Los dos
atentados terroristas ocurridos en Tehran volvieron a poner el terrorismo
entre musulmanes en el centro de la atención. El asunto comienza
en la ruptura cismática de fines del primer siglo hasta mediados del
segundo siglo musulmanes, en nuestra cronología de fines del Siglo 8º a mediados
del Siglo 9º de la Era Cristiana. La división del Islam entre las
iglesias Suni y Chía se ha mantenido inalterable, sus numerosos
enfrentamientos siempre violentos, como también lo fueron sus
encuentros con otras religiones, como lo advirtió con diáfana claridad el
Papa Benedicto XVI en su formidable discurso en la Universidad Católica de
Rastenburg, en noviembre de 2008.
El
régimen impuesto por el Imperio Turco Otomano obligó a las iglesias
musulmanas a mantener la paz entre sus feligreses, sin perjuicio de
alzamientos ocasionales, lo propio sucedió durante el dominio de las
potencias coloniales occidentales. La única excepción la rebelión de El
Mahdi en Sudán en la segunda mitad del Siglo XIX, el General Gordon al
mando de la guarnición en Jartum interpretó el alzamiento como si fuera
contra el poder imperial británico, en realidad era un conflicto entre
musulmanes. Gordon fue el único alto jerarca británico en conocer
y entrevistarse con El Mahdi, no entendió la raíz teológica del conflicto
desatado por ese líder, su error le costó la vida en la toma de
Khartoum. Desde entonces, las potencias occidentales no han
entendido, o no han querido entender, los elementos culturales y teológicos
en la parte musulmana del conflicto desembocando en el actual terrorismo
islámico.
En
1957, un alzamiento militar nacionalista encabezado por el General
Mohamed Neguib terminó con el régimen colonial británico en Egipto; a corto
andar, el gobierno cayó bajo el liderazgo del Coronel Gamal Abdel
Nasser, un hombre extraordinariamente carismático en opinión de todos quienes
lo conocieron. El régimen nacionalista encabezado por Nasser
puso
fuera de la ley al movimiento Hermandad Musulmana, decisión imitada por otros
regímenes similares en varios países árabes del norte de África y el Medio
Oriente, agregando un factor importante a la extrema radicalización
política y religiosa del Islam. Otro factor, mas reciente, es
la ocupación militar americana de Iraq, dónde las tensiones religiosas
estaban controladas por una dictadura secular; el derrocamiento de Saddam
Hussein y su gobierno soltó las amarras del conflicto religioso, en un
país que se había mantenido al margen de la debacle; tampoco ayuda la
condición de iglesia nacional oficial de la secta Wahabí en el Reino de
Arabia Saudita, y de la iglesia Chía en Iran.
Bajo el
actual estado de cosas, tenemos una guerra civil de religión en el Islam
cuyos principales beligerantes son las iglesias Suni y Chía, a las
cuales se han agregado numerosos actores secundarios; en lo fundamental,
las partes se arrogan el privilegio de considerarse únicas
legítimas intérpretes de la verdadera palabra del Profeta, todas las
otras son herejes en un mutuo excomulgarse de rasgos incomprensibles para la
lógica occidental . Es una guerra despiadada, se ponen las
bombas en las mezquitas a la hora del servicio religioso, cuando los
templos están llenos.
Este conflicto está en plena expansión, hacia el
sur envolviendo a musulmanes en países del África Subsahariana hasta Nigeria,
en el Sahel y todo el Medio Oriente, empezando a moverse a otras regiones con
feligresías islámicas, Pakistán, Indonesia, Fillipinas, Xinhuan Uighur
en el extremo occidental de China; en una nueva fase, ha empezado el ataque a
las iglesias cristianas en el Medio Oriente, en especial contra los fieles de
la Iglesia Copta, la iglesia cristiana de Egipto, Sudan y Etiopía, fundada
por María Magdalena y el Apóstol Santo Tomás.
Era cuestión
de tiempo su llegada a Occidente, en cuyos países democráticos con sistemas
de pleno respeto a los derechos humanos, a la libertad de religión, a los
derechos civiles y políticos, el terrorismo islámico tiende a ser
percibido cual expresión demencial del extremismo religioso, mas allá de
los marcos de comprensión de la racionalidad occidental, en un
conflicto cultural sin solución en el futuro previsible.
Por
ahora, mientras las potencias occidentales continúen su presencia militar en
el Medio Oriente, los musulmanes las entenderán en cuanto partes del
conflicto, esta visión es compartida por las comunidades musulmanas de
reciente emigración, particularmente a países de la Unión
Europea. Los gobiernos europeos, particularmente
el del Reino Unido, ajustarán y endurecerán los controles a las
comunidades residentes, probablemente impondrán severas restricciones a la
inmigración desde países en el centro de la guerra civil de religión en
el Islam.
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miércoles, 7 de junio de 2017
Análisis
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