kradiario.cl

miércoles, 6 de marzo de 2019

Maduro y los militares son como un matrimonio que se entiende y está lejos de querer divorciarse
“Separar al ejército de Maduro ha sido complicado porque su alianza militar, en muchos aspectos, no es nada convencional, está formado por varios elementos, cada uno con intereses propios, que justifican su respaldo al régimen. Cualquier estrategia para concretar el divorcio de las fuerzas armadas y Maduro requerirá maniobras adecuadas para cada uno de esos grupos”.
El politólogo Javier Corrales analiza en el New York Times por qué la oposición venezolana no ha logrado atraer a tantos militares como quizá esperaba y con qué incentivos podría atraer a los soldados ideólogos, a los que obtienen grandes ganancias económicas gracias a negocios entregados por el poder a las fuerzas armadas o a los llamados colectivos, grupos armados descentralizados.

En este momento, nadie sabe a ciencia cierta quién es el presidente real de Venezuela: Nicolás Maduro, quien inició un nuevo periodo presidencial el 10 de enero, o Juan Guaidó, quien poco después asumió los poderes de la presidencia en representación de la Asamblea Nacional.
Guaidó conquistó el corazón de Venezuela. Tiene buen respaldo en la ciudadanía. Los partidos políticos nacionales, con excepción del partido en el gobierno, aceptan el razonamiento legal —que la reelección de Maduro en 2018 fue un fraude— que lo llevó a juramentarse como presidente encargado. Después de visitar cinco naciones latinoamericanas para reforzar el apoyo a la causa democrática en su país, Guaidó regresó  a Venezuela, en un nuevo desafío a la prohibición de salir o entrar del país que le impuso el régimen de Maduro.
Maduro, por su parte, tiene conquistado el corazón de las fuerzas armadas. Esto se hizo evidente el 23 de febrero, cuando empleó la fuerza militar para bloquear la frontera e impedir la entrada de la  ayuda humanitaria (leer en Kradiario).
Ahora, la clave será decidir cómo enfrentar el ataque militar de Maduro sin recurrir a acciones armadas. Es el dilema que enfrenta Venezuela. Puesto que la vía pacífica cada vez parece ser menos probable.  Guaidó convocó a los aliados de la oposición a actuar como mediadores o intervenir. Además una intervención militar extranjera es demasiado riesgosa. 
Sin embargo, existen algunas alternativas distintas a la militar,  aunque sí involucran cierto grado de acciones armadas. Para comprender estas opciones, primero es necesario analizar cómo opera el ejército de Maduro.
En todo régimen autoritario, el apoyo del ejército es el requisito indispensable para su supervivencia: en cuanto se desvanece el respaldo de las fuerzas armadas, el dictador cae. En ese sentido, el régimen de Maduro se ajusta al modelo convencional de política autoritaria. Para lograr la democratización, será necesario romper el matrimonio del ejército con Maduro.
Pero separar al ejército de Maduro ha sido complicado porque su alianza militar, en muchos aspectos, no es nada convencional. El ejército no es una organización única, profesional y vertical. Está formado por varios elementos, cada uno con intereses propios, que justifican su respaldo al régimen. Cualquier estrategia para concretar el divorcio de las fuerzas armadas y Maduro requerirá maniobras adecuadas para cada uno de esos grupos.
Por un lado, está la clase militar dominante y tradicional que en Venezuela consta de soldados profesionales de carrera. Por otro lado, existen grupos que no son nada convencionales. Entre ellos hay soldados ideologizados, que trabajan en conjunto con funcionarios de inteligencia y militares cubanos para acabar con la disidencia. También incluyen generales burócratas que apoyan a Maduro porque tienen buenos empleos al frente de empresas estatales, así como soldados con intereses económicos, que están amasando una fortuna gracias al comercio en los mercados ilícitos, como el tráfico de drogas. Por último, están los agentes de Maduro que están a cargo de la represión.
Los agentes represivos se han convertido en la marca distintiva del mandato de Maduro. En esta categoría se encuentran dos grupos: las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES),  creadas en 2017 con el fin de combatir el crimen, pero cuyo verdadero objetivo es encargarse de matanzas por motivos políticos en barrios pobres, y los llamados colectivos integrados por civiles armados y financiados por el gobierno. 
El problema de la estrategia adoptada por Guaidó y, de hecho, de cualquier estrategia pacífica y democrática para desmilitarizar al régimen, es la dificultad de satisfacer a todos estos grupos militares tan diversos.
Algunos pueden beneficiarse con las políticas que ya ofreció el presidente encargado. Por ejemplo, la oferta de Guaidó sobre un plan de justicia transicional (amnistía) y convocar elecciones libres es muy atractiva para los soldados temerosos y muchos soldados profesionales. 
Sin embargo, las políticas de Guaidó casi no incluyen ninguna oferta atractiva para los ideólogos convencidos, los colectivos o los soldados delincuentes o interesados en obtener ganancias económicas. Lo más probable es que los ideólogos convencidos permanezcan incondicionalmente del lado de Maduro. A los generales con fines de lucro,  la justicia de transición casi no les ofrece ninguna ventaja: perderían su posición y sus ganancias, aunque se perdonen sus transgresiones. Los colectivos, por último, son un caso especialmente difícil porque se trata del grupo menos controlable, están muy descentralizados y no defienden un interés común.
La transición hacia la democracia en Venezuela requerirá poner orden en estas fuerzas militares tan fragmentadas y un civil como Guaidó no podrá hacerlo. Solo miembros de la clase militar dominante pueden encargarse de la modernización necesaria de las fuerzas armadas, pues conocen la identidad de los elementos armados de sus filas, así como sus negocios y tratos.
Para lograrlo se requeriría de una combinación de despliegues de fuerza y algunas concesiones a los grupos menos profesionales del ejército. Tendrán que ofrecerse buenos programas de protección a testigos y más formas de amnistía. También será necesario identificar oportunidades económicas tanto para los soldados interesados en lucrar como para los colectivos.

Guaidó logra apoyo de empleados públicos

El retorno de Guaidó generó gran expectativa debido a que existían amenazas de que fuera sancionado o detenido tras incumplir una orden del Tribunal Supremo de Justicia le que prohibió la salida del país y congeló sus cuentas bancarias y activos mientras enfrenta un proceso que le abrió a finales de enero la Fiscalía General por unos hechos violentos que hasta la fecha no han sido precisados.
Su arribo contó en el aeropuerto de Maiquetía con la presencia en el de embajadores y encargados de negocios de Alemania, Chile, Estados Unidos, Rumania, Francia, España y Portugal.
Así frente a esta “observación” internacional el líder opositor y jefe de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, pudo volver a ingresar a Venezuela sin problemas tras finalizar una gira latinoamericana que incluyó  Colombia, Brasil, Argentina y Ecuador.
Esta semana logró Guadó abrir un nuevo frente contra el presidente Nicolás Maduro, al lograr el respaldo de algunas de las principales centrales sindicales de empleados públicos.
“La presión apenas empieza”, afirmó Guaidó al anunciar, tras una reunión de más de dos horas con los dirigentes de cinco centrales que agrupan a más de 600 sindicatos, que los empleados públicos se sumarán a las acciones de presión contra el gobierno realizando paros escalonados que serán discutidos en los próximos días.
Aunque dentro del sector público -integrado por unos tres millones de trabajadores- existe gran descontento por la compleja situación económica y social que enfrenta Venezuela, hasta la fecha no se habían pronunciado sobre la crisis política.
Encuesta

El estudio más reciente de la encuestadora Datanálisis refleja que 7 de cada 10 ciudadanos aspiran en Venezuela a que Maduro abandone el poder inmediatamente. Ocho de cada 10 valoran mal a Nicolás Maduro y 97% de los venezolanos describe negativamente la situación del país.

Datanálisis señala que la percepción de crisis ha llegado a su máxima expresión histórica: 97% de los venezolanos describen la situación como negativa. Al momento de Maduro asumir el poder en abril de 2013 apenas 49% de los ciudadanos pensaba que la situación del país era negativa. Un 14% de los venezolanos tiene una percepción positiva del desempeño del gobernante. Al momento de asumir el poder en abril de 2013, después de cinco meses como Presidente,  55% de los venezolanos valoraba positivamente el desempeño de Maduro.

El resto de los venezolanos se decanta entre las siguientes opciones: 2% cree que lo mejor es esperar hasta el año 2021 para realizar un referendo revocatorio, mientras 9% se inclina porque se repitan las elecciones presidenciales en 2019 efectuadas el 20 de mayo de 2018. Para 7,6% de los venezolanos Maduro debe culminar su periodo en 2024 para retirarse de la vida política, mientras 1,6% sostiene que debería mantener el poder hasta el 2024 y medirse en las elecciones presidenciales de ese año. La mayoría de los venezolanos que avalan soluciones diferentes a la salida inmediata del poder de Maduro son aquellos que se auto definen como pro-gobierno. No obstante, este grupo también se encuentra en sus mínimos históricos.

Según la encuesta de Datanálisis, 41% de los ciudadanos se autodefinen como independientes, mientras 40% se dicen opositores. Apenas 16% de los consultados sostienen que son pro-gobierno/chavistas. En el año 2013 el 44% de los venezolanos se autodefinía como chavista.
Si solo se considera la opinión de quienes se dicen chavistas para valorar los escenarios que creen más convenientes para Maduro, a pesar de la crisis política y económica, 32% considera que se deben repetir las elecciones (y Maduro debe ser ratificado en este proceso), mientras 38% sostiene que debe permanecer en el cargo hasta 2024. En este segmento 8% cree que al culminar el periodo en el año 2024 Maduro debería ser reelecto.

Entre los opositores evaluados por Datanálisis el peor valorado es el excandidato presidencial Henri Falcón: 74%  tiene una imagen negativa de él, mientras 20% lo describe positivamente.
En el caso de María Corina Machado, 57,7% tiene una percepción negativa y 35% la describe positivamente.

Por su parte Henrique Capriles Radonski genera una imagen negativa en 63% de los entrevistados y una valoración positiva en 32%.

En el caso de Leopoldo López 54% lo valora negativamente y 38% lo hace de forma positiva.
En el caso de una nueva elección presidencial, Guaidó recibiría el 79% de los votos válidos y Maduro el 21%”, según la encuesta.

En este escenario 9,6% de los venezolanos dice que no votaría, mientras 26% sostiene que no sabe por quién lo haría.

Maduro es el más emblemático: apenas 14% lo valoran positivamente, mientras 83% lo describen de forma negativa.

Fuentes: Kradiario, el politólogo Javier Corrales (profesor de Ciencias Políticas en Amherst College) y Dataanálisis


KRADIARIO

No hay comentarios.:

Publicar un comentario