CHILE: UN POTENCIAL FORMIDABLE
PARA SU DESARROLLO
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Chile es un país singular. Pudiendo ser una da las
naciones más ricas del mundo ha optado voluntariamente por permanecer en los
límites de la frustración Puede decirse voluntariamente pues nadie ha impuesto
esta estrategia de desarrollo que le lleva a regalar uno de los recursos más
portentosos que soñó nación alguna: su riqueza minera. No somos un país
colonial, pero actuamos casi como si lo fuéramos; no somos un país de esclavos,
pero tenemos a gruesa parte de nuestra población sometidos a un sistema laboral
casi de servidumbre y hemos cultivado un esquema de desigualdad económico
social que inhabilita a Chile alcanzar el nivel de desarrollo al que aspira.
El PIB chileno ha crecido en los últimos años a tasas
cercanas al 4.8%, pero su componente
nacional de crecimiento es modesto si se lo compara con la fracción
transnacionalizada de esa expansión. Por lo demás, lo ha hecho sobre el
consumo, como motor, más que sobre la
producción de los chilenos (industria nacional PYMES), lo que nos está llevando
a un desbalance en nuestras cuentas externas que ya se hace preocupante.
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Solamente en cobre, Chile tiene un potencial medido de existencias equivalente a 1 millón de millones de dólares. Si a ello se le incorpora lo contenido en minerales asociados (oro, plata, molibdeno, etc.) se puede subir en un 5 a 7% la disponibilidad. En la actualidad se suman los recursos estratégicos como el litio, cuyo potencial puede llegar a igualar al cobre en el transcurso de una generación, tal como se vislumbran los cambios tecnológicos que posibilitan su uso de manera masiva.
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Asociado a la industria minera, Chile puede desarrollar su base energética limpia en base a energía solar, cuya alternativa de emprendimiento es posible técnicamente y financieramente, pues al contrario de lo que dicen los expertos nacionales, ahora es de ciclo completo y con costos mucho más convenientes que las centrales a gas o carbón. Este ciclo completo se logra usando otro recurso minero que tenemos en abundancia en nuestro desierto: la sal.
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Solamente en cobre, Chile tiene un potencial medido de existencias equivalente a 1 millón de millones de dólares. Si a ello se le incorpora lo contenido en minerales asociados (oro, plata, molibdeno, etc.) se puede subir en un 5 a 7% la disponibilidad. En la actualidad se suman los recursos estratégicos como el litio, cuyo potencial puede llegar a igualar al cobre en el transcurso de una generación, tal como se vislumbran los cambios tecnológicos que posibilitan su uso de manera masiva.
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Asociado a la industria minera, Chile puede desarrollar su base energética limpia en base a energía solar, cuya alternativa de emprendimiento es posible técnicamente y financieramente, pues al contrario de lo que dicen los expertos nacionales, ahora es de ciclo completo y con costos mucho más convenientes que las centrales a gas o carbón. Este ciclo completo se logra usando otro recurso minero que tenemos en abundancia en nuestro desierto: la sal.
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Un experto en este tipo de energía solar, chileno de origen, ha señalado que con la ocupación de apenas 10 hectáreas de paneles solares ubicados en el desierto, es posible abastecer todas las necesidades de nuestro norte minero. Chile podría producir esos paneles, pues posee la tecnología y la materia prima mineral, el silicio.
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El carbón, también es un recurso minero que puede ser explotado de manera limpia a través de su “combustión in situ”, tecnología ya probada en otros países y que permitiría abastecer a Chile por más de 20 años, sólo si se explotan los minerales de Lota.
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En nuestra costa central tenemos gas en forma de gel, el cual debe ser abordado con tecnologías de alta complejidad, pero que podría solucionar un problema enorme si Chile se asocia con empresas o países que dominen o deseen experimentar, junto a Chile, el desarrollo de dichas tecnologías.
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Lo que le falta a Chile, entonces, es una vocación de desarrollo, pues sólo exhibe, hasta ahora, una voluntad de crecimiento, lo que no es asimilable. Crecer es parte del desarrollo, pero cuando se tiene una real estrategia de desarrollo se impone un rigor de equilibrio, de armonización y complementariedad en el crecimiento, ninguna de estas condiciones se ha estado dando en nuestro caso. Por eso nuestra riqueza minera está siendo explotada de manera “no simbiótica” con nuestro desarrollo; con todo, nuestras posibilidades son inmensas, sólo basta con rectificar las estrategias y aplicar una nueva voluntad política.
Un experto en este tipo de energía solar, chileno de origen, ha señalado que con la ocupación de apenas 10 hectáreas de paneles solares ubicados en el desierto, es posible abastecer todas las necesidades de nuestro norte minero. Chile podría producir esos paneles, pues posee la tecnología y la materia prima mineral, el silicio.
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El carbón, también es un recurso minero que puede ser explotado de manera limpia a través de su “combustión in situ”, tecnología ya probada en otros países y que permitiría abastecer a Chile por más de 20 años, sólo si se explotan los minerales de Lota.
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En nuestra costa central tenemos gas en forma de gel, el cual debe ser abordado con tecnologías de alta complejidad, pero que podría solucionar un problema enorme si Chile se asocia con empresas o países que dominen o deseen experimentar, junto a Chile, el desarrollo de dichas tecnologías.
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Lo que le falta a Chile, entonces, es una vocación de desarrollo, pues sólo exhibe, hasta ahora, una voluntad de crecimiento, lo que no es asimilable. Crecer es parte del desarrollo, pero cuando se tiene una real estrategia de desarrollo se impone un rigor de equilibrio, de armonización y complementariedad en el crecimiento, ninguna de estas condiciones se ha estado dando en nuestro caso. Por eso nuestra riqueza minera está siendo explotada de manera “no simbiótica” con nuestro desarrollo; con todo, nuestras posibilidades son inmensas, sólo basta con rectificar las estrategias y aplicar una nueva voluntad política.
Es cierto que en el
mundo nadie se desarrolla de manera
autonómica. La economía global así lo enseña; pero también es verdad que nadie
se desarrolla sin estrategias propias de prevalencia de sus intereses a largo
plazo. El desarrollo es necesariamente “transgeneracional”, y Chile lleva a
cabo una estrategia puramente de corto plazo y de dudosa sustentabilidad en el tiempo.
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