Por Paulino Ramírez Quintana
26 de noviembre de 2016. La Habana, Cuba. Hora local: 00.24 minutos. Un grupo de periodistas latinoamericanos ( de Cuba, México, Perú, Costa Rica y yo) nos encontrábamos en un bar de la céntrica calle 23 en el concurrido barrio de El Vedado, a metros de la Avenida de los Presidentes.
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26 de noviembre de 2016. La Habana, Cuba. Hora local: 00.24 minutos. Un grupo de periodistas latinoamericanos ( de Cuba, México, Perú, Costa Rica y yo) nos encontrábamos en un bar de la céntrica calle 23 en el concurrido barrio de El Vedado, a metros de la Avenida de los Presidentes.
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Celebrábamos
la clausura de un curso de posgrado sobre las relaciones de Cuba y Estados
Unidos que el Instituto Internacional de Periodismo "José Martí" había
impartido en la semana que terminaba.
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Una
reunión amena y distendida al calor de los clásicos "mojitos" cubanos
y una copa de vino tinto chileno, que ordené para calmar las nostalgias.
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De
pronto, advertí movimientos extraños en el local. Algunas personas se pararon
de sus asientos, las dependientes corrían de un lugar a otro, había una cierta
confusión. En nuestra mesa no hubo reacción aparente.
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De
lo primero que me percaté fue de un ruido que provenía de una dependencia
contigua al lugar dónde estábamos, algo así como una transmisión radial.
En
el fondo del local se había encendido un televisor y escuchamos la ya conocida
escueta declaración de Raúl Castro dando a conocer la muerte de Fidel, a las
10.30 de la noche, esto es, dos horas antes. Una declaración lacónica, a ojos
de periodistas latinoamericanos,-acostumbrados a la fanfarria y al show medial.
Sólo un par de minutos para expresar el dolor de un gobierno y un pueblo ante
la desaparición del líder máximo de la Revolución. Quizá una declaración
demasiado breve para la trascendencia histórica de lo que estaba comunicando.
Después me enteré que era el estilo de Raúl. Habla en muy contadas ocasiones y
relativamente breve. Un estilo opuesto al de su locuaz hermano, el
"Comandante".
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La
gente se paralizó en el local. Una mezcla de pena, asombro y desconcierto. Como
cuando a uno se le va un ser querido o un protector. Marelys Martínes,
productora de comerciales radiales en la radiofonía cubana, no pudo ocultar su
emoción. "Se murió Fidel", dijo y ahogó un profundo sollozo que llenó
de lágrimas sus ojos. Estaba sentada a mi lado y por tanto su reacción fue el
primer testimonio espontáneo que recibí aquella noche del 25 de noviembre. Ahora
lo valoro en toda su dimensión. Ese hombre,- cuya desaparición física se estaba
dando a conocer, -la había acompañado, a ella y a todos los habitantes de la
Isla, en los últimos 57 años, como referente pasivo y activo, en las buenas y
en las malas, con sus sueños y frustraciones, pero estuvo ahí, a su lado y al
lado de la única revolución socialista triunfante en la bicentenaria historia
latinoamericana. Y ya no estaba.
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El
local quedó desierto en cosa de minutos. Ya nadie quería seguir celebrando o
charlando. Con posterioridad, la Comisión gubernamental designada para esos
efectos, anunció el duelo oficial por nueve días y dio a conocer el programa de
actos fúnebres y ceremonias ya conocidos.
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Nuestra
pequeña delegación salió a la calle a respirar el shock del acontecimiento. La
calle 23 es una arteria comercial, con mucha actividad nocturna, un barrio de
embajadas extranjeras y de un movimiento de personas y turistas que no cesa en
toda la noche y que desemboca en El Malecón, la kilométrica costanera que
circunda la ciudad. Y sobre todo, mucha juventud.
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A
300 metros de El Malecón está la discoteca "Club 23", a esa hora de
un día viernes repleta de ruidosos jóvenes, a quienes encontramos agolpados
ante las puertas del recinto, que naturalmente había interrumpido abruptamente
la fiesta. Para ser honestos, no estaban muy contentos, se les había terminado
la diversión del fin se semana.
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Los
colegas de México y Costa Rica,- que trabajan en medios televisivos en sus
países, intentaron subir algunas impresiones captadas entre los transeúntes,
por la vía de cuentas en Facebook. Labor muy complicada, ya que los servicios
de Internet en Cuba son extremadamente lentos y están permanentemente
saturados. La mensajería whatsapp no ha sido instalada y la conexión satelital
es un lujo faraónico para los periodistas locales. Ni que hablar de la
tecnología wi-fi, sólo habilitada para consumo local en plazas o en las
cercanías de hoteles internacionales.
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De
modo que los colegas latinoamericanos del grupo tuvieron que lidiar hasta las 5
de la madrugada para poder enviar imágenes a México y Costa Rica vía Facebook.
Lo paradojal es que a esa misma hora ya estaban en la Habana los sofisticados
equipos satelitales de CNN para llevar impresiones e imágenes en vivo del
evento a todo el mundo bajo el prisma del "american way".
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En
general, las expresiones captadas reflejaban respeto y en algunos casos
admiración por la figura de Fidel. Eran las primeras horas de la madrugada del
sábado 26.
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Ese
fin de semana, la TV local entró en cadena nacional para transmitir solo
reportajes e informaciones relacionadas con la figura y obra de Fidel Castro. Y
superado el primer momento de la emoción y el sentimiento, comenzaban a tejerse
las primeras reflexiones sobre la complicada situación que se cierne sobre el
futuro de la isla.
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Es
un futuro incierto, sin duda. Cuba es un
país que nunca conoció en rigor,- desde su independencia del imperio
español,-un estatus de autonomía y desarrollo democrático a la usanza
occidental. Del yugo español derivó a la dependencia de los Estados Unidos. En
1953 accede el oscuro Fulgencio Batista al poder y convierte a la isla en un
verdadero "patrio trasero" de banqueros, empresarios y hasta mafiosos
estadounidenses. El estado de corrupción de dicho régimen era tal que se ha
llegado a afirmar que Estados Unidos observó con indulgencia y cierta
expectación el levantamiento guerrillero y posterior derrocamiento de Batista,
comandado por Fidel, el Ché, Camilo Cienfuegos y Raúl, a fines de 1959.
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Lo
que ocurrió después es historia conocida. Los barbudos de la Sierra Maestra no
tuvieron otra opción que alinearse en la mecánica de la guerra fría y buscar
protección en la URSS, con las consecuencias que se han consignado ya
suficientemente.
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Hoy,-
por las calles de La Habana, se empieza a urdir otra historia; la historia del
futuro de Cuba.
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Desde
2006,- fecha en la que Fidel abandona sus altas funciones por razones de salud
y asume su hermano Raúl,- la rígida economía estatista cubana se ha
liberalizado un tanto. El régimen ha permitido el desarrollo de ciertos
emprendimientos privados, sobre todo en el área del turismo y la gastronomía.
Estadísticas del 2015 reflejan que el 60% de la actividad económica sigue
siendo manejada directamente por el Estado; un 20% corresponde a privados y
otro 20% a actividades gerenciadas al modo de "cooperativas", esto
es, modos de cooperación entre el Estado y organizaciones privadas.
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El
estado cubano le garantiza a todos sus ciudadanos salud, vivienda, transporte y
educación prácticamente gratis. Existe un reparto de alimentos ( canasta
básica) que no soluciona la carencia, pero evita la hambruna. Ciertamente,
productos importantes para el consumo diario como jabones, champúes, pastas
dentríficas, repostería, etc.,son muy escasos o muy caros para el cubano medio.
Lo mismo con la posibilidad de viajar al extranjero.
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Para
hacerse una idea concreta de la situación, hay que considerar que el 60% de la
población, que recibe sus pensiones y salarios del Estado, reciben como máximo
600 pesos cubanos al mes (unos 25 dólares). De allí para abajo. Si pensamos que
actualmente el valor de un pasaporte es de 100 pesos cubanos, le damos crédito
a la información que se puede recabar en las calles de La Habana: más del 80%
de los cubanos no ha salido nunca de la isla, exceptuando naturalmente los que
emigraron hacia Miami después de la revolución y los que abandonaron el país
sin documentos ( dos millones, aproximadamente).
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¿Quo
Vadis, Cuba?
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La
historia nos demuestra que las revoluciones o evolucionan o
"involucionan". La revolución de los campesinos chinos liderados por
Mao es un claro ejemplo de evolución; así como el derrumbamiento de la
revolución bolchevique de "involución".
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Ante
la desaparición de su líder máximo y la anunciada abdicación de Raúl Castro
programada para 2018, se le abre a Cuba la disyuntiva de la evolución o
involución. El fantasma de la desaparición de la nación yugoeslava tras
la muerte del Mariscal Tito, su líder histórico, después del término de la
Segunda Guerra Mundial,-aparece como una amenaza en el horizonte próximo de la
sufrida nación cubana.
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Porque
Raúl Castro no es un líder ni un conductor carismático como lo fue Fidel. Pero
es su hermano carnal y sucesor legítimo y el pueblo cubano le respeta.
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Porque
las bravuconadas y hostilidades del magnate Trump parecen ser tan o más serias
que las sinuosidades de la Sierra Maestra.
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Esa
historia futura de la nación cubana la tendrá que escribir el pueblo y el
gobierno cubano.Y la escribirá teniendo como telón de fondo el legado humanista
de sus próceres históricos: el masón José Martí; el comandante Fidel Castro; y
los legendarios Camilo Cienfuegos y el Ché Guevara.
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Santiago, diciembre
de 2016.
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Paulino Ramírez Quintana es un periodista de larga trayectoria, además de brillante dirigente gremial, diplomático y académico.
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Paulino Ramírez Quintana es un periodista de larga trayectoria, además de brillante dirigente gremial, diplomático y académico.
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