Ensayo
MEDIO SIGLO DE
LA MUERTE DE CAMILO TORRES RESTREPO
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
El 15 de febrero de 1966 moría el
sacerdote Camilo Torres, en Patio Cemento, Santander, (Colombia). Al inicio del
reciente diálogo de paz con el Ejército
de Liberación Nacional, (ELN), el presidente Juan Manuel Santos ha
aceptado una solicitud de exhumación de los restos del cura Torres, petición que se comprometió a llevarla a cabo.
Durante varias décadas, el ejército y
los paramilitares impidieron las peregrinaciones al lugar donde murió Camilo
Torres, organizadas por los curas de Golconda, (movimiento progresista de
sacerdotes jóvenes comprometidos con la justicia social).
Camilo Torres nació en Bogotá el 3 de
febrero de 1929, en el seno de una familia aristocrática, descendiente de uno
de los héroes de la independencia de Colombia, de su mismo nombre. Su padre era
afamado médico pediatra, y Camilo era el hijo predilecto de su madre, Isabel
Restrepo, conocida por su fuerte personalidad. Camilo primero ingresa a la
Congregación de los Padres Dominicos, en la ciudad de Chiquinquirá y, cuando
tomaba el tren de la sabana fue “raptado” por su padre, y en conjunto acordaron
que ingresara al Seminario Conciliar de Bogotá. Hacia los años 50, la Universidad
de Lovaina, en Bélgica, se había especializado en el estudio avanzado de la
doctrina social de la Iglesia y, en general, en la sociología, incluyendo al
marxismo en su versión “jesuítica”. (Dicho sea de paso, la Universidad de
Lovaina fue una escuela de cuadros para la formación de dirigentes
democratacristianos en América Latina, especialmente de Chile y Venezuela; mi
abuelo estuvo exiliado en Lovaina, y mi padre estudió sus primeros años de derecho
en esa Universidad ahí murió mi abuela).
En los años 50, en Francia, empezaba a
gestarse el movimiento de curas obreros, muy bien descrito en Los santos van al infierno. Ese
movimiento fue condenado por la jerarquía de la iglesia católica francesa,
pretextando el peligro de que al vivir y compartir con los pobres, se
convertirían en comunistas y, como Jesús, ¿al ser carpintero, terminaría siendo
comunista? El Abate Pierre, líder de Emaús, (entidad de compromiso con los
pobres), también fue condenado.
El ambiente progresista de los católicos
de la iglesia francófona influyó en el pensamiento de Camilo Torres. Es
importante anotar que la iglesia católica en tiempos de Pío XII era bastante
reaccionaria, y sólo le interesaba combatir el comunismo, ideología definida en
la Encíclica Divinis Redemptoris como “intrínsecamente perversa” y el Papa Pío
XII había mantenido culposo silencio
ante los asesinatos en masa del nazismo, propiciados por Hitler. En el Cónclave, a
la muerte de Pío XII, había resultado elegido un Papa de Transición, el Patriarca
de Venecia, que adoptó el nombre de Juan XXIII, quien sorprendió a la misma
iglesia y a los fieles con la publicación de su Encíclica Mater et Magistra, en
la cual posibilita la alianza entre cristianos y marxistas en la búsqueda del
bien común. Posteriormente, este Papa convocó el Concilio Vaticano II, que
abrió al mundo las puertas y las ventanas de la Iglesia, y definió el concepto
del pueblo de Dios, además, cambió la liturgia colocando al sacerdote frente al
pueblo y no a sus espaldas, y las misas se celebraban en lenguas vernáculas y,
a veces, con música folclórica.
En 1959, los barbudos de Fidel Castro
entraron a La Habana, luego del triunfo
contra el cabo Fulgencio Batista. En este mismo año Camilo Torres fue nombrado
profesor titular de sociología y capellán de la Universidad Nacional de Colombia
donde, además fundó un movimiento universitario de promoción comunal, centrando
sus actividades de investigación y acción en los barrios populares periféricos
de Bogotá. Como académico e investigador había estudiado el período de la violencia
en Colombia,(1948-1958) y, uno de los períodos negros en la historia de ese
país fue donde la Iglesia “bendijo” los asesinatos de los campesino liberales, perpetrados por los conservadores, (mientras
los políticos liberales y conservadores festejaban juntos riéndose de los
“rotos” que se mataban entre ellos).
En Colombia, el poder se repartía
alternadamente entere liberales y conservadores a fin de lograr la concordia, y
el pueblo debería sólo confirmar por medio del voto al candidato presidencial ya
nombrado a dedo.
En este ambiente, dominado por los dos
partidos políticos, Camilo Torres comienza a tomar posiciones progresistas
acercándose a los partidos de izquierda, posición que no fue del agrado del
arzobispo Luis Concha Córdoba, quien lo castigó enviándolo como coadjutor de la
Iglesia de la Veracruz, (centro de Bogotá), cuya tarea se reducía a llenar
papeles y a confesar a señoras beatas, que representó el momento más deprimente
de su vida consagrada. A partir de este episodio, Camilo Torres toma cada vez
más el camino de la política, y crea un movimiento llamado Frente Unido del
Pueblo, que intenta incluir a todos los partidos políticos de izquierda, desde
la Democracia Cristiana al Partido Comunista. El primer ejemplar editado del
diario Frente Unido se agotó en pocas
horas y Camilo Torres se ha convertido en un líder popular y muy carismático entre las masas.
El ala izquierda del liberalismo estaba
encabezada por Alfonso López Michelsen, que se apresta a participar como
candidato en las elecciones presidenciales y, Camilo Torres en ese entonces,
llama a la abstención, sabiendo que las elecciones en Colombia eran
fraudulentas. El éxito logrado en su campaña le fue luego fatal a Camilo para
Camilo Torres, pues ya no podía pernoctar en una misma casa, pues arriesgaba su
vida a manos de paramilitares o de la policía. No le quedaba otra vía que
adherir a uno de los grupos armados existentes en Colombia; primero, lo intentó
con las FARC, pero el Partido Comunista, captando que no servía como guerrillero,
le aconsejó continuar en la vida política, pues era un líder irreemplazable.
Cerrada esta puerta, subió al monte y comenzó a integrarse al ELN, integrado
especialmente por estudiantes y campesinos. Según el testimonio de ex
guerrilleros, Torres era muy inepto en el manejo de armamento, (no pudo con las
ametralladoras y se le asignó sólo una pistola). A los tres meses de ingresar a
la guerrilla, murió de dos balazos, al intentar desarmar a un militar.
La oligarquía colombiana trató de
aminorar el golpe por la muerte de un sacerdote, quien, además de aristócrata, tenía gran ascendencia popular,
tal vez similar a la Jorge Eliécer
Gaitán.
Como dice la canción de Víctor Jara,
“donde murió Camilo nació una cruz, no de madera, sino de luz”, en
consecuencia, el ejemplo y el mensaje de Camilo Torres sigue teniendo vigencia:
“el deber de todo cristiano es ser revolucionario y el deber de todo
revolucionario es hacer la revolución” “Los marxistas luchan por una nueva
sociedad, y nosotros, los cristianos, debiéramos estar luchando a su lado”.
Después de la muerte de Camilo Torres,
tuvo lugar la Segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), en
Medellín, el 26 de agosto al 8 de septiembre de 1968, donde se definió “la
opción preferencial por los pobres” y, con el sacerdote peruano, Gustavo
Gutiérrez, nació la Teología de la Liberación, es decir, pensar el cristianismo
desde los pobres y marginados de la sociedad y, además, la formación de las
“Comunidades Cristianas de Base”.
Varios mártires, además de Camilo Torres,
han marcado el camino de los cristianos revolucionarios, entre ellos Rutilio
Grande y Monseñor Arnulfo Romero y, posteriormente, los cinco sacerdotes
jesuitas, encabezados por José Ignacio
Ellacuría, de la Universidad Centroamericana de El Salvador. En Nicaragua fue
asesinado el padre Gaspar García Lavainay, en Chile, los sacerdotes Juan Alsina,
André Jarlán, Miguel Woodward y algunos otros.
Si bien, la Iglesia Católica ha estado
al servicio de las fuerzas reaccionarias prometiendo el cielo a los pobres que
acepten pacientemente las adversidades de la vida y la explotación de los ricos
y poderosos, con la promesa el goce eterno, siempre ha habido sacerdotes y
laicos que han estado a la vanguardia de
la crítica social. En la Revolución Francesa, por ejemplo, el líder más radical
era un cura; en el siglo XIX, Félicite de
Lamennais plateó el evangelio de los pobres, en El libro del pueblo, (1837), y fue el padre y maestro del pensador
Francisco Bilbao.
En el siglo XX, los sacerdotes obreros,
el Padre Alberto Hurtado y, posteriormente, Camilo Torres y la seguidilla de
mártires por la justicia social que hemos citado en este artículo, marcan la
importancia de la idea de que el cristianismo es la utopía de la igualdad y, el
socialismo, es la forma práctica de llevarla a cabo. Desafortunadamente,
estamos en una época de regresión conservadora del cristianismo, que ha
convertido a Jesucristo en un banquero, y los socialistas han terminado siendo
tan neoliberales como los derechistas y, es sintomático, que hayan ocupado
cargos en el FBI y en el Manco Mundial. La historia no se puede repetir, pero
siempre quedarán los sueños despiertos.
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