Las elecciones presidenciales en Francia
Jean Luc Mélenchon:
Asamblea Constituyente - La VI República
Por Rafael
Luis Gumucio Rivas
A dos días
de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia aún no está
claro quiénes serán los dos candidatos que pasarán a la segunda vuelta. Así las
encuestas estén manipuladas y, además, que pertenezcan a las grandes empresas,
muy poco importa que se equivoquen, pues crean realidades y, en el tiempo de la
post-verdad, lo único que existe es el tango “Cambalache”.
Pensemos,
por un instante, que se prohibieran las encuestas sería equivalente a la
negación de publicar los distintos horóscopos.
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En la
última encuesta francesa, cuatro candidatos se encuentran dentro de un margen
de error, a tres puntos de diferencia entre ellos, es decir, hay un empate
técnico: Marine Le Pen, la candidata del Frente Nacional, de extrema derecha,
Emmanuel Macron, candidato del neoliberalismo socialista, de centro derecha,
apoyado por el Presidente, François Hollande, por su Primer Ministro,
Manuel Valls, y por François Bayrou, una especie de democratacristiano,
de raíces del Movimiento Republicano Popular (MRP).
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Podríamos
asimilar el fenómeno Emmanuel Macron al antiguo democratacristiano Jean
Lecanuet, un joven líder que pretendía superar las izquierdas y las derechas.
Macron es la mezcla mortífera entre los bancos y la amalgama Socialdemócrata-Democracia
Cristiana: no tiene nada de gaullista, pero sí mucho de neoliberal. Este líder
es joven, muy atractivo – sobre todo para las mujeres – y logra engañar con un
discurso rupturista y con la formación de un nuevo Movimiento, En Marcha, pero
en el fondo él es una cara agradable del establishment y tiene la misma
capacidad de engañar al elector que tuviera Hollande en las elecciones
presidenciales anteriores; una de las diferencias entre Hollande y Macron es
que el segundo es más joven y audaz, mientras que el primero, de empleado
público de la mafia socialista pasó a ser un Presidente desastroso.
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Francois Fillon,
el otro candidato de la derecha, es un personaje patético, digno de ser
analizado por Sigmund Freud: ganó las primarias de su partido presentándose
como católico y como un purista, que se entendía, iba a limpiar la corrupción
de la V República. Su programa económico es claramente neoliberal y se propone
la austeridad mediante la reducción de empleos. El descubrimiento por parte de
Le Canard Enchainé, de diez años de sueldos pagados a su esposa Penélope, sin
que los franceses hayan sabido de un trabajo concreto de asesoría, delito de
fraude fiscal, hoy investigado por la justicia, terminó por develar el grado de
hipocresía de este “pechoño” ultraderechista.
Fillon,
quien se negó a renunciar a su postulación a la presidencia del país ha perdido
muchos votos, que pueden ir a Macron, el candidato “escoba”, quien logra atraer
con su discurso a gente de distintas tendencias políticas.
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El tema
de la corrupción, que siempre está presente en los debates presidenciales, al
final, siempre termina en situaciones extrañas – en Italia, por ejemplo,
eligiendo al más corrupto de los candidatos, Silvio Berlusconi; en
España, lo mismo ocurre con Mariano Rajoy; en Argentina, con Mauricio Macri; el
Brasil, el reemplazante de Dilma Rousseff es un tipo tan pillo como
Michel Temer.
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A
la larga, que estén acusados de fraude al fisco y de otros delitos Marine
Le Pen, Francois Fillon y Emmanuel Macron es insubstancial para determinar la
actitud y conducta de los electores. (Que Perú haya sido cohechado por
una firma brasileña, Odebrecht, no tiene mayor importancia para los ciudadanos
de hoy; ¿cómo se puede explicar que corruptos y pillos, como Alán García,
Alejandro Toledo y Ollanta Humala hayan sido elegidos como mandatarios en ese
país? Podría haber tres posibles respuestas: la primera, que el poder es
sinónimo de corrupción; la segunda, que los electores siempre eligen al peor de
los candidatos; la tercera, que “la democracia es un asunto de ángeles”, como
bien lo decía el gran filósofo de Ginebra, Jean Jacques Rousseau.
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El otro
candidato, Jean Luc Mélenchon, un antiguo socialista, seguidor de Francois
Mitterrand, ex ministro de Enseñanza Profesional del gobierno de Leonel
Jospin, que abandonó el Partido para aliarse con la izquierda; también
fue candidato a la presidencia de la república, en 2012, con un apoyo del
11% de los votos. Mélenchon, hoy, por hoy, es el mejor orador de Francia.
Mélenchon,
candidato de los comunistas y de los ecologistas, es agudo en sus reflexiones,
contesta con fuerza y seguridad a las malévolas preguntas de periodistas, considerado
de mal genio, pues no tiene empacho en contestar “pan pan, vino vino, a las
embestidas venenosas de los acólitos del neoliberalismo. Sus polémicas contra
las vestales del “cuarto poder” – la Prensa – son famosas.
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Ahora,
que aparecido en las famosas encuestas como posible candidato a la
segunda vuelta, se ha despertado una ridícula campaña de terror, encabezada
por titulares de Le Figaro que, en uno de ellos, menciona a este
candidato como el “Chávez francés”; en otro, lo llama Maximiliano o
Robespierre, Ilich, por Vladimir Ulianov, es decir, “Lenin”. Mélenchon
respondió muy bien luego de un discurso en Toulouse a las estúpidas ofensas de
los creativos del diario de derecha.
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El
programa de este candidato es, de lejos, el más profundo e interesante de que
han presentado los demás candidatos en estas elecciones presidenciales,
que tienen como novedad el derrumbe del socialismo francés y el debilitamiento
del gaullismo; ninguno de estos dos partidos se ve con posibilidades de
tener un representante en la segunda vuelta.
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Mélenchon
plantea, nada menos, que un programa refundacional, es decir, poner fin a
la V República, y crear una VI República que surja de una Asamblea
Constituyente, a fin de colocar la lápida a la monarquía presidencial, y una
Constitución que incluyera el derecho al aborto y otro serie de nuevos derechos
sociales, entre ellos la jubilación a los 60 años de edad, la reducción de las
diferencias sociales, el impuesto a las ganancias excesivas, y otros.
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Mélenchon
está muy claro respecto al tema de Unión Europea: o se reforma, o se le
abandona, y tiene un plan A, que pactaría la reducción de los poderes de la
Banca europea, es decir, poner fin a la Europa de la democracia bancaria, pero
de fracasar esta reforma, recurrir al plebiscito para consultar al pueblo
francés sobre la viabilidad del abandono de la Unión.
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A mi modo
de ver, Luc Mélenchon sería el mejor candidato para oponerlo al fascismo de
Marine Le Pen y, además, abriría el camino para la refundación de la República,
que incluya elementos de democracia directa, como la revocación de mandato para
todos los cargos de elección popular.
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