POR RAFAEL POCH-DE-FELIU* – CTXT, CONTEXTO Y ACCIÓN

(Segunda parte y final (la primera parte se publicó en la edición de este martes 30 de mayo de 2023)

Segunda parte y final

Rusia ha perdido el grueso del capital de rusofilia que había en Ucrania antes de la invasión

Todo eso no quiere decir que las cosas vayan bien para Rusia. Las nuevas armas occidentales, misiles ingleses, tanques alemanes y, algo más lejos, los aviones americanos, están alimentando la escalada bélica y seguramente harán posible ataques más concentrados contra Crimea. Por otro lado, las incesantes bravatas y acusaciones del jefe del grupo Wagner, Evgeni Prigozhin, contra el ejército ruso, insultando a sus generales y al propio ministro de Defensa y echando en cara que no le suministraron municiones, retratan muy bien los desbarajustes internos rusos.

Más allá de lo estrictamente militar, Rusia ha perdido el grueso del capital de rusofilia que había en Ucrania antes de la invasión. El nacionalismo étnico ucraniano, antes solo dominante en Galitzia y en las regiones occidentales del país, ha avanzado muchas posiciones en el conjunto del territorio. Fuera de Crimea y del Donbás, el resentimiento hacia Rusia de los ucranianos rusoparlantes ha crecido de forma irreversible. Esa es la única victoria conseguida por el nacionalismo ucraniano en esta guerra, y los rusos la han servido en bandeja.

La presión occidental, política y mediática, apoyando a los sectores más delirantes de Ucrania que sueñan con una “victoria completa”, con reconquista de todo lo que los rusos se han anexionado, Crimea incluida, es extremadamente peligrosa. Tal reconquista sigue pareciendo imposible sin una intervención militar directa de soldados de la OTAN en el conflicto, y en ese caso la hipótesis nuclear rusa cobraría grandes posibilidades.

Respecto a la sociedad rusa, sigue sin estar en pie de guerra. El conflicto no se nota en Moscú y San Petersburgo, más allá de la dureza de la represión contra una oposición marginal en los raros casos en los que esta se manifiesta. En ese contexto, una mayor implicación militar occidental, así como las acciones y ataques ucranianos contra territorio ruso, como la razzia militar de “voluntarios rusos de extrema derecha” en la región fronteriza rusa de Bélgorod, no harán más que cimentar el apoyo de una sociedad en general muy poco apasionada hacia la guerra.

Hasta el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, califica de “completamente normales” las operaciones ucranianas en territorio ruso

Los atentados ucranianos en Rusia contra personalidades civiles que apoyan la guerra ya son abiertamente reconocidos por sus autores. “Lo que ellos llaman terrorismo, nosotros lo llamamos liberación”, ha dicho el joven general responsable de esos atentados en el Ministerio de Defensa ucraniano, Kiril Budanov. “Eso no empezó porque yo me volviera loco y empezara a matar gente en Moscú, sino porque ellos invadieron nuestro país desde 2014. No me voy a extender sobre esto, pero mataremos rusos y seguiremos matando rusos en cualquier lugar del mundo, hasta la completa victoria de Ucrania”. Decenas de “colaboracionistas” en las regiones ocupadas por los rusos han caído en atentados: el escritor Zajar Prilepin, el 6 de mayo en Nizhni Nóvgorod, que sobrevivió al atentado con bomba en su coche que costó la vida a su guardaespaldas y chófer; el bloguero ultra Vladlen Tatarski, muerto por bomba el 2 de abril en un café de San Petersburgo durante una charla en la que decenas de asistentes resultaron heridos; y la joven periodista Daria Dúgina, hija de un filósofo de derechas el pasado agosto, por una bomba colocada en su coche. “Estos casos han ocurrido y continuarán, esa gente recibirá un bien merecido castigo que solo puede ser su eliminación, que yo llevaré a cabo”, proclama Budanov, un ruso de Odesa de 37 años de edad.

El año pasado la posición declarada de Estados Unidos era disuadir a los ucranianos de ataques a territorio ruso, mientras que los ucranianos no reconocían la paternidad de sus acciones. Este año, las cosas han cambiado, Budanov lo dice bien claro, y hasta el timorato ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, califica de “completamente normales” las operaciones ucranianas en territorio ruso.

“Sabemos muy bien que las decisiones sobre estos atentados terroristas no se toman en Kiev, sino en Washington”, ha dicho el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.

Estos hechos, así como los diversos sabotajes contra líneas férreas y otros cometidos en Rusia, se volverán contra Ucrania y Occidente, porque van a ir estrechando el consenso social interno ruso hacia una guerra que hoy sigue sin provocar entusiasmo, y eventualmente hacia una plena movilización con cierre de filas, en caso de que la OTAN intervenga directamente. Al mismo tiempo, estos atentados son un anuncio de lo que le espera a Rusia en las regiones ucranianas que ocupa, en caso de “victoria” militar con congelación del conflicto.

En el plano internacional, la última cumbre del G-7 en Hiroshima ha insistido en la escalada: capitulación e incondicional y plena retirada militar rusa, más “inquebrantable apoyo a Ucrania durante el tiempo que sea necesario hasta llegar a una paz justa” y luz verde a la entrega de aviones de guerra modernos, mientras que por el otro lado se endurece la tenaza contra China. La respuesta ha sido una mayor cooperación industrial y militar entre Moscú y Pekín, con la visita a Pekín, esta semana, del primer ministro ruso, Mijaíl Mishutin, acompañado de la tercera parte de los ministros de su gabinete, y la visita a Moscú del responsable de seguridad del Politburó del partido chino (es decir, el número uno en seguridad, mucho más que un ministro), Chen Wenqing.

En el plano internacional, la última cumbre del G-7 en Hiroshima ha insistido en la escalada

Los chinos son muy conscientes de que Washington quiere “reproducir la crisis ucraniana en la región de Asia Pacífico”, se lee en el diario chino Global Times. El objetivo es una guerra por procuración contra China y la formación de una OTAN de Asia, dice. Los chinos se preparan contra la extensión de la guerra que propugna Estados Unidos con toda claridad y han pedido a los rusos que les transfieran sus sistemas de defensa antiaérea más modernos, incluidos los modelos S-400 y S-500 recién fabricados y perfeccionados. Obviamente, Rusia recibirá a cambio apoyo industrial/militar de China, tanto más intenso cuanto más se implique militarmente la OTAN contra ambos.

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*Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania  de la eurocrisis. Agencia Other News desde Roma.