FANTASMAS DESPIERTOS — POR SERGIO RAMÍREZ, PREMIO CERVANTES 2017 

Hay un parentesco directo entre lo que podríamos llamar el modelo chavista, copiado con variantes en Nicaragua, Bolivia o Ecuador, y el peronismo de mediados del siglo pasado en Argentina. Sólo que Chávez se valió solo, como cabeza única, y el general Perón necesitó del auxilio invaluable de su esposa, la Evita icono de musicales, novelas y posters, entronizada en los mismos altares donde se venera al Che Guevara, a John Lennon o a Marilyn Monroe. Ella inventó la insignia del populismo: abrir las arcas del estado para dar, sin control ni medida, haciendo de la beneficencia pública una gran función de estado envuelta en una formidable parafernalia. Una gran caja chica donde el benefactor también puede meter las manos para su propio beneficio.
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