Por Tony Phillips*
En algunos países existe la tradición de pasar revista a un nuevo líder tras sus primeros 100 días en el poder. 100 días es un numero cualquiera, pero redondo, y también ha sido usado en la Argentina para escribir artículos pre-fabricados de opinión (a principios de mayo 2024 seguramente saldrían) sin comparar con las promesas pre-electorales (ya olvidadas hace un rato) y sin molestarse demasiado en hacer comparaciones con la actualidad pos-electoral.
Con el Presidente Javier Milei (Javi) las cosas se mueven más rápidamente con pequeñas explosiones de energía demencial. El pequeño líder argentino mesiánico suele pasar por encima de las deseos y derechos y necesidades, de los otros 45 millones de argentinos (o por lo menos encima a los 57% de ellos) con sus medidas doctrinales económicas gravemente perjudiciales. Esto no es un artículo de opinión, Javi ha sido más que consistente con sus promesas hechos en su campana electoral (aunque locas) para la economía. Aquí se trata de los primeros 50 días de Javi y sus resultados.
¡Podría ser Peor!
A mediados de febrero de 2024, siete semanas después del inicio del mandato del presidente Milei, el 57% de la población argentina (unos 22 millones de almas) viven por debajo del umbral de la pobreza y diez pesos argentinos valían aproximadamente un céntimo de un dólar estadounidense. Ahora cuesta entre 880 y 1400 pesos comprar un dólar. La moneda no está en caída libre, Javi y su equipo la han hundido. Incluso después de la devaluación del 120%, el peso argentino sigue siendo empujada a la baja (lentamente por el momento) a través de una devaluación progresiva del 2% al mes frente al todopoderoso dólar. Parece inevitable otra mega-devaluación, sobre todo porque la última no funcionó y porque a los exportadores argentinos extractivistas (los que exportan en dólares y pagan salarios en pesos) les encanta una buena mega-devaluación. Entonces, ¿por qué no dos?
Milei muestra un evidente desprecio por el peso, y por el Banco Central argentino que lo emite, eso significa que no hay salvación posible para la moneda nacional. Sus seguidores, ahora un porcentaje menguante en las encuestas, rezan para que la dolarización de la economía pueda frenar la inflación. La devaluación y la eliminación de los controles de precios han elevado esa inflación mucho desde que Javi llegó al poder, disparándose en los últimos meses (a 25% y 20% inflación POR MES). A este ritmo Javi puede comprimir la economía hacia un salario mínimo de menos de un dólar por una hora de trabajo. Mucha gente con trabajos decentes, incluso en la capital, gana ahora menos que eso. El salario mínimo legal es inferior a 150 dólares, menos que la mitad del sueldo mínimo legal en China. Además compra mucho menos un dólar en la argentina que en la china.
El equipo de Javi ofreció al pueblo argentino sólo una gran garantía, si es que es pueda llamar así. Javi ha dicho que no habrá más mega-devaluaciones (sin que se eliminase los controles de divisas). ¡Vaya, gracias! Lo que esto significa para los trabajadores argentinos es que otra mega-devaluación significará que ellos podrán ir de compras a Chile o Bolivia con pesos que valen casi nada.
Una semana barata en Santiago de Chile podría costar dos millones de pesos sin salir a cenar pero incluido el autobús desde Mendoza y eso será el salario de tres meses para cualquiera que todavía tenga trabajo. Javi no ha garantizado que sus devaluados pesos estarán disponibles a un tipo de cambio “oficial” incluso entonces, pero está empezando a insinuarlo con esa desagradable sonrisita suya. La población tiene pocas esperanzas de que la moneda se estabilice o se recupere. Eso iría en contra de la doctrina anti-intervencionista de Javi y sería malo para las exportaciones. Lo único que le importa es el equilibrio presupuestario y está dispuesto a destruir a las clases bajas para conseguirlo.
Los pocos que todavía ganan dinero en el sector de la exportación probablemente encontrarán más barato sus vidas al trasladarse a sus departamentos de inversión en Florida. Javi también tiene un pequeño pied-a-terre allí, podrá pasarse a tomar el té con Bolsonaro si para entonces no están los dos en la cárcel.
Un Futuro Promisorio
Javi, sin embargo, no quiso pintar un cuadro color de rosa de su nueva economía, sino que señaló que la Argentina todavía necesitaba uno o dos meses (anuncio a mediados de febrero) antes de “tocar fondo” para luego “despegar como un cohete”. Ese cohete económico va a tener muchos ceros en la cola, igual que la moneda. Para el otoño, de la forma en que la moneda está siendo aplastada por los secuaces de Macri, un sándwich en Buenos Aires costará 50.000 pesos o unas cinco horas del salario mínimo de los chicos que trabajan haciéndolos.
El equipo económico de Javi esta reciclado por Mauricio Macri, algunos de su propio equipo fracasado mientras estaba en el cargo y otros heredados del desastroso presidente payaso Carlos Saúl Menem. Ellos han ejecutado brutales ajustes económicos sin mostrar piedad, ni siquiera para los comedores de alimentos que mantienen a los niños y a los más pobres de morir de hambre en los barrios pobres de la ciudad. De hecho, en lugar de auditar los bancos, el nuevo gobierno de Javi decidió auditar los comedores sociales. Como era de esperar, la auditoría fue crítica al descubrir que el aceite de cocina se había pedido por su nombre, una marca barata por cierto, lo que significaba que algunos de sus compañeros en la industria de distribución de alimentos no podían competir por los contratos del gobierno con las marcas que vendían ellos. Uno tiene que cuestionar a un auditor que se queja de que las cocinas de alimentos piden marcas baratas. Uno sospecha que la salud de los niños alimentados allí no era la preocupación de los contadores de Javi.Toto Caputo (sí, que suena como un jefe de la mafia del Mago de Oz, pero no, es el apodo del Ministro de Economía de Argentina) ha devaluado la moneda, luego eliminó los controles de precios y ahora está reduciendo los subsidios a la energía (400% de aumento de electricidad sólo en febrero de 2024). Esto también disparará aún más la inflación, pero Javi apuesta a que esta profunda depresión acabará con la subida de precios sobre los cadáveres de los pobres. En su campaña atacó al gobierno anterior por la inflación que había promediado alrededor del 100% anual. Luego Javi tomó el poder y ya se ha disparado a 850% anual en febrero habiendo bajado de 1000% en enero (el primer mes de Javi en el poder).
Javi declaró su libertad libertaria al no subir el salario mínimo ni siquiera en pesos cada vez más devaluados. “¿No es un tema que tienen que tratar los trabajadores con sus empleadores? No creo que un político pueda determinar un precio por la fuerza [la Constitución dice que puede hacerlo si no hay acuerdo en el Congreso]. Ni se me ocurriría”. El dogma del liberalismo es que el Estado tiene que eliminar a los sindicatos (colectivistas en terminología paleo-libertaria) de cualquier discusión sobre salarios. Esto tiene que ver con el dogma de que el contrato privado es sacrosanto. Los libertarios también creen en una equilibrio ‘natural’ en el poder incluso entre una corporación multinacional o el propio Estado con todos y cada uno de los empleados. En la práctica esto significa que ver cualquier negociación colectiva es injusto para las corporaciones porque significa que los pobres se confabulan contra los ricos, una idea absurda que pone las oficinas corporativas de McDonald’s en riesgo por un joven de 17 años volteando una hamburguesa, ideas que sólo podrían emanar de un culto económico tan radical. Estas políticas ya habían empezado a destruir sectores enteros de los pobres y de las clases medias con beneficios masivos para otros. Incluso los precios de alimentos básicos como el azúcar o la harina (y servicios como la sanidad o el billete de autobús) son ahora libres de subir de forma descontrolada. Sin embargo, las importaciones siguen estando restringidas, por lo que los precios locales superan con creces a los de los países vecinos, lo que conduce a la pobreza extrema. El azúcar, por ejemplo fabricada en Argentina por empresas locales (como Ledesma) que pagan salarios en pesos devaluados puede costar ahora dos o tres veces más que lo que pagan los vecinos Brasileiros (donde los salarios son considerablemente más altos).
La economía no está en caída libre, está siendo asfixiada por el liberalismo. Buen intento Javi, pero no estoy seguro de que la nominación al premio nobel de economía de De Soto te llegue.
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*Tony Phillips es un investigador y periodista irlandés, especialista en el comercio y las finanzas multinacionales con énfasis en las dictaduras y la OMC, y es un traductor y analista para el Programa de las Américas en www.ircamericas.org. Mucha de la obra de Tony se encuentra publicada en http://projectallende.org
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