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viernes, 6 de noviembre de 2015

SÍ LO SABÍAN
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Por Hugo Latorre Fuenzalida

Los personajes que son sorprendidos en actos ilícitos, porque violan las normas de una libre competencia, cometen acto de dolo (acción deliberada y manifiesta de cometer un delito, engaño o fraude), y de negación de la verdad ante la  autoridad y ante las víctimas.
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Podemos  señalar que se falta a la verdad o se miente de manera explícita y categórica, dado que es imposible que un directorio completo no contara con alguna persona que se interesara en interiorizarse en los temas de la gestión de sus subalternos jerárquicos, y toda esta ausencia  durante un período tan largo de tiempo, es decir durante once años. 
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Eso es imposible puesto que sería sumamente riesgoso inclusive en la permanencia del patrimonio en las manos de sus accionistas; pues tal ignorancia de cosas tan delicadas ha llevado muchas veces a la ruina a incontables confiados, dejados  e inocentes hombres que han habitado la tierra.
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Y como sabemos que estos personajes no son ni inocentes ni confiados, tampoco son de los que abandonan sus intereses a manos de cualquiera, entonces sólo cabe concluir que estaban perfectamente enterados de todo el proceso delincuencial y que sus ejecutivos obraron con plena respaldo de sus jefes.
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Nadie se inmutó ante el delito, pues lo consideraban normal, es decir se sentían con el derecho de actuar como lo hicieron. Esto, porque el Estado ya había sido cooptado, anulado, disminuido, humillado y ninguneado desde los acuerdos con la Concertación en 1988, con el regalo de la mayoría parlamentaria (ver Felipe Portales: “Chile, una democracia tutelada”); con el rescate de Pinochet en Londres por los concertacionistas; por la concurrencia indefectible de las autoridades políticas a los encuentros anuales de los empresarios, a una especie de rendición de cuentas ante el poder fáctico.
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Lo que pasa es que, como estas familias son astutas  en extremo y su moralidad ha mostrado ser más aparente que real (vea usted el apoyo a porfía al cura Karadima por parte de la familia Matte), es que dejan siempre un fusible de seguridad para que sea quemado y poder, ellos, salir impolutos, limpios y victimizados. Esta vez el fusible a quemar son los ejecutivos.
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Esa es la jugada de don Eliodoro; y esa ha sido la jugada de todos estos capitostes que han sido sorprendidos con las manos en la masa. Negar, negar, negar, creyendo que con la insistencia se puede convencer al resto de una inocencia poco verosímil, casi absurda, más bien inaceptable para cualquier juicio medianamente sensato.
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Ahora la SOFOFA se escandaliza y sale a condenar a ese grupo de sus pares. Nada menos que los expulsa de la organización empresarial. Esto es inédito, más cuando se trata de la familia Matte, uno de los más tradicionales  y prestigiosos grupos económicos del país a lo largo de muchos años.
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Es casi como el “ocaso de los dioses”; después de este episodio se puede decir que el Olimpo ha sido expulsado de ese monte “Parnaso”, que es Chile. Los oráculos délficos  comienzan a ser desacreditados y eso habla de un cambio de era.
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También los déspotas de la Iglesia están siendo citados a tribunales; los patrones de la política cívico militar están siendo procesados. Aunque no sean encarcelado (probablemente lo sean en el futuro, cuando ensayemos espacios más democráticos), al menos no quedan en la impunidad moral, pues la sociedad ya los encarceló, los lapidó, los expulsó y los desterró.
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Eso que hasta un defraudador haya llegado a ocupar el sillón presidencial es una cosa que difícilmente se podrá repetir, a menos que nos equivoquemos radicalmente y no sean los poderes fácticos los únicos descompuestos, sino la sociedad entera esté cayendo en una anomia irreversible.
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Por ahora, elevemos una plegaria esperanzadora acerca de nuestra capacidad de cambiar para bien y regresar desde las profundidades avernales.
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Hay que cambiar las leyes que absuelven al rico abusador y estafador; se debe endurecer para quitar la impunidad como aliciente del delito; se debe investigar por quienes tienen el deber de hacerlo (el Estado y los directorios de las empresas), pues de no hacerlo se es cómplice del dolo.
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Se debe también quitar una legislación demasiado laxa para con este tipo de delito. Eso de la delación pactada es una triquiñuela discrecional que burla el objetivo estratégico de combate al delito.
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En fin, hay mucho por hacer, pero debemos permanecer vigilantes si queremos un Chile mejor.

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