“Hay golpes en la vida, yo no sé. Golpes como el odio de Dios”. Así de fatal y pesimista versa un poema sublime y dramático del poeta peruano César Vallejo.
Este sentir de desesperanza se ha vivido en la historia mil veces y en diversos pueblos y personajes.
Séneca ante un Nerón, Jesús ante el Sanedrín; Walter Benjamín ante los Nazis, Gandhi ante el líder musulmán secesionista Ali Jinnah, etc.
La fatalidad del destino hace entonar sentencias al coro griego en sus representadas tragedias, e inclinar la cerviz ante las embestidas del destino, en tantos fenómenos que parecen arrasar toda resistencia.
Los Séneca que se suicidan; los Jesús que sudan sangre ante la visión de lo inminente, los Gandhi que se rebelan con la privación de su cuerpo del alimento esencial para sobrevivir. Todos ellos demuestran que la razón es aplastada como “el odio de Dios”….Hace exclamar : “ Padre ¿Por qué me abandonas?
Todos llegan a la conclusión que la resistencia o la rebelión es inútil. Ya sea por “ el peso de la noche”, por la superioridad de las divisiones (las armas) o por la ingenuidad de los simples. los destinos se cumplirán como una maldición.
¿Qué hacer?
Reflexionó una vez uno que se atrevió a idear una salida ante la derrota, simplemente tomando por asalto el poder. Pero otros ante la inevitable tragedia ponen su pecho y se inmolan en gesto noble de bravura ( como Catón el joven). Pero también están los que se repliegan en un exilio desesperanzado.
Todas son respuestas muy humanas. La rebelión es una alternativa de pocos, pero existen diversas formas de rebelión: están las beligerantes que luchan con las armas que pueden y se confrontan desigualmente. Están, por otra parte, los que desean vencer por la resistencia de sus espíritus, y desarrollan una porfiada actitud de no doblegarse en el tiempo, por adversas que sean las condiciones impuestas (la resistencia moral y gestual, no violenta pero intransable en el tiempo).
Pero el momento y el tiempo de lo inevitable se cumple aunque las fuerzas de resistencia se despierten luego como reacción heroica, moral, testimonial o sacrificial.
Los Patricios romanos se replegaron al sufrir el azote de tiranos despiadados, los hebreos se unieron a su credo de “pueblo elegido”, ante la esclavitud impuesta por egipcios y babilonios; el pueblo palestino tendrá su reivindicación como pueblo digno y victimizado hasta el horror, pero “ el cáliz amargo” está siendo bebido ahora mismo como inefable destinatario del odio y la locura humana.
¿Podra sobrevivir el hombre? Titulaba un libro el gran Erich Fromm. Hoy es tiempo de preguntarse nuevamente por esa incógnita.
Esta generación, como muchas antes, han desenterrado los puñales, las hachas de guerra y las ojivas nucleares.
Esta especie de pandemia criminal resurge y despierta antes de cumplirse un siglo de dos conflagración mundiales y varios holocaustos contra pueblos arrasados. Hay historiadores y pensadores que hablan de estos ciclos (Vico, Nitzsche).
¿La causa está en la composición cerebral del hombre?
Así lo creen los neurocientificos ( Mac Lean), por tener la prevalencía, en muchos humanos, del cerebro “reptil” instintivo, que al combinar sus impulsos con el cerebro neocortex (racional), puede llegar a diseñar acciones sumamente destructivas.
Los psiquiatras hablan de los impulsos “necrófilos” (E. Fromm) o “Tanatus” (Freud). Las religiones hablan del mal, las almas luciferinas.
En fin, la resultante es que nunca existirá, al parecer, la “salvación” para la especie humana: siempre habrá violencia, como lo aseguró Freud a Albert Einstein en las famosas “Cartas sobre la guerra”. Sólo se puede bajar la dosis de violencia si se dan generaciones de una cultura fraternal y de alta culturización positiva, acompañada de la cobertura equitativa de las necesidades de desarrollo personal y social en la humanidad. Pero eliminarla…Nunca.
Esto implica que en períodos de crisis global múltiple, como la que vivimos: económica, climática, de desigualdad extrema, de criminalidad, será una utopía el pretender escapar de las garras de la violencia y sus promotores.
Los fácticos, pasotistas e inmorales dominarán con su retórica altisonante, mendaz y felona. Los pueblos serán las víctimas inmoladas en el altar de Atenea, Freyja, Perun, Moloc y todo ese Olimpo de deidades que propician la “victoria” mediante la aniquilación del otro.
Así estamos, cubierto de nubarrones y amenazas. No tenemos escapatoria a la vista, sino un horizonte inevitable de dolor, hasta que en este nuevo ciclo- que bien podría ser el último y definitivo-,TODO SE HAYA CONSUMADO.
 
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