La Revolución recién comienza
Por Walter Krohne
Director-Editor de Krohne Archiv
Por Walter Krohne
Director-Editor de Krohne Archiv
La senadora Ximena Rincón dijo ayer en una entrevista que la gente en Chile estaba “cabreada” y que la huelga general programada por la CUT para mañana y el jueves era una protesta y expresión de cansancio similar a lo que está ocurriendo en España con los “indignados”. Se le olvida a la parlamentaria que los movimientos en Madrid y otras capitales de la vieja Europa están dirigidos en contra del modelo neoliberal imperante, pero también en contra de los políticos que no han hecho absolutamente nada para cambiar las cosas. Y aquí entran tanto los políticos oficialistas como los de oposición. Todos ellos son calificados en el viejo mundo como “zánganos del Estado”.
El tema central de todas estas protestas es el modelo, cuyo pedestal central es la economía, pero no la economía de beneficio popular, sino la de los grandes y poderosos que abarca a todos los que manipulan con el dinero ajeno sin asumir ninguna responsabilidad cuando los “negocios” no caminan muy bien o fracasan.
En el manifiesto de la CUT hay seis puntos claves que son una reforma tributaria, un cambio del sistema previsional social, mejoras en la salud, una reforma del sistema educacional, un nuevo código del trabajo y, como broche de oro, una nueva Constitución.
Todos son ejes claves para cambiar de una vez por todas la estructura de un país que se está derrumbando por depender permanentemente del barómetro económico externo, lo que se aprecia en las poblaciones de Santiago y Regiones donde se pasa hambre o se sufren diversas otras carencias. Sin embargo, estos seis puntos no le pertenecen sólo y directamente a este Gobierno, y ayer el presidente de la CUT, Arturo Martínez, así lo reconoció al liberar al Presidente Sebastián Piñera de ser directamente responsable de lo que está pasando en Chile, aunque ciertamente la derecha, igual que la Concertación, han sido en los últimos 22 años los autores de políticas públicas equivocadas que han tenido consecuencias graves y que se dan como factores para explicar el nuevo incremento de la pobreza en Chile.
El tema ahora es saber si una huelga de 48 horas, que causará muchos problemas y fuertes dolores de cabeza en distintas esferas públicas, especialmente en los servicios estatatales será una contribución efectiva para lograr los cambios que pide la CUT como también el 80 por ciento de los chilenos. Está claro que es una forma de levantar una “polvareda nacional”, aunque la efectividad de ella para obtener resultados concretas es realmente dudosa. Sólo le da argumentos al Gobierno para decir que el movimiento se ha politizado, como también lo han dicho frente al movimiento estudiantil, acusandolo igual que a la clase política de “estar siendo complaciente frente a una manipulación de la izquierda más extrema”, como escribió Sergio Melnick, que recordó los mejores momentos de la Guerra Fría.
Hay que aceptar en primer lugar que los partidos de la Concertación, sin excepción, hicieron muy poco o casi nada para cambiar las cosas. El Presidente Ricardo Lagos tuvo la oportunidad de intentar la redacción de una nueva Constitución, sacando de raíz toda la influencia pinochetista de ella y no lo hizo. Logró aprobar en el Congreso una serie de reformas aisladas que le permitieron ponerle su nombre a una “nueva” Carta Fundamental, que en el fondo sigue siendo la misma de Pinochet de 1980.
Igualmente, Lagos inventó el AUGE, una iniciativa de gran valor, pero que no funciona o funciona deficientemente, especialmente para quienes están afiliados a FONASA que se enfrentan a largas listas de espera para poder someterse a intervenciones quirúrgicas. Nadie entiende que aún hoy, después de 22 años, sigan activas las Isapres, entidades que comercian y hacen negocios “inhumanos” en el campo de la salud, con usuarios que en gran parte son trabajadores de la clase media.
Esto es todo lo que se ha hecho de los seis puntos que figuran en el manifiesto de huelga de la CUT. Lo demás está lejos de lograrse, porque la derecha no quiere una reforma tributaria porque dice que con ella se pueden perder muchos puestos de trabajo. Es cierto, el trabajo está difícil, porque en Chile las posibilidades son escasas y la pregunta surje de inmediato: ¿Dónde están nuestras fábricas? ¿Las que tuvimos en Chile en los años sesenta? ¿Dónde está la tecnología chilena? Nada hay de eso, porque el sistema neoliberal nos explica que es más barato importar a bajos aranceles y que sean otros, en otros países los que “se ensucien” las manos produciendo, aunque en Chile no haya trabajo o las condiciones del que hay sean malas y los sueldos o salarios mucho peores. ¿Cómo Argentina, Brasil y también Colombia lo hacen?, sólo por nombrar a algunos de nuestros vecinos. Un rector universitario dijo hace poco tiempo en un programa de televisión que no era conveniente que se titularan muchos técnicos porque después iban a tener dificultades de encontrar trabajo, porque Chile es un país que casi no tiene fábricas.
Ya lo han señalado economistas como Andrés Velasco y Cristóbal Huneeus: el problema de la desigualdad en Chile se produce básicamente por la falta de empleos de calidad.
Pero también la “doctrina” del neoliberalismo nos dice que el Estado debe ahorrar y tener mucho dinero invertido en Estados Unidos (18.000 millones de dólares) ganando intereses; aunque hoy estemos en riesgo de perder gran parte de este capital si se viene encima una nueva crisis económica como la que se anuncia. ¿Por qué no invertir mejor ese dinero en el desarrollo de Chile y crear buenas nuevas fuentes de trabajo para los chilenos? ¡No hay respuesta!
Aunque le duela mucho a Melnick o a conspicuos representantes de la UDI, la revolución en Chile recién comienza y tiene para largo.
Bien profesor, siga escribiendo así, nos representa a unos cuantos: Felicitaciones!!
ResponderBorrar