Maduro y los militares son como un matrimonio que se entiende y está lejos de querer divorciarse
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“Separar al ejército de Maduro ha
sido complicado porque su alianza militar, en muchos aspectos, no es nada
convencional, está formado por varios elementos, cada uno con intereses
propios, que justifican su respaldo al régimen. Cualquier estrategia para
concretar el divorcio de las fuerzas armadas y Maduro requerirá maniobras
adecuadas para cada uno de esos grupos”.
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El politólogo Javier Corrales analiza en el New York Times por qué la oposición
venezolana no ha logrado atraer a tantos militares como quizá
esperaba y con qué incentivos podría atraer a los soldados ideólogos, a los
que obtienen grandes ganancias económicas gracias a negocios entregados por
el poder a las fuerzas armadas o a los llamados colectivos, grupos armados
descentralizados.
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En este momento, nadie sabe a ciencia cierta quién
es el presidente real de Venezuela: Nicolás Maduro, quien inició un nuevo
periodo presidencial el 10 de enero, o Juan Guaidó, quien poco después asumió
los poderes de la presidencia en representación de la Asamblea Nacional.
Guaidó conquistó el corazón de Venezuela. Tiene buen respaldo en la ciudadanía. Los partidos políticos nacionales, con
excepción del partido en el gobierno, aceptan el razonamiento legal —que la
reelección de Maduro en 2018 fue un fraude— que lo llevó a juramentarse como
presidente encargado. Después de visitar cinco naciones latinoamericanas para
reforzar el apoyo a la causa democrática en su país, Guaidó regresó a
Venezuela, en un nuevo desafío a la prohibición de salir o entrar del país que
le impuso el régimen de Maduro.
Maduro, por su parte, tiene conquistado el corazón
de las fuerzas armadas. Esto se hizo evidente el 23 de
febrero, cuando empleó la fuerza militar para bloquear
la frontera e impedir la entrada de la ayuda humanitaria (leer en Kradiario).
Ahora, la clave será decidir cómo enfrentar el
ataque militar de Maduro sin recurrir a acciones armadas. Es el dilema que
enfrenta Venezuela. Puesto que la vía pacífica cada vez parece ser menos
probable. Guaidó convocó a los aliados de la oposición a actuar como mediadores
o intervenir. Además una intervención militar extranjera es demasiado riesgosa.
Sin embargo, existen algunas alternativas distintas a la militar, aunque sí involucran cierto grado de acciones armadas. Para comprender estas opciones, primero es necesario analizar cómo
opera el ejército de Maduro.
En todo régimen autoritario, el apoyo del ejército
es el requisito indispensable para su supervivencia: en cuanto se desvanece el
respaldo de las fuerzas armadas, el dictador cae. En ese sentido, el régimen de
Maduro se ajusta al modelo convencional de política autoritaria. Para lograr la
democratización, será necesario romper el matrimonio del ejército con Maduro.
Pero separar al ejército de Maduro ha sido
complicado porque su alianza militar, en muchos aspectos, no es nada
convencional. El ejército no es una organización única, profesional y vertical.
Está formado por varios elementos, cada uno con intereses propios, que
justifican su respaldo al régimen. Cualquier estrategia para concretar el
divorcio de las fuerzas armadas y Maduro requerirá maniobras adecuadas para
cada uno de esos grupos.
Por un lado, está la clase militar dominante y
tradicional que en Venezuela consta de soldados profesionales de carrera. Por
otro lado, existen grupos que no son nada convencionales. Entre ellos hay
soldados ideologizados, que trabajan en conjunto con funcionarios de
inteligencia y militares cubanos para acabar con la disidencia. También
incluyen generales burócratas que apoyan a Maduro porque tienen buenos empleos
al frente de empresas estatales, así como soldados con intereses económicos,
que están amasando una fortuna gracias al comercio en los mercados ilícitos,
como el tráfico de drogas. Por último, están los agentes de Maduro que
están a cargo de la represión.
Los agentes represivos se han
convertido en la marca distintiva del mandato de Maduro. En esta categoría se
encuentran dos grupos: las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), creadas en 2017 con el fin de
combatir el crimen, pero cuyo verdadero objetivo es encargarse de matanzas por
motivos políticos en barrios pobres, y los llamados colectivos integrados por civiles armados y financiados por el
gobierno.
El problema de la estrategia adoptada por Guaidó y,
de hecho, de cualquier estrategia pacífica y democrática para desmilitarizar al
régimen, es la dificultad de satisfacer a todos estos grupos militares tan
diversos.
Algunos pueden beneficiarse con las políticas que
ya ofreció el presidente encargado. Por ejemplo, la oferta de Guaidó sobre un
plan de justicia transicional (amnistía) y convocar elecciones libres es muy
atractiva para los soldados temerosos y muchos soldados profesionales.
Sin embargo, las políticas de Guaidó casi no
incluyen ninguna oferta atractiva para los ideólogos convencidos, los
colectivos o los soldados delincuentes o interesados en obtener ganancias
económicas. Lo más probable es que los ideólogos convencidos permanezcan
incondicionalmente del lado de Maduro. A los generales con fines de lucro, la
justicia de transición casi no les ofrece ninguna ventaja: perderían su
posición y sus ganancias, aunque se perdonen sus transgresiones. Los
colectivos, por último, son un caso especialmente difícil porque se trata del
grupo menos controlable, están muy descentralizados y no defienden un interés
común.
La transición hacia la democracia en Venezuela
requerirá poner orden en estas fuerzas militares tan fragmentadas y un civil como Guaidó no podrá hacerlo. Solo miembros de la
clase militar dominante pueden encargarse de la modernización necesaria de las
fuerzas armadas, pues conocen la identidad de los elementos armados de sus
filas, así como sus negocios y tratos.
Para lograrlo se requeriría de una
combinación de despliegues de fuerza y algunas concesiones a los grupos menos profesionales del ejército.
Tendrán que ofrecerse buenos programas de protección a testigos y más formas de
amnistía. También será necesario identificar oportunidades económicas tanto
para los soldados interesados en lucrar como para los colectivos.
Guaidó
logra apoyo de empleados públicos
El retorno de Guaidó generó gran expectativa debido a
que existían amenazas de que fuera sancionado o detenido tras incumplir una
orden del Tribunal Supremo de Justicia le que prohibió la salida del país y
congeló sus cuentas bancarias y activos mientras enfrenta un proceso que le
abrió a finales de enero la Fiscalía General por unos hechos violentos que
hasta la fecha no han sido precisados.
Su arribo contó en el aeropuerto
de Maiquetía con la presencia en el de embajadores y encargados de negocios de
Alemania, Chile, Estados Unidos, Rumania, Francia, España y Portugal.
Así frente a esta “observación” internacional
el líder opositor y jefe de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, pudo volver a
ingresar a Venezuela sin problemas tras finalizar una gira latinoamericana que
incluyó Colombia, Brasil, Argentina y
Ecuador.
Esta semana logró Guadó abrir un nuevo frente
contra el presidente Nicolás Maduro, al lograr el respaldo de algunas de las
principales centrales sindicales de empleados públicos.
“La presión apenas empieza”, afirmó Guaidó al
anunciar, tras una reunión de más de dos horas con los dirigentes de cinco
centrales que agrupan a más de 600 sindicatos, que los empleados públicos se
sumarán a las acciones de presión contra el gobierno realizando paros
escalonados que serán discutidos en los próximos días.
Aunque dentro del sector público -integrado
por unos tres millones de trabajadores- existe gran descontento por la compleja
situación económica y social que enfrenta Venezuela, hasta la fecha no se
habían pronunciado sobre la crisis política.
Encuesta
El estudio más
reciente de la encuestadora Datanálisis refleja que 7 de cada 10 ciudadanos
aspiran en Venezuela a que Maduro abandone el poder inmediatamente. Ocho de cada 10 valoran mal a Nicolás Maduro y 97% de los venezolanos
describe negativamente la situación del país.
Datanálisis señala que la percepción de crisis ha llegado
a su máxima expresión histórica: 97% de
los venezolanos describen la situación como negativa. Al momento de Maduro asumir el
poder en abril de 2013 apenas 49% de los ciudadanos pensaba que la situación
del país era negativa. Un 14% de los venezolanos
tiene una percepción positiva del desempeño del gobernante. Al momento de asumir el
poder en abril de 2013, después de cinco meses como Presidente, 55% de los venezolanos valoraba positivamente
el desempeño de Maduro.
El resto de los venezolanos se
decanta entre las siguientes opciones: 2% cree que lo mejor es esperar hasta el
año 2021 para realizar un referendo revocatorio, mientras 9% se inclina porque
se repitan las elecciones presidenciales en 2019 efectuadas el 20 de mayo de
2018. Para 7,6% de los venezolanos Maduro debe culminar su periodo en 2024 para
retirarse de la vida política, mientras 1,6% sostiene que debería mantener el
poder hasta el 2024 y medirse en las elecciones presidenciales de ese año. La
mayoría de los venezolanos que avalan soluciones diferentes a la salida
inmediata del poder de Maduro son aquellos que se auto definen como
pro-gobierno. No obstante, este grupo también se encuentra en sus mínimos
históricos.
Según la encuesta de Datanálisis,
41% de los ciudadanos se autodefinen como independientes, mientras 40% se dicen
opositores. Apenas 16% de los
consultados sostienen que son pro-gobierno/chavistas. En el año 2013 el 44% de los venezolanos
se autodefinía como chavista.
Si solo se considera la opinión
de quienes se dicen chavistas para valorar los escenarios que creen más
convenientes para Maduro, a pesar de la crisis política y económica, 32%
considera que se deben repetir las elecciones (y Maduro debe ser ratificado en
este proceso), mientras 38% sostiene que debe permanecer en el cargo hasta
2024. En este segmento 8% cree que al culminar el periodo en el año 2024 Maduro
debería ser reelecto.
Entre los opositores evaluados
por Datanálisis el peor valorado es el excandidato presidencial Henri Falcón:
74% tiene una imagen negativa de él,
mientras 20% lo describe positivamente.
En el caso de María Corina
Machado, 57,7% tiene una percepción negativa y 35% la describe positivamente.
Por su parte Henrique Capriles
Radonski genera una imagen negativa en 63% de los entrevistados y una
valoración positiva en 32%.
En el caso de Leopoldo López 54%
lo valora negativamente y 38% lo hace de forma positiva.
En el caso de una nueva elección presidencial, Guaidó
recibiría el 79% de los votos válidos y Maduro el 21%”, según la encuesta.
En este escenario 9,6% de los venezolanos dice
que no votaría, mientras 26% sostiene que no sabe por quién lo haría.
Maduro es el más emblemático: apenas 14% lo valoran
positivamente, mientras 83% lo describen de forma negativa.
Fuentes: Kradiario, el politólogo Javier Corrales (profesor de Ciencias Políticas en Amherst College) y Dataanálisis
KRADIARIO
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