Por Eugenio Alvial
Hay una antigua y vigente orden esotérica que dice que la existencia es un espiral ascendente, es decir, que los hechos que ocurren en las sociedades humanas se vuelven a repetir, pero en un plano superior.
Como muestra, para verificar esta afirmación, basta remitirse a la aventura napoleónica en la Rusia de los zares en 1812 y la invasión nazi a la Rusia de los soviéticos en 1941. Ambas, como se sabe, terminaron en derrotas fatales porque se cometieron errores tácticos muy parecidos, aun cuando el adiestramiento militar y la maquinaria de guerra era inmensamente superior en el segundo evento.
En este ejemplo, pasaron 129 años de distancia.
Pero, hay otro ejemplo que es digno de mencionar por la similitud de su desarrollo: la hegemonía de Esparta (lacedemonios) entre el 400 a.C. y el 370 a.C., más menos.
Los espartanos o Iguales, en cantidad de 8.ooo ciudadanos (según Herodoto) gobernaban Esparta donde habitaban entre 150.000 y 200.000 ilotas (según Tucídides) que eran los siervos, cuya única tarea era trabajar la tierra, sin derechos ciudadanos, como educación y remuneración, pero si, libre acceso al alcohol a algún tipo de droga y promiscuidad sexual, lo que significaba mantener una masa de individuos útiles totalmente sumidos al arbitrio de sus opresores.
Por su parte, los periecos, que conformaban una especie de clase media, superior en número a los espartanos, pero muy inferior a los ilotas, se dedicaban al comercio y a ciertas industrias artesanales. Cabe recordar que los espartanos dedicaban su vida a la preparación física para servir en la milicia.
Es interesante y preocupante a la vez, superponer nuestra realidad socio-político-económico a aquella que vivió Esparta: hay coincidencias casi simétricas que nos llevan a meditaciones profundas, salvando por supuesto, las condiciones de vida que la humanidad ha obtenido veinte siglos después, pero que aún así, persiste en la sociedad el mismo esquema estructural de la división social.
Nos impresionó cuando en el liceo, en alguna de las clases, el profesor mencionó que uno de los signos del subdesarrollo de los países era la mala distribución de la población en su territorio, es decir, la capital, con una gran densidad de habitantes, en tanto que las provincias detentaban poca población; este fenómeno, nos decía, se denomina “elefantiasis” demográfica.
Al volver la mirada escrutadora hacia nuestro país, como se sabe, nos encontramos con que Santiago acapara más del 40% de la población, vale decir que en el 2010 Chile adolece de elefantiasis, pero somos miembros de la OCDE. Cuesta entender.
Pero, no es todo. Dentro de la ciudad de Santiago, a simple vista, se distingue lo que podríamos denominar en griego la “polis” y en gringo, término que hemos inventado, la “downcountry”, donde habita la elite, que hace veinte siglos atrás habríamos denominado espartanos, aunque hoy en día no guerreros de lanza y espada, si no que diestros soldados de internet y terminales financieros, luchando fieramente en las Bolsas de Wall Street, Hong Kong, London, Frankfurt y París, o en su defecto por los mercados extranjeros.
A este mencionado distrito bien delimitado, al oriente de la Región Metropolitana, es donde llegan después de cruentas batallas por el dólar o el euro a disfrutar del reposo del guerrero. En espacios internos y externos bien diseñados, mejor mantenidos, recuperan las energías vitales para enfrentar al día siguiente una nueva batalla.
Esta “polis” que es grata, -siempre que una banda de ilotas no quiera apropiarse de sus bienes- pareciera que la envolviera una esfera dorada, donde todo es hermoso, armonioso y sereno; la gente es bella, educada, gentil y culta; las calles con fragantes jardines bien cuidados ; automóviles modernos y refulgentes, en fin, todo maravilloso.
Sin embargo, a lo menos hay dos elementos vitales que están fuera de la esfera dorada, a saber: la Casa de Gobierno y el Parlamento, porque el aeropuerto, gracias a un gobernante inteligente, está conectado directamente por una autopista moderna, rápida y segura que impide que se tenga que pasar por donde subsisten los ilotas y algunos periecos criollos que están a punto de descender en la escala social.
Es oportuno, antes de continuar con la descripción en curso, aclarar que el Parlamento debiera estar en esta área porque, aún cuando al Congreso concurren representantes de diversas tendencias políticas, algunas de las que producen antagonismos por defender los democráticos derechos de los ilotas nuestros, y donde no faltan las diatribas, amenazas, imprecaciones, etc. contra los defensores de los espartanos chilensis, posteriormente aparecen los feroces contrincantes en las páginas a color de la vida social, sonriéndose y muy amigables, copa en mano. Bueno, dicen que la tendencia del hombre es a la evolución y así lo entienden los “ilotistas” que aspiran a vivir también dentro de la esfera “espartaniana” gracias a la “chusma inconsciente” (según decía un ex presidente) que escucha, vota y elige.
Mas, al salir de la esfera dorada nos encontramos con el mundo exterior, tal vez el más real de todos. Humo, ruidos, atochamiento vehicular, hacinamiento humano, malos gestos, peores modales de gente a medio dormir y a medio mal comer.
Se percibe en el ambiente desazón, desilusión, amargura de humanos que llegan a dormir casi a la madrugada y que se levantan de madrugada y que un tercio de vida lo emplean a trasladarse a su empleo, si lo tienen y que tienen muy claro que trabajan para pagar, si es que alcanza.
Desgraciadamente, este arco que rodea la esfera dorada es más amplio aún y llegamos a sectores donde las casuchas o mediaguas tienen calles o senderos pavimentados con barro en invierno y polvo asfixiante en el verano. Perros que ladran, niños semi desnudos que lloran, mujeres desgreñadas que gritan, muchachitos que escarban el basural aledaño a su “hogar”.
Estos son a “grosso modo” los ilotas actuales. Y en lontananza, las provincias delgadas y ajenas.
Es de esperar que no aparezca de pronto un Alarico moderno y nos borre de una plumada.
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