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viernes, 6 de agosto de 2010

Página Editorial Latinoamericana


Diario El Mercurio de Santiago de Chile

Bolívar, Bello y Chávez


Por Agustín Squella


Si siempre resulta presuntuoso y hasta abusivo invocar el nombre de Dios a favor de planteamientos propios con los que se pretende convencer a los demás, algo similar ocurre cuando lo que se invoca es el nombre de líderes largo tiempo muertos para apoyar causas que hoy nos interesan. Quienes van por ahí nombrando a Dios o a algún político fenecido para utilizarlos en apoyo de sus propias posiciones, cuentan con que, por distintos motivos, aquél y éste guardarán absoluto silencio, impedidos de desmentir a quienes se aprovechan de ellos con absoluto descaro.

Algo parecido acontece con las invocaciones a un pretendido derecho natural cada vez que se trata de producir derecho positivo, como si aquél hubiera resuelto de antemano lo que legisladores y jueces tienen el deber de decidir en sus respectivos campos de trabajo.

Todo lo cual menciono a raíz del sueño bolivariano que Chávez intenta llevar a cabo para pesadilla de los venezolanos, un sueño prolongado hasta el delirio de considerarse un enviado del viejo Libertador y de ordenar la exhumación de sus restos en medio de una acción nocturna profusamente filmada y con trazos de inequívoca necrofilia.

Si la democracia estableciera reglas sólo para acceder al poder —elecciones libres, periódicas, competitivas e informadas en las que puede participar toda la población adulta—, el régimen de Chávez sería perfectamente democrático. Pero la democracia fija reglas que condicionan también el ejercicio, el incremento y la conservación del poder, de manera que un gobierno democrático en su origen puede dejar de serlo si pasa reiteradamente por encima de las normas que regulan el ejercicio, incremento y conservación del poder.

Tal parece ser el caso de Chávez y otros mandatarios latinoamericanos con pretensiones vitalicias, y que, una vez llegados al poder, vulneran las reglas de la democracia a la hora de ejercerlo, incrementarlo o conservarlo, exponiéndose de esa manera a la crítica interna y a la reprobación internacional. Una reprobación enteramente justificada —los estados de América concordaron una Carta Democrática que se encuentra vigente—, y que no puede ser eludida en nombre del ya desdibujado principio de no intervención que en su momento utilizaron también las dictaduras militares de derecha para intentar sustraer a los ojos de la comunidad internacional las violaciones masivas, sistemáticas y prolongadas a los derechos humanos en que incurrieron sin el menor cargo de conciencia.

Bolívar no fue un buen alumno en la secundaria, y su familia tuvo que contratar a Andrés Bello para que le diera lo que hoy llamamos clases particulares. Dotado de un extraordinario talento, aunque de carácter ardoroso y maneras a veces extravagantes, el futuro Libertador parece haberse aburrido bastante con los modos exigentes y circunspectos de Bello, lo cual puede explicar que, andando el tiempo, Bolívar, ya instalado en el poder, se mostrara poco receptivo a la carta que Bello le enviara desde Londres, en 1826, contándole las penurias económicas por las cuales atravesaba.

La posterior vida y obra de Bello en Chile, a partir de 1829 y hasta su muerte en 1865, le depararon gloria y honores, los mismos que, según cuenta la leyenda, le auguró el Cristo del crucifijo que mantuvo durante su juventud en la casa familiar en Caracas, aunque yo prefiero pensar que no le fueron concedidos por la divinidad y que se trató sólo de la justa y humana recompensa por el denodado trabajo que el ilustre venezolano hizo entre nosotros, en los más diversos campos, desde la política al derecho, desde el periodismo a la gramática, y desde la educación a las relaciones internacionales, en un inusual y opulento despliegue de talento en múltiples y hasta contrapuestas direcciones.

Diario El Cronista de Buenos Aires

La suerte de Maradona cambió con una encuesta que recibió Néstor Kirchner

Por Ignacio Miri

En Argentina, desde hace décadas el fútbol y la política están integrados. La novedad es que ahora son asuntos prácticamente imposibles de dividir, sobre todo si se considera el cemento que los une, algo que los románticos llaman pasión popular y los escépticos dinero.

Lo sabe muy bien Diego Maradona, que hace pocas horas confesó a un hombre de su círculo íntimo que se siente decepcionado porque el Gobierno no llamó a Julio Grondona para pedir que el diez siga en su cargo. “Me dejaron colgado del pincel y sin la escalera”, protestó el ex director técnico de la Selección. Al parecer no le sirvió la catarata de declaraciones de funcionarios, Cristina Kirchner incluida, que se lamentaron por su salida del puesto.

La suerte de Maradona no terminó de definirse en la Asociación de Fútbol Argentino, sino, antes, cuando Néstor Kirchner recibió una carpeta con una encuesta que había encargado a una de las consultoras contratadas por él, pero pagadas por el Estado. La única pregunta que le interesaba a Kirchner en este caso era: “¿Usted quiere que Maradona siga siendo el Director Técnico de la Selección?”. La mayoría de los encuestados respondió “no”, y por eso las palabras que Maradona esperaba nunca llegaron a oídos de Grondona. Para intentar disimular el violento viraje, medio Gobierno se mostró triste por la suerte de Diego, aunque cuidándose de no criticar al mandamás del fútbol, como si no hubiera tenido nada que ver en el final de la historia.

También conoce ese enredo entre la pelota y el dinero público Juan Román Riquelme, que acaba de acordar con Boca cobrar el ingreso más alto del fútbol argentino –serían cinco millones de dólares por cuatro años–, un beneficio que estará garantizado, al menos hasta que termine la gestión de Cristina Kirchner, por el subsidio de más de 600 millones de pesos por año que destina el Estado a financiar lo que ayer mismo el ministro de Economía Amado Boudou llamó “la industria del fútbol”.

Desde que se hizo cargo de pagar el campeonato, el Gobierno decidió crear una nueva casta de empleados públicos millonarios, financiando autos y casas de lujo de los jugadores, técnicos y dirigentes para beneficio del pueblo televidente y de productoras de televisión amigas del kirchnerismo. Pero este año, el Gobierno decidió que meterá un poco más la mano en los clubes.

El plan, según explicó un importante funcionario a El Cronista, es prestar colaboración para levantar el campeonato local y combatir así la depresión de los votantes por el temprano regreso de Sudáfrica de la Selección.

La idea es acercar empresas privadas o sponsor para los clubes más importantes para que pueden contratar figuras que levanten el ánimo de los hinchas. Riquelme en Boca, Mariano Pavone en River y Giovanni Moreno en Racing (que a la vez ya cuenta con el auspicio en la camiseta del Banco Hipotecario, una entidad con excelentes contactos con el matrimonio Kirchner), son ejemplos de esa nueva práctica, según explicó a este diario un empresario que recibió la sugerencia de “ayudar” a un club.En este caso, la AFA no participa de las gestiones, y son los clubes los que tienen que ocuparse de conseguir el lobbysta indicado.

Por supuesto, también conoce hasta donde se involucran el fútbol y el Gobierno el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández, quien el lunes pasado fue elegido vicepresidente del Club Quilmes y ganó así el derecho formal de sentarse en las reuniones del Comité Ejecutivo de la AFA. En esas reuniones, si es que no aparece una denuncia judicial por incompatibilidad en sus funciones, Fernández podrá sentarse un rato a cada lado del mostrador:  firmará las resoluciones de la Jefatura de Gabinete de Ministros para liberar partidas del programa Fútbol Para Todos y también podrá firmar los recibos del Quilmes Atlético Club recibiendo ese mismo dinero del Presupuesto Nacional.

Diario El Comercio de Quito, Ecuador

Colombia:  Un nuevo momento

Tras ocho años de Gobierno de Álvaro Uribe, mañana le sucede Juan Manuel Santos al frente de Colombia con nuevos retos, más allá de la continuidad por la que apostó el electorado.

Sí, su elección fue un espaldarazo a la llamada política de seguridad democrática desplegada por Álvaro Uribe, su frontal lucha contra la narco-guerrilla de las FARC y la mejora sustancial en la vida de los colombianos que ya pueden circular por las carreteras de un país que vivió ‘secuestrado’ por el aislamiento impuesto por los terroristas.

Santos deberá avanzar. Su apuesta fuerte será derrotar el desempleo que azota Colombia y la inclusión, algo que ha mantenido preterido al campo y fue el pretexto que se buscó para justificar la lucha armada.

Días antes de la posesión, el cabecilla de unas disminuidas FARC, alias ‘Alfonso Cano’, pidió el diálogo. El abandono de la opción violenta es indispensable, sobre la base de la deserción de las filas insurgentes y un arrepentimiento y entrega voluntaria que evite prolongar el inútil derramamiento de sangre.

En lo internacional, más allá de los gritos estentóreos y de las posiciones maximalistas, se espera que las relaciones con Venezuela se normalicen. La disposición de ánimo de Santos en su gira por México, Chile, Perú y Argentina fue positiva.

En lo tocante a Ecuador, las recientes visitas del vicepresidente electo Angelino Garzón, y de los ministros de Relaciones Exteriores y Defensa son la mejor señal, como lo es la visita de Rafael Correa a Bogotá por el cambio de Gobierno.

Esperamos que pronto las relaciones entre Ecuador y Colombia, ya reanudadas, se eleven al intercambio de embajadores y se construya, desde las diferencias y el respeto, una relación estable y duradera

Diario El Espectador de Colombia

¿Y la libertad de expresión?

Por Mario Morales

No se puede exhibir como logro que haya habido, por lo menos, 27 periodistas asesinados de 2002 a 2009, como documenta la Flip (Fundacion para la Libertad de Prensa de Colombia). Si bien ese promedio disminuyó, otros como las amenazas subieron: 45 en 2002, 74 en 2009. Y de manera solapada, engordaron nuevas y sofisticadas amenazas a la prensa, además de las “tradicionales” de intimidación, agresión, censura y muerte.

Esos nuevos ataques a la prensa, en medio de la polarización política y concentración de medios, fueron, de manera sistemática: acoso judicial, estigmatización o señalamientos indebidos, proyectos de ley limitantes, obstrucción del trabajo, avalancha de propaganda política disfrazada de información, presión laboral o de la pauta, y la “cacería de brujas”, o DAS-gate, como la denominó Reporteros Sin Fronteras, para caracterizar el espionaje, seguimiento y desacreditación de, al menos, 16 reporteros según informe de mayo de 2010. Sin contar otros atinentes a las rutinas y prácticas, como ruedas de prensa sin preguntas, invitación a giras, entrega de material editado y el “aceitado” a la puerta giratoria entre periodismo y gobierno.

Las víctimas de neo-censura en ocho años superan de lejos el millar. En 2009 hubo 258 en 129 casos documentados por la Flip, lo que nos significó el nada honroso lugar 126 entre 175 países (según RSF). Víctimas, entre la multitud de reporteros anónimos, son Hollman Morris, Claudia Julieta Duque, Jorge E. Botero, Daniel Coronell, Carlos Lozano, Claudia López, Javier Darío Restrepo, Alfredo Molano, Álvarez Gardeazábal, Ramón Jimeno, Pascual Gaviria, Ma. Elvira Samper y Rodrigo Pardo.

Pero, ¿hubo libertad de expresión? Para responder, resulta apropiada la metáfora de Neil Postman, de la Universidad de Nueva York, al plantearse si a un río, después de contaminado, se le puede seguir llamando río. Ha habido tantos cambios acumulativos en las aguas del periodismo que la libertad de expresión está contaminada, y puede ser tóxica, aunque con vida, pero lejos del río transparente que el Gobierno, terco en su balance, insiste en presentar.

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