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jueves, 2 de marzo de 2017

Análisis internacional

DONALD TRUMP, EL GASTO EN DEFENSA Y ARMAS NUCLEARES
Por Martín Poblete

En su discurso del martes ante el Congreso Pleno, el Presidente Trump lució presidencial, empleando lenguaje cuidadoso y mesurado, no hubo furiosos ataques a los medios de comunicación, tampoco a los líderes del Partido Demócrata. 

El énfasis estuvo en las conocidas prioridades: reactivar el sector productivo, particularmente el manufacturero metal mecánico;  abordar la masiva mantención y reparación de la infraestructura;  revisar los variados compromisos en materia de libre comercio, empezando por el Tratado NAFTA; ratificar la reforma a las regulaciones de la inmigración, así como a la situación de los inmigrantes ilegales o carentes de documentación; aumentar el gasto en defensa;  rebaja de impuestos con miras a estimular la inversión; y el contencioso asunto de abolir el sistema de previsión y salud dejado por su antecesor.  

Nada dijo acerca de como piensa financiar tan ambicioso proyecto; si el Banco Federal de Reserva (FED/banco central americano) sube las tasas de interés en el primer semestre del presente año, como parece probable, el dólar y los instrumentos financieros emitidos por el gobierno federal serían mas atractivos para inversionistas y corredores de divisas (currency traders), en esto una luz de alerta para los empresarios chilenos con deuda contraída en dólares a tasas de interés variable. 

El significativo aumento del gasto militar dirigido a través del Pentágono evidencia la confianza del Presidente Trump en su Secretario de  Defensa, General (R) James Mattis, así como una visión de potencial perturbador del actual orden de la Globalización, pues ese aumento cuantitativo y cualitativo viene acompañado de considerables reducciones al presupuesto del Departamento de Estado y de la Agencia para el Desarrollo Internacional, así como del anuncio de la suspensión de contribuciones a numerosas entidades intergubernamentales en el sistema de Naciones Unidas.   La diplomacia como quinta rueda?,  queda camino por recorrer, pero el discurso de Trump deja mas dudas que certezas en este ámbito.

Las armas nucleares no figuran en el presupuesto de defensa, al parecer se trataría de manejar ese gasto de manera separada, con las colocaciones asignadas personalmente por el Presidente Trump, procedimiento parecido al del Presidente Franklin D. Roosevelt con el programa nuclear americano en la Segunda Guerra Mundial.   Las ideas clave anunciadas dan lugar a serias preocupaciones, se habla de volver a colocar a Estados Unidos al tope de las potencias nucleares, pero ahí está precisamente, salvo la paridad con Rusia en misiles balísticos intercontinentales, en todos los otros rubros el arsenal nuclear americano es inmensamente superior al de todas las otras potencias nucleares. 

El terminalmente trágico accidente del submarino nuclear ruso Kursk en el Mar de Barents, al norte de Múrmansk, dejó al descubierto las limitaciones de la Marina rusa; los submarinos nucleares estratégicos americanos y británicos de la Clase Tridente no tienen paralelo.   La capacidad del Comando Aéreo Estratégico americano, equipado con bombarderos intercontinentales B-1B, es muy superior a la de Rusia o cualesquiera otra potencia.   Los trece superportaviones nucleares de la Clase Nimitz llevan armas termonucleares y los aviones capaces de hacerlas llegar a destino;  Rusia posee un solo portaviones, convencional, de limitadas capacidades y radio de acción.

En el período comprendido entre fines de la década del 1960 y la primera mitad de la del 1970,  Estados Unidos y la entonces Unión Soviética negociaron el mas importante tratado de limitación de armas estratégicas, SALT I, en Washington estaba el Presidente Richard Nixon, siendo secretario de Estado Henry Kissinger; en Moscú oficiaba de secretario general del PCURSS Leonid Brezhnev, siendo ministro de relaciones exteriores Andrei Gromyko, este Tratado fue solemnemente ratificado por el Congreso; el mayor logro de SALT I fue dejar establecida la paridad en misiles balísticos intercontinentales capaces de llevar un cabezal termonuclear, los números varían según consideraciones científico-tecnológicas, pero  se suele aceptar la cifra negociada en 938.   En segundo lugar, no menos importante, quedó un  vasto sistema de controles y regulaciones mutuamente verificables, en los mas de cuarenta años de vigencia las partes signatarias han respetado estrictamente lo pactado.  Durante el gobierno del Presidente Ronald Reagan, siendo secretario de Estado George Shultz, mientras en Moscú estaba Mikhail Gorbachov siendo todavía ministro de relaciones exteriores el inoxidable Andrei Gromyko, se negociaron los aspectos finales de SALT II, pero éste no fue ratificado por el Congreso; sin embargo, ambas partes acordaron ceñirse a los términos acordados, esto se ha cumplido.


En el delicado juego internacional de percepciones, la forma como el Presidente Trump se ha referido a estos asuntos, tiene la implicancia de sugerir un peligroso cuestionamiento de la validez  y/o vigencia del andamiaje construido en torno a SALT I y SALT II, muy particularmente la racionalidad en la base de ambos instrumentos, la cual es impedir decisiones desestabilizantes que la otra parte pudiera interpretar como amenaza inminente.  

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