EL INSOMNIO EN LOS CHILENOS
Por Jessika Krohne
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Estamos muy lejos de dormir las horas recomendadas por los especialistas de la salud que son entre 7 y 9 horas para una persona adulta. En sólo una década, los chilenos que duermen sólo seis horas diarias pasó de 30 a 80%. Vivimos en una sociedad llena de variables intervinientes que impiden conciliar tantas horas necesarias de sueño. Las largas horas de trabajo, las distancias que llevan de los trabajos a la casa, los tacos y el transporte público aún bastante deficiente dificultan conseguir un sueño sano y con las horas recomendadas por los especialistas.
A eso se suma que la mitad de los chilenos en esas pocas horas de descanso no duerme bien. La calidad del sueño es deficiente y con mucha angustia y ansiedad, la conciliación del sueño o el despertar prematuro se vuelve cada vez más frecuente. Esas dificultades llevan a un mal rendimiento al día siguiente, a adquirir enfermedades crónicas e incluso a la tendencia a subir de peso.
Todo esto conduce a un callejón sin salida que trae malas noches y pésimos días y que pareciera no tener solución, ya que el problema es la vida que llevamos, pero la vida no se arregla así tan fácil ni tan rápido. Soluciones momentáneas y de parche es la medicación. La familia de los ansiolíticos cumple y suele resolver el problema de manera pasajera. Este tipo de medicamentos aumenta las ventas a partir de marzo en un 30% y los disminuye nuevamente a partir de diciembre en un porcentaje similar. Si en la década de los 90 vivimos la era del prozac, ahora es la era de los ansiolíticos y las benzodiacepinas como el alprazolam, tricalma o el zotran, verdaderos milagros para algunos, pero nocivos para los especialistas de la salud si su uso se prolonga en el tiempo.
Personalmente creo que no hay un muy buen pronóstico a futuro para las dificultades de sueño que estamos teniendo en Chile y en el resto del mundo, ya que la ansiedad es hoy el problema de salud mental con mayor prevalencia en el mundo que inevitablemente tiene consecuencias en el mal dormir. A eso se suma que vivimos en una sociedad, donde se valoriza mucho el crecimiento económico, el consumismo y los indicadores económicos ascendentes, lo que nos hace trabajar más de la cuenta y regresar muchas veces a casa cerca de las 10 de la noche para poder rendir, crecer, tener éxito y adquirir las cosas que nos faltan y cuando empezamos a violar los límites de nuestro cuerpo, no hay esfuerzo que alcance.
No tenemos tiempo para nosotros mismos, intentamos hacer muchas cosas a la vez y somos invadidos por muchos estímulos externos como ruidos, publicidad, mucha oferta de entretención y actividades diversas todo el tiempo.
También nos hemos convertido en una población impaciente, ya que buscamos soluciones rápidas a los problemas y una solución rápida es ir donde un médico para que este le receta un medicamento en lugar de someterse a terapias especializadas para desórdenes del sueño. Las pastillas no son siempre la mejor solución. Un proceso que es más largo donde corregimos la higiene del sueño y aplicamos una terapia cognitivo conductual para el manejo del problema, proporciona una mejoría que durará a largo plazo.
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