del Presidente
Franklin Delano Roosevelt no se presentaban debates ni disyuntivas tan
fundamentales a la política exterior americana.
Tomando base en la historia, el Dr.
Russell Mead distingue dos principales escuelas de pensamiento elaborando la
gran estrategia de la post-guerra, ambas enfocadas en construir un sistema
internacional estable con Estados Unidos al centro.
Los "hamiltonianos", por Alexander
Hamilton, el gran ministro de hacienda de George Washington, creían en el mejor
interés de Estados Unidos sustituir al Reino Unido como el "giróscopo del
orden mundial (Coronel Edward House, consejero del Presidente Woodrow
Wilson)", poniendo en su lugar una arquitectura financiera y de seguridad
nacional capaz de reactivar la economía después de la Segunda Guerra Mundial,
avanzar los intereses de Estados Unidos, y "contener la conducta y
designios de la Unión Soviética (George Kennan, The Sources of Soviet Conduct,
Foreign Affairs, julio de 1947)". Cuando se produjo el colapso
de la Unión Soviética y la derrota final del comunismo soviético, los
hamiltonianos respondieron tratando de crear un orden liberal global entendido
preferentemente en términos económicos y financieros.
De otra parte, los
"wilsonianos", por el Presidente Woodrow Wilson, si bien compartían
con los hamiltonianos la creación de un orden mundial liberal como primordial
para Estados Unidos, concebían el esfuerzo priorizando los valores de la
democracia por sobre los económicos y financieros. En esa línea de
pensamiento, los wilsonianos propiciaban la paz a través de la promoción
de los derechos humanos, de gobiernos democráticos, y del imperio de la ley en
un estado de derecho; este enfoque tuvo su mejor expresión en el gobierno del
Presidente Jimmy Carter, con la creación del cargo de Secretario de Estado
Adjunto para Derechos Humanos, si bien el sucesor, Ronald Reagan, estuvo
adverso a la propuesta durante la campaña, eventualmente se convenció, o fue
convencido por su segundo Secretario de Estado George Shultz, de las bondades
de poner los derechos humanos en la formulación de la diplomacia.
En la fase final de la Guerra
Fría, los wilsonianos se dividieron en dos campos vigorosamente opuestos;
los institucionalistas liberales en su mayoría en el Partido Demócrata,
enfatizaron la promoción de las instituciones internacionales en busca de
una cada vez mayor integración mundial; del otro lado, los
neoconservadores en su mayoría en el Partido Republicano, procuraban avanzar la
agenda liberal mediante iniciativas unilaterales del gobierno
americano. Las disputas entre ambas corrientes de pensamiento
fueron intensas y consecuenciales, se dieron en los medios, en los institutos
y centros de estudios internacionales, y las mas prestigiosas universidades,
siempre respetando el marco del compromiso con un proyecto común de orden
mundial. Sin embargo, la creciente percepción de público desencanto
con los costosos fracasos, posteriores al fin de la Guerra Fría, del
proyecto de construir un orden global bajo un modelo americano occidental,
estimuló la crítica no solo de los resultados empíricos sino también del marco
teórico vigente por siete décadas.
Entremos en escena a Donald Trump,
quien comprendió lo que sus adversarios no fueron capaces de advertir, la
fuerza emergente de un nacionalismo populista, de rasgos singularmente
americanos. En la interpretación del profesor Russell Mead,
esta fuerza emergente tendría sus raíces en las ideas del primer
populista llevado a la presidencia de Estados Unidos, Andrew Jackson
(1828-1836); para los "jacksonianos" formando el tronco
de la fervorosa base de apoyo social del Presidente Trump, los
Estados Unidos no son una entidad política creada por un conjunto de
proposiciones intelectuales orientadas al cumplimiento de una misión universal,
más bien son el estado-nación del pueblo americano y su principal misión
está en su propio país.
En este sentido, los jacksonianos
entienden el excepcionalismo americano como una fuerza enraizada en el
singular compromiso con la igualdad y la dignidad de los ciudadanos; en
este cuadro, el rol del gobierno, y del Estado, es cumplir los destinos del
país preocupándose del bienestar económico y de la seguridad física
del pueblo en su propio territorio, haciéndolo interfiriendo lo menos posible
con la libertad individual que hace único al país. En esta línea de
pensamiento, se argumenta por reducir los costos y riesgos implícitos en
política internacional, procuran definir el rol global de Estados
Unidos de manera estrecha, segura en lo posible, al mas bajo costo aceptable.
Este populismo nacionalista de los
jacksonianos se preocupa de manera intermitente de los asuntos de política
exterior, su foco va por los asuntos mas inmediatos y próximos; su
movilización en el actual ciclo electoral tuvo lugar bajo el estímulo de
particulares combinaciones de fuerzas y tendencias, de
preferencia enfocadas en la situación interna, identificadas por la
mayoría de comentaristas y encuestadores de variados pelajes como los bajos
salarios, la pérdida de buenos empleos para trabajadores sin formación
técnico-profesional, la vulgaridad de la vida urbana.
En lo fundamental, las cuestiones de
identidad y cultura jugaron un rol clave, los jacksonianos se sintieron
sitiados, sus valores atacados y su futuro amenazado por elites
político-sociales ajenas y distantes, percibidas entre la perversión y la
traición; la escena urbana contemporánea repleta de movimientos celebrando
variadas demandas de reconocimiento por afroamericanos, hispanos,
mujeres, feministas, homosexuales y lesbianas, mas un largo
etcétera, con ninguno de los cuales los jacksonianos establecen lazos ni
reconocen identidad. Los jacksonianos desconfían de los acuerdos de
libre comercio no porque los entiendan en su vasta complejidad, sino porque
intuitivamente los perciben adversos a sus intereses, así como adversos a como
entienden los intereses de los Estados Unidos; para ellos, el liderazgo
es una cuestión de confianza como lo fue con Franklin Delano Roosevelt,
en cierta medida también con el General Dwight Eisenhower, de modo un
tanto mas distante con Ronald Reagan, y como podría serlo con Donald
Trump. Todos estos factores ayudan a entender el nombramiento
del Juez Federal del 10º Circuito de Apelaciones, Neil Gorsuch, 49 años
de edad, joven para la promoción, a Juez de la Corte Suprema; el Juez
Gorsuch es un hombre del Medio Oeste nacido en Denver, Colorado, educado en
Columbia University, Escuela de Derecho de Harvard University, estudios post
doctorales (filosofía del derecho) en Saint Anthony`s College de Oxford
University, esta breve cita de uno de sus fallos ahorra comentarios:
"La Constitución separa cuidadosamente los poderes legislativo y
judicial. Por diseño constitucional, la separación de poderes está entre
los mas importantes instrumentos protectores de la libertad de los
ciudadanos."
Ahora, terminemos con una breve
vuelta a la manivela de la historia.
En su tiempo, historiadores y cronistas
no fueron amables con Andrew Jackson, la documentación legada permite verificar
críticas despiadadas de la persona y del político, siendo descrito
invariablemente como un "bárbaro despreciativo / a disparaging
barbarian", cuya elección había sido "un descomunal error", y
cuyas políticas y propuestas en su conjunto eran "deplorables"
(Current, Williams & Freidel, Survey of American History, A. Knopf, Nueva
York 1975). Cualesquiera coincidencia no es mera casualidad.
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