POR JOSÉ ZEPEDA
El país caribeño se desangra fruto de una historia de dominación e intervención extranjera que nunca trajo nada bueno. Entrevista a Jean Casimir
En Puerto Príncipe, cerca de 200 pandillas controlan al menos el 60% de la ciudad, según Naciones Unidas. Existe una complicidad entre el crimen organizado y las instituciones del Estado. Se dice que en su origen las bandas fueron pertrechadas con armas del Estado para acabar con las protestas del 2018 y ahora actúan por su cuenta sin control. Más de 1400 personas han muerto asesinadas desde comienzos del 2023, unas 280 cada mes.
Las estadísticas sobre la vida en Haití son dramáticas. El hambre entre la población infantil se eleva a un 30 por ciento este año. El aumento de la violencia armada ha provocado un empeoramiento en las cifras del hambre, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF. Aproximadamente uno de cada cuatro niños padece de desnutrición crónica.
En el ámbito de la reflexión, existe consenso en que el profesor y exdiplomático Jean Casimir es el intelectual más importante de país. El profesor de la Universidad Estatal de Haití y la Universidad de Duke tiene una cosmovisión sobre la realidad de su país ajena a la visión eurocéntrica y a la de los organismos internacionales. Su ambición principal es la promoción de un entendimiento entre las naciones y no entre los Estados.
José Zepeda: Hace un par de meses, el editorial de un diario de renombre decía que Haití se hunde. La agonía no es ninguna novedad, pero la violencia, la corrupción, la miseria y la destrucción institucional parecen llevar al país a un punto de no retorno. ¿Usted comparte este terrible diagnóstico?
Jean Casimir: No de esa manera, porque dicen que hay como doscientas pandillas que controlan casi el 60% la ciudad de Puerto Príncipe. Ayer, venía escuchando una entrevista que se hacía en Francia respecto a las pandillas de Marsella y de toda Francia, y decían que la policía de Marsella y de Francia no logra controlar a las pandillas. Quiero decir que no es que no tengamos el problema que usted acaba de diseñar, sino que es un problema mundial.
Naciones Unidas mismas viene pregonando por todos lados que Haití es el país más pobre de América, entonces cómo esos chavos, que ni siquiera se pueden comer un pan cada día, van a tener armas que valen más que un automóvil. ¿De dónde viene esto? Digo, la industria de producción de armas invade la tierra entera. No es que no tengamos ese problema, sino que somos débiles y por eso, se da la imagen de que somos el peor caso que se puede imaginar.
Pero cuando hay gente y grupos internacionales, particularmente Naciones Unidas, que dicen lo dicen, pareciera ser más bien que están preparando una invasión que va a dar como resultado que nos traerán otra epidemia de cólera a Haití. Ya lo hicieron y van preparando la ocupación de Haití para tapar o justificar su incapacidad.
JZ: Las informaciones que hablan de un Estado moribundo cuentan hechos para afirmarlo, pero es muy difícil encontrar estudios o análisis que expliquen el cómo, el por qué hemos llegado hasta aquí.
JC: En Haití es difícil encontrar esos estudios porque lo que hacen, como se dice en mexicano, es para taparle el ojo al macho. Imagínese España dirigida por gente que hable puro chino, cómo se van a entender con quienes hablan español.
Por ejemplo, en el caso nuestro entre Castilla y la Reina Isabel, los españoles que vinieron no eran todos hidalgos, los que mataron a los taínos (en 1492 había cinco cacicazgos taínos), los franceses que nos pusieron en esclavitud tampoco eran todos los franceses. Estaba el Estado de Francia, pero había también franceses, hugonotes, piratas, ladrones, prostitutas que venían huyendo de las fechorías que hacían en la propia Francia.
Entonces, desde Cristóbal Colón, implantan una lengua oficial que impide a la gente participar, literalmente, imponiendo un sistema basado en definiciones del individuo que son totalmente diferentes de lo que somos y de cómo definimos el individuo. Van prohibiendo toda autonomía, imponiendo la ley del más fuerte y dicen que no tenemos un Estado de derecho. Cuando lo que realmente quieren decir es: tenemos un Estado de leyes, no de derechos. Cuando de lo que se trata no es de las leyes del hombre, sino de los derechos del hombre.
Qué derecho tiene un país que hoy por hoy, en pleno el siglo XXI, dirige una población donde el 90% no entiende de lo que se trata. Por eso ellos quieren taparle el ojo al macho. Es que justamente el pensamiento popular está tomando el espacio público. Ahí está la crisis.
JZ: Ya se sabe que la desesperación es muy mala consejera. Hay linchamientos de presuntos criminales. La gente hace justicia por propia mano y esta situación provoca una realidad dramática porque las víctimas, en su angustia, recurren a los mismos métodos que sus verdugos.
JC: ¿Quiénes son los verdugos? No podemos olvidar que nacimos en tiempos de la esclavitud y en contra de ella. Fue un tiempo de violencia abierta e intensa y luego le siguió un tiempo de violencia tapada, subterránea, pero violencia había.
Cuando en 1915 Estados Unidos ocupa el país lo primero que hace es prohibir toda participación de la población en la política formal y va poniendo presidentes desde 1915 hasta hoy. No se ha dado un solo presidente de Haití que no tenga la bendición de Estados Unidos, con la excepción de Aristide (Jean-Bertrand Aristide, sacerdote salesiano, primer presidente elegido democráticamente en la historia de Haití) que no permaneció en el poder por más de dos años desde que le metieron un golpe de Estado.
Ahí está el problema. Entonces la gente reacciona. Es como si usted me dijera que, durante la esclavitud, la población no tenía derecho a protestar por la política de tierra arrasada. Usted me arrincona y yo tengo que defenderme.
JZ: Con otras palabras, lo que usted está diciendo es que todo lo que sucede en Haití, de una u otra manera, es consecuencia de la historia de la colonia y luego de la falta de soberanía del país después de la independencia.
JC: Sí y no. Definitivamente se debe a las condiciones que primero impuso el colonialismo, y el imperialismo después. No obstante, en todo el siglo XIX, cuando realmente Francia se explayaba por África, Inglaterra por África, el imperialismo se tomaba el mundo entero, se les olvidó, o más bien no tenían uso para el Caribe. Fue justamente en ese tiempo en el que la población pudo reproducirse dirigiéndose a sí misma sin Estado, quiero decir, sin que participara la burocracia que dejó Francia o que trató de imitar a Francia. O sea que, pese a todo, hemos sido un pueblo soberano.
Hemos conformado un pueblo soberano que logra dirigirse a sí mismo sin tomar nota de lo que quería hacer el Estado. Un Estado que se esfuerza en imponer su política mientras, poco a poco, el pueblo va negociando su llegada al poder.
Las malas infraestructuras y la pésima gobernanza se suman a los males de un país abatido por un huracán, que siguió a un terremoto, pocas semanas después del asesinato de su presidente
Justamente estamos llegando ahorita al fin de una época, al final del Estado moderno tipo capitalista. Hay que tomar en cuenta un hecho sumamente importante, que describió un antropólogo francés, Gérard Barthélemy, que decía que desde 1804 Haití es un país casi poscapitalista. Ahí está todo el problema. El país se organiza en una manera en donde las relaciones humanas son mucho más importantes que el desarrollo de la propiedad privada y de lo que unos les han robado a otros. Este es el problema fundamental.
JZ: A la fragilidad del Estado, a la pobreza, al crimen organizado, a los brotes de cólera, a los terremotos, a la corrupción, ahora hay que sumar la repatriación forzada y el muro fronterizo construido por el gobierno de la República Dominicana. Los haitianos desde hace mucho no son queridos en la República Dominicana.
JC: Yo no creo que sea así. La oligarquía haitiana y la oligarquía dominicana hacen creer que se detestan mucho, pero son amantes, duermen en la misma cama. Se la pasan tratando de poner en la mente de la gente que se odian. Cuando haitiano y dominicano son hermanos gemelos. Todo el mundo dice y cuenta que la masacre de haitianos se hizo pidiéndole a la gente que dijera la famosa palabra perejil, porque el haitiano no puede decir perejil.
Quienes no podían decir perejil con la jota española, los mataban porque eran haitianos (la masacre del perejil, como se la conoce se produjo en tiempos del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, en 1937). ¿Por qué? Lo que pasa es que usted y yo nos parecemos como dos gotas de agua y solamente la palabra nos distingue. O sea que el dominicano es tan negro como el haitiano. Y no me vayan a decir que el dominicano es un indio oscuro.
¿Quién mató a los indios? ¿Quién mató a los taínos? Podríamos seguir por todo esto. Hay un libro preciosísimo de Anne Eller que se llama Soñemos juntos. La independencia dominicana, Haití y la lucha por la libertad en el Caribe (La historiadora Eller fue catedrática de la Universidad de Yale). Tenemos el mismo sueño y encima el nuestro es el mismo tipo de oligarquía. ¿Quién hizo esas oligarquías? Estados Unidos cuando ocupó los dos países.
Lo que pasa es que en la República Dominicana no tenían una oligarquía tan fuerte como la nuestra, y la nuestra no siguió la pauta trazada por Estados Unidos, mientras que la oligarquía dominicana más fácilmente entró en la pauta de desarrollo que presentó Estados Unidos. Por eso ahorita usted oye hablar siempre de una comparación entre la República Dominicana y Haití, pero no oye nada de comparación entre la República Dominicana y Jamaica, entre la República Dominicana y Martinica.
Yo los quiero mucho, por eso distingo entre nación y Estado. La nación dominicana, una nación tan rica, en fin, no sé ni que decir de aprecio por ella.
Pero esa nación vive defendiéndose de un desarrollo cuya meta es producir más y más desigualdades, no solamente en nuestros países, inclusive en los países donde se supone que parece tener cierto éxito.
¿Cuál es la solución?
El país, Haití, está a punto de desaparecer, como desaparecían los gitanos. Es la crisis de un sistema roto que no logra reproducirse sino destruyéndose a sí mismo. Es justamente esto lo que no pueden controlar, las fuerzas que ellos mismos pusieron a funcionar.
Nosotros decimos en Haití: “se le ven las pulgas al perro flaco” los gordos no las muestran. Ellos están a punto de estallar en su riqueza, creciendo y creciendo más y más. Véase Estados Unidos, véase Francia, Inglaterra. Por doquier tenemos esa crisis.
La solución es una: que los condenados de la tierra nos pongamos de acuerdo con ver cómo salimos de ésta. Los haitianos somos los que más sufrimos. No sé ni por qué podemos desaparecer, pero el mundo entero también puede desaparecer con estos gobernantes.
JZ: No a la intervención extranjera, sí a la unidad de los pobres de la tierra. ¿Eso es lo que usted quiere?
Sí, sí, claro. Tenemos que encontrar una manera de hablar entre nosotros. Hace en los Estados Unidos apareció todo el movimiento Black Life Matters, pero acontece que es una idea que tenemos en Haití desde 1791.
Cuando decimos toda persona es una persona, con la misma dignidad y con el mismo respeto, la ponemos como centro de la actividad humana. Optimizar la relación humana no es optimizar la riqueza que usted posee. En Haití decimos que esa riqueza no se la llevará al cementerio. Esto es lo que nosotros, los condenados de la tierra, podemos y debemos entendernos.
JZ: ¿Existe en Haití el germen, la semilla que puede dar origen a ese movimiento que usted quisiera que se hiciese realidad?
JC: Si no existe, existirá, porque no veo otra salida, sino que yo me entienda con el dominicano. El Estado dominicano construyó el muro, pero los dominicanos cruzan la frontera todos los días, desde que soy pequeño hasta ahora. Nosotros tenemos que entendernos con los jamaicanos, con los americanos, con los franceses. Pero no el Estado francés, el Estado americano y la burocracia, la maquinaria administrativa. Sí con la nación estadounidense, con la francesa. Los pueblos estamos hasta el copete con estos gobernantes. Esos señores van desarrollando su poderío, creando cada día más y más desigualdades en el mundo. Esto es lo que tenemos que frenar.
JZ: ¿Cree usted que más allá de los gobiernos, los pueblos de América Latina tienen una idea clara de lo que está pasando, de lo que vive Haití?
JC: Basta que se miren a sí mismos. Fíjese, en toda América del Sur y en Estados Unidos, en donde existe el movimiento de los pueblos indígenas que quieren su autonomía, que defienden lo que son. Si la gente de América Latina no tiene idea de lo que pasa en Haití es porque el gobierno no deja que tengan ideas y porque unidades como Naciones Unidas o UNESCO van vendiendo una idea de Haití que justifica la intervención, la destrucción de los haitianos.
Pero, hagan lo que hagan, el propio desarrollo tecnológico, el propio WhatsApp, Twitter, van dando una idea creciente de quiénes somos. Así, vamos entendiendo más quiénes son los chilenos, quiénes son los argentinos, quiénes son los mexicanos.
Le agradezco la oportunidad de contar que es Haití, cómo sufrimos, por qué estamos sufriendo a más no poder. Estamos hasta acá de sufrimiento (se toca la sien), pero peleamos, vamos a seguir peleando y, si es preciso, nos vamos a morir de pie.
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*Periodista chileno-holandés, actualmente trabaja para Radio Media Naranja, de Holanda. Fue director del Departamento latinoamericano de la Radio Netherlands. Ha sido conferencista en varias universidades en Latinoamérica y en organizaciones internacionales, e investido doctor honoris causa por universidades de Paraguay y México por su dedicación a la defensa de los derechos humanos.
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