4-2-2014-KRADIARIO-886
EDUCADORES Y EDUCACIÓN
Por Gabriel de Pujadas
Quizá una de las ideas menos recordadas cuando hablamos sobre el tipo de
educación que queremos lograr para las actuales y nuevas generaciones, sea la
del “potencial humano”, es decir, las capacidades que cada persona posee para
desarrollarse en contextos adecuados a su natural crecimiento.
Es una idea olvidada entre tantas que agobian y descentran la discusión
sobre el tema educacional. En Chile, este enfoque no es considerado desde hace
muchas décadas, salvo en el mundo académico.
Estos potenciales, cuando se les mira desde una perspectiva global, es
decir, desde lo macro educativo, se transforman en desafíos: de carácter
estructural del propio sistema, su financiamiento y su vínculo con otros
sectores de la economía, sus formas de gestión, sus lineamientos
organizacionales, etc.
En otras palabras, existe una preocupación legítima sobre estos elementos
macros que a la larga juegan como condicionantes (y en algunos casos, como
determinantes) de las posibilidades de desarrollo de los factores que permiten
disminuir las distancias entre las carencias y las metas de resultados
educativos que queremos obtener como sociedad.
No obstante, en Chile y otros países no son condiciones necesarias y
suficientes para lograr una mejor calidad educativa.
Aquí surge, casi de inmediato en las mentes tecnocráticas, la necesidad de
medir o evaluar y ello se convierte, por necesidad de tener una visión clara de
los “resultados”, en un fin por sí mismo.
Nacen las formas estandarizadas de medición a nivel de los países y se
llega mediante ellas a formas internacionales de comparación, confundiendo
muchas veces la calidad educativa con los resultados medidos por dichas
mediciones.
Sin duda, nada
más lejano de la realidad pedagógica y por qué no decirlo, panacea de aquellos
que hacen de la evaluación el foco de toda enseñanza. El Simce en Chile se ha
convertido rápidamente en el hito orientador de nuestra educación y muchos de
nuestros educadores.
Países con situaciones socio económicas y culturales afines a Chile, como
es el caso de México, lo han hecho desaparecer por sus nefastas influencias pedagógicas.
Pero la evaluación no es educación ni menos desarrollo del potencial
humano. No es que sea innecesaria, pero la educación y la pedagogía, no son la
evaluación ni el fin de éstas.
Ambas son diferentes, y los educadores pueden diferenciarlas con claridad y
precisión casi matemática.
Cuando se evalúa a un niño en su desempeño y posible desarrollo de su
potencial humano, no se evalúa sólo su desarrollo cognitivo, sino que el
educador/a aplica lo que se denomina “el criterio pedagógico” (muy similar, por
ejemplo, al criterio judicial, al criterio arquitectónica, al criterio médico,
etc.), cuestión que es solo dada por la práctica del contacto directo entre
profesores/as y alumnos/as.
Este criterio pedagógico, si se contrasta con las pruebas estandarizadas
internacionales y nacionales (de aplicación solo hasta el nivel en donde el ser
humano y su potencial no es asumido integralmente), queda muy lejos de ser
asumido por los actores políticos, ya que trabaja con seres humanos, que son
todos poseedores de una eminente dignidad y configuran universos personales
irrepetibles, lo cual imposibilita estandarizar pruebas o juicios.
La solo forma de validar las aseveraciones surgidas de las pruebas o
juicios estándares, es que ellos estén acompañados en su base, por fuerzas
ideológicas no perceptibles en una primera instancia.
Una de ellas es la idea de suponer la educación como un proceso focalizado
en el desarrollo cognitivo, que privilegia todo el aprendizaje a la esfera del
desarrollo intelectual.
Mucho ha
costado para que en dichas pruebas se introduzcan atisbos de humanidad afectiva
o sicomotriz. Chile se caracteriza por haber abandonado una mirada integral
hacia las nuevas generaciones y sus nuevos entornos culturales y socio
económicos.
.
De ahí entonces que cuando se alega sobre el porqué no hay educadores en la
cima del sistema y solo economistas, es porque ellos sencillamente están
invisibilizados, posiblemente sin quererlo, ideológicamente. Más aún en las
áreas que no son consideradas sustanciales para los resultados que se esperan
del sistema,léase la lecto escritura y el cálculo.
.
La “sala de clases” núcleo espacio-temporal, en nuestra época, en donde se
producen los procesos de enseñanza, aprendizaje y desarrollo de nuestros niños
y jóvenes, y la humana y rica relación educador-educando, en donde es posible
con-vivir con el otro, para conocer sus caminos y herramientas, para
acompañarlos en la ruta del desarrollo de su potencial humano, es poco
considerada en los cambios educacionales que se proponen.
.
Desde la perspectiva política o pública y así lo entendemos, es más
sustancioso preocuparse de la gratuidad de la educación, de las becas, de las
estructuras, de la gestión, etc., y dejar que el “chorreo” pedagógico se
produzca en una segunda etapa.
.
Si así lo
hubiese pensado don Juan Gómez Millas, Ministro, y el propio Presidente Frei
Montalva, en Chile no se habría producido la que, a mi juicio, ha sido la
última reforma educacional del siglo recién pasado.
Desde una perspectiva política se entiende que los educadores no estemos
presentes, pero no así desde una mirada pedagógica, pues ellos no pueden estar
excluídos de las decisiones educativas que son necesarias en todo sistema
escolar.
Esto se entiende, pero no se comprende, si miramos los nuevos tiempos como
tiempos de renovación, cambio e innovación educativa.
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