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jueves, 15 de marzo de 2012

PARA COMPRENDER LA COMPLEJA CRISIS DE SIRIA

Por Alberto Pérez Moreno (*)


Cuando se cumple un año de las primeras protestas en Deraa y todavía resuena la masacre de Homs, la tarea de buscar una solución a la crisis siria encomendada a Kofi Annan por la ONU y la Liga Árabe, aparece como una misión casi imposible por la compleja situación y red de intereses regionales que están en juego.

En Siria, además del levantamiento popular contra el régimen baasista encabezado por la familia al-Assad, se libra la disputa entre suníes y chiítas por una mayor influencia regional o, lo que es lo mismo, entre Irán y Arabia Saudí - con el telón de fondo del programa nuclear iraní- y el antagonismo ruso-norteamericano por el control de Oriente Medio.

Annan se ha mostrado "optimista" tras su encuentro con Bashar al Assad, pero es poco probable que pueda conseguir algo más que concesiones para permitir la ayuda internacional. Las posiciones intransigentes del dirigente baasista y la oposición, unidas a la falta de una posición clara de la comunidad internacional, hacen temer que sus gestiones -como antes las de la Liga Árabe o los "Amigos de Siria"- no detengan la lucha, ni disipen las incertidumbres sobre el futuro de Siria y la estabilidad de toda la región.

Las propuestas concretas que, al parecer, ha llevado Annan a Damasco: alto el fuego, libre acceso de ayuda humanitaria y diálogo con la oposición, solo han recibido una respuesta dilatoria de Assad que sigue considerando a los rebeldes, terroristas que buscan desestabilizar el país. Por su parte el líder del Consejo Nacional Sirio, (CNS) Bushain Ghaliun, que inicialmente rechazaba el dialogo, se ha mostrado más pragmático en una reunión con Annan en Ankara.

En estas condiciones, las posibilidades de una transición pacífica están prácticamente descartadas. Assad, amparado en su círculo de poder, se aferra a creer que todavía cuenta con suficiente respaldo de alauitas, ejército, empresarios. Y no ve, o no quiere ver, la realidad: una gran parte de la población -los suníes representan un 74%- que inicialmente solo demandaba la apertura del régimen y mayor libertad, ahora pretende la caída del dictador.

Las concesiones del gobierno de Damasco han llegado tarde. Ni el levantamiento de la ley de emergencia ni la supresión del tribunal de seguridad del Estado sirvieron para calmar a una población que había perdido el miedo a protestar. Ahora, en las circunstancias de violencia actuales, el referéndum sobre el borrador de la Constitución se ha considerado una burla, puesto que permitirá a Assad continuar en el poder hasta 2028.

Las defecciones de algunas personalidades como la del viceministro del petróleo Adbo Hussameldin, y quince mandos del ejercito -seis generales-, no son indicativo de una descomposición de las fuerzas armadas ni del partido Baaz, pero sí una muestra de que el mosaico étnico y religioso de la sociedad siria, silencioso hasta ahora por la férrea mano del régimen, puede saltar si continúa la dura represión, y no se sabe hacia dónde.

El fraccionamiento y falta de unidad de la oposición -reflejo de esta realidad- tampoco facilita que se vea un camino claro para solucionar el conflicto. El CNS es el grupo que tiene mayor visibilidad internacional, representa el exilio y, aunque trata de atraer a las minorías, está dominado por los Hermanos Musulmanes, lo que ha provocado que se haya escindido el Grupo Patriótico Sirio. En el interior, el Comité de Coordinación Nacional y los Comités Locales son los que mantienen la rebelión, pero discrepan del CNS hasta el punto de estar dispuestos a dialogar con el gobierno. El Ejército Sirio Libre reúne a diversos grupos de activistas de base, yihadistas y desertores del ejército, pero es una organización que no actúa coordinadamente ni controla un territorio. Incluso hay disputas por el mando entre su creador, el coronel Riad al-Assad, y el general Mustafa Sheik que esta al frente del Consejo Supremo Militar basado en París.

La comunidad internacional ha sido incapaz de articular una respuesta contundente a las matanzas en Siria, por el veto de Rusia y China, pero también por las dudas que plantea la situación. Hasta el momento, se ha limitado a condenar la brutalidad de la represión, imponer sanciones económicas y esperar que el tiempo juegue en contra del régimen. Tampoco parece decidida a una intervención militar aunque sea limitada a armar a la rebelión, o imponer zonas seguras.Sí es verdad que algunos países, principalmente Arabia Saudí y Qatar, y voces aisladas reclaman una militarización del conflicto, pero en general nadie la quiere. Aunque los muertos en Siria son ya cinco veces los de Libia cuando se inició la intervención de OTAN, pesa demasiado el resultado obtenido en aquella, y en otras intervenciones como Irak, pero, sobre todo, por el temor a las consecuencias del pos-Assad para el equilibrio de la región.

El régimen baasista todavía cuenta con apoyos regionales clave, Irán e Hizbulá en Líbano, además del importante respaldo que proporciona Rusia, y en menor medida China, que contribuyen a impedir una acción decidida contra Assad. La posición de Irán es lógica, pues Siria es elemento básico del arco chiíta que extendiéndose a través de Irak, Siria y Líbano amenaza a las monarquías suníes del Golfo y también a Israel, aunque en este caso haya perdido a Hamás, que ha decidido sumarse al bando suní.

Turquía, Arabia Saudí y Qatar constituyen el principal sostén de la oposición, pero preferentemente de la mayoría suní, lo cual complica la unidad del CNS y hace que las minorías de cristianos, kurdos y drusos no se decidan a unirse en bloque a la rebelión, temerosas de que un triunfo islamista les llevaría a una mayor opresión como ocurre en Irak, Egipto o Líbano.

La única solución para detener las matanzas y evitar que el conflicto se extienda a toda la región, es que EEUU con alguna concesión, y Arabia Saudí con el dinero, persuadan a Rusia que mantener un apoyo a Assad que no les reportará ninguna ventaja y se sumen al plan de la Liga Árabe y NNUU.

(*) Presidente de la Asociación Española de Periodistas de Defensa del Grupo Atenea.

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